Capítulo 4

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Oí unos gritos desgarradores a mi lado, parpadeé lentamente y giré la cabeza: estaba en una habitación, continué inspeccionando hasta que vi la silueta de mi madrastra, Blenda, llorando sobre una cama al lado mío. Al ver unos cabellos rubios un nudo se formó en mi pecho y el sueño se disipó en un segundo.

—¿Qué... —intenté pararme pero Blenda se abalanzó sobre mí.

—¡Maldita bastarda!¡Lo mataste, mataste a tu hermano, mataste a mi hijo!

Gritó mientras apretaba mi cuello y clavaba sus uñas, pero el dolor no estaba ahí. Entré en un estado de shock, a penas podía escuchar sus gritos. Un guardia la alejó de mí. Mantuve la mirada clavada sobre las sábanas blancas que cubrían el cuerpo. Estaba petrificada, temía verlo, Abner, no podía ser él...

Los segundos pasaron lentos, hasta que me incliné y caminé hacia el cuerpo, deslicé la sábana que lo cubría y lo vi: su piel pálida, tan pálida que parecía estar congelado. Toqué sus labios secos, sus párpados cerrados, su pecho estático...

Abner había muerto.

—¡Abner!¡Abner! —grité sintiendo mi garganta partiéndose —No es verdad, no es verdad, no es verdad.

Apreté su rostro contra mi pecho, esperando que despertase en cualquier momento, esperando a que me llame a jugar, esperando a que me hable tras la puerta de mi habitación, esperando a que me abrace y diga que me ama.

Esperándote, Abner.

Esa tarde los golpes y los gritos parecieron insignificantes. 

—Abner se sacrificó por ti. 

Eso fue lo que me dijo Grens mientras me latigaba.

Llegué a mi habitación, me asomé por el hueco de la ventana y miré el cielo infestado de nubes grises. Recordé que una vez de pequeños me dijo que, después de la muerte, seguimos existiendo de manera intangible. Él adoraba creer en la reencarnación, aunque no tuviese pruebas de que fuese cierta, le gustaba la idea de nacer de nuevo y ser una lechuza. 

Bajé la mirada, las carrozas que habían sido preparadas para llevar a Abner a La Academia ya no estaban, algunos sirvientes se alinearon formando un camino hasta las rejas de la salida.

Se había preparado una ceremonia para enviar el cuerpo a ser sepultado junto a los restos de los anteriores Saragon. Por supuesto, me prohibieron asistir a ella y debería estar encerrada en mi habitación por un mes, recibiendo comida dos veces por semana. Padre no se mostró en ningún momento ante mí, Blenda fue la única que descargó su furia conmigo y me impuso el castigo.

Vi entre las colinas y el anochecer una carroza blanca aproximarse, en cuanto llegó a la entrada los sirvientes se irguieron e hincaron. Una chica con los ojos hundidos y la mirada apagada bajó, sus ojos azules se cruzaron con los míos: era Cadwyn; sin embargo, esta vez pude sentir su ira, podía entender que incluso ella, quien se mantuvo al margen todos estos años, se estaba muriendo por entrar a mi habitación y clavarme una daga en el pecho. Así era su mirada: estremecedora y filuda, casi más que la de mi padre.

Esa noche simplemente me quedé viendo la irreal luna bañando con su luz el ataúd donde yacía el cuerpo de Abner, a quien hace unos días había estado saludando desde la ventana.

La ceremonia terminó unos minutos después, pero a la sepultura solamente fueron Cadwyn y Blenda, papá se quedó.

Me rendí ante la realidad e intenté desaparecer un momento entre los sueños, pero cada vez que cerraba los ojos lo veía: Abner me miraba, me miraba con desprecio, y esa era una imagen que no podía soportar. Comencé a sofocarme en el asfixiante dormitorio, así que salí a caminar por los pasadizos del castillo, intentando recolectar memorias de él. Mientras paseaba sin rumbo escuché unas voces provenientes de la oficina de mi padre. Me acerqué sigilosamente y pegué el ojo por la pequeña abertura de la puerta mal cerrada.

—No puedo seguir enseñándole a esa asesina, señor. ¡Mató a su hijo! —exclamó Grens incrédula.

Padre tomó de golpe el vaso de alcohol que tenía en la mesa.

—No me has dicho nada que no sepa —respondió enarcando una ceja —. Ahora que Abner ha fallecido, necesito que Arise aprenda a cumplir las funciones de las que él tendría que haberse encargado si hubiese terminado La Academia.

—Pero, señor...

—No te di permiso de hablar. Somos los Saragon, y debemos cumplir nuestro deber para proteger nuestro estatus y poder. Eventualidades como esta, sucedieron, suceden y sucederán siempre.

Grens parecía no creerlo, lo miraba con incredulidad.

—No trabajaré más aquí, señor Kiram. No puedo seguir con alguien como usted, es inadmisible. Y pienso que si quiere amenazar a alguien, debería analizar todas las posibilidades, pues la verdad es que yo sé que Abner Saragon sacrificó su vida para salvar la de Arise.

Mi padre frunció el ceño.

—Oh, por favor, Kiram. Tú sabías que tu hijo despertó sus habilidades desde los 6 años, tenías miedo de que algún día pudiese llegar a superarte y ocupar tu lugar como líder de los Saragon. ¿No crees que todo esto es muy conve...

Padre movió los dedos y por detrás de Grens se alzó la silueta de un guardia que la atravesó con su espada, de sus labios viejos salió un escupitajo de sangre: Grens, la distinguida dama a la que todos respetaban entre la élite, había muerto como una cucaracha.

Me tapé la boca horrorizada y me alejé de la puerta, oí unos pasos acercarse. Sentí una corriente recorrer mi espalda, giré temblando a observarlo.

—Hasta mañana, Arise —dijo mi padre tomando mi rostro entre sus manos. Sacó una poción de su bolsillo y me hizo beberla. 

La belleza de Caos #PGP2023Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang