𝐋𝐚 𝐦𝐮𝐣𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐨𝐭𝐫𝐨 𝐥𝐚𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐩𝐮𝐞𝐫𝐭𝐚.

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Recomendación: Idealmente leerla de noche con la luz apagada.』
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Era la noche de un viernes, el invierno se encontraba en pleno apogeo y siendo las 23:00 horas, la casa estaba como un freezer. Mi cuerpo estaba tenso y agotado luego de una larga jornada de trabajo, ansiaba darme una ducha con agua tibia para relajar mis adoloridos músculos y luego dirigirme a mi vieja pero cómoda cama.

Luego de tender mi ropa de dormir encima del catre, me dirigí al cuarto de baño para abrir la regadera y regular el agua.

Abrí la puerta y una suave brisa me removió el cabello del rostro y erizo los vellos de mis brazos produciendo un leve cosquilleo en mi columna vertebral. ¿En qué momento abrí la ventana? El rectángulo en la pared que adornaba el baño se encontraba sutilmente abierta pero lo suficiente como para que un viento gélido se colará por las rendijas. Me reproché en voz alta por mi despiste y procedí a cerrarla.

El viento se volvía más helado a medida que me acercaba y daba la impresión de que se aproximaría una tormenta en los próximos días. Finalmente estire mi mano para alcanzar el viejo y desbaratado hilo que mantenía las rendijas en su lugar, cuando me percato de que algo me observaba del otro lado. Paralizada en mi sitio y con la mano inmóvil a medio camino de mi objetivo, reparo en que unos redondos y brillantes ojos me escrutan desde el otro lado de la ventana. La oscuridad engullía completamente su cuerpo y rostro exceptuando sus hipnotizantes ojos amarillos que me observaban sin desviar la vista. Los vellos de mi cuello se erizaron provocándome un leve escalofrío que me saco del trance en el que me encontraba.

Con el cuerpo temblando, jale el cordel cerrando la ventana de par en par provocando que el extraño ser de la ventana quedará en el olvido, por el momento. Me senté en el retrete para recobrar la compostura y controlar el temblor que se extendía hasta mis piernas impidiendo que me mantuviera en pie. Me acerque al lavabo para despejar mi rostro y me observe en el espejo. Mi rostro se había tornado pálido perdiendo todo color existente. Tome un sorbo de agua e inspire profundamente. "Debe ser el cansancio que me está pasando la cuenta" me dije mentalmente a mí misma para tranquilizarme.

Volví la vista hacía la ventana que ahora yacía cerrada y volví a retomar mi camino hacia la llave del grifo.

Quité todo rastro de ropa de mi cuerpo y procedí a dejarla en el canasto de la lavandería. Abrí la cortina que separaba la ducha del resto del cuarto y me introduje bajo el chorro de agua hirviendo. Sentí como poco a poco los nudos de mi espalda se iban soltando y mi cuerpo entraba en un estado de relajación necesario. Cerré mis ojos un momento disfrutando las cálidas gotas de agua que recorrían mi cuerpo cuando un golpe hizo que abriera mis ojos repentinamente observando a mi alrededor en un estado de alerta. Agudice el oído esperando escuchar otro golpe para descubrir su procedencia, pero el único ruido que había era el del viento meciendo la copa de los árboles y los pájaros migrando hacia su nuevo destino. 

Cerré los ojos nuevamente, pero al mínimo pestañeo, el golpe volvió a escucharse esta vez más cerca. Mi corazón comenzó a latir rápidamente, casi sentía que iba a salirse de mi pecho e iba a quedar en la palma de mi mano. El sonido cada vez era más intenso y parecía seguir un patrón casi como código morse.

Cerré la ducha y me quedé totalmente en silencio esperando otra señal. Nada. Silencio absoluto. Nuevamente, solo el graznido los pájaros migratorios hacía eco en la, ahora, inmensa habitación. Mi corazón seguía latiendo, pero ahora había disminuido sus pulsaciones mientras mi cabeza seguía intentando discernir si el sonido era real o solo eran alucinaciones producto de una intensa semana.

Mi calma se había visto inquietada y mi ducha había fracaso en su objetivo. Mi cuerpo había vuelto a sentirse rígido y mi cien palpitaba producto de las escasas horas de sueño avecinando un dolor de cabeza monstruoso. Decidida a terminar con mi infructuoso baño, me estrujé el cabello para no gotear camino a mi habitación y abrí la vieja y desvaída cortina azul.

𝕻𝖊𝖘𝖆𝖉𝖎𝖑𝖑𝖆𝖘.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora