Torre Norte

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"¡Si Camila me atrapa, me colgará del balcón boca abajo! Son 18 pisos hasta el suelo, no sobreviviré está vez. Debo apurarme o ella se dará cuenta", pensó Matías saliendo de un brinco de su cuarto con el celular de su hermana en mano. La alarma se había disparado en sus manos y Camila, en el otro cuarto, se despertó con el sabor del ron aún en la boca, metió su mano debajo de su almohada y la resaca desapareció de golpe al hallar que su celular había desaparecido.

"¡Matías!", gritó Camila colocándose de pie en un salto, casi resbalando en el intento, el piso de cerámica estaba cubierto por un líquido aceitoso.

"¡¿Dónde estas Matías?!", gritó de nuevo. Salió y lo encontró en el pasillo con la evidencia en mano. Lo persiguió, intentando no resbalar en el proceso. Estiró su brazo en un voraz intento de tomarlo por el cuello, pero resbalando en el intento, aunque alcanzó a tomarlo por la pantaloneta haciéndolo caer a él también.

—¡¿Qué haces con mi celular?! —exclamó arrastrándose hacia el.

—¡No cogí nada! —respondió Matías.

—¡Si te estoy viendo que lo tienes en tus manos! ¡¿Cómo lo desbloqueaste?!

Matías no despegaba los ojos de la pantalla, su dedo estaba en el botón de cerrar, listo para ser oprimido.

—0506, ese es el pin de desbloqueo —mencionó Matías —. Piso 5, apartamento 6, ¿Crees que no me di cuenta de que te gusta? Si sabes que yo lo conozco, ¿verdad?

Matías hablaba de Adrián, el jardinero rubio del edificio, el mayor crush que Camila haya tenido. Aunque él nunca se interesó ni de pedirle la hora.

—¡No me digas que le escribiste! —Camila exclamó —. ¡Me dirás ahora que hiciste vil lagartija o te rasuro con la máquina de pelar papas! —dijo zarandeándolo, logrando así quitarle el celular. Solo que Matías no conoce la palabra perder y con una maniobra se liberó y pateó el celular haciéndolo caer en la sala entre la gruesa alfombra y el pesado sillón heredado de la abuela.

—No le escribí —dijo él poniéndose de pie —. Pero esa conversación que tenías con tu amiga y los juegos de rol... ¡Iugh!

Camila se enfureció más. Ahora su pose de toro bravo indicaba que se venía un ataque directo, pesado, cuerpo a cuerpo y con daño crítico. Al menos no tenía la chancleta de cuero a la mano o el palo de escoba, él las escondió previamente. Matías se preparó para recibir la embestida.

De repente, el celular timbró bajo el sillón, la respuesta que él esperaba había llegado. Ambos cambiaron de dirección, corrieron a por el celular y se lanzaron cuál jugador de rugby por el balón, metieron sus manos hasta el fondo de la alfombra y agarraron lo primero que encontraron. Camila sacó una bolsa de sobras de pollo frito, aun con grasa chorreando, Matías sacó el celular.

—Tenías... que sacar... la basura... anoche —gruñó ella.

Ehé —balbuceó Matías.

Camila lo prendió de su manchada camisilla, lo alzó del suelo y él cerró los ojos, resignándose a lo que venía.

En el edificio, 18 pisos abajo, el reloj marcaba las 8:52 AM desde el computador de la recepcionista. La señorita Martínez sostenía su café matutino, disfrutando de la calma mañanera en uno de los barrios más pudientes de la ciudad, cuando el grito de Matías llegó como estruendo, despertando a más de uno en el camino. Y aunque inadvertido, no logró extrañarle en lo absoluto.

—¡Quítate de encima, no puedo respirar! —gritó Matías. Camila logró quitarle de nuevo el celular.

—¡Noo! Todas mis aplicaciones están abiertas, ¿Por qué aparece este nombre aquí? ¿A quién estabas buscando? ¿Quién es Alex?

El Mismo Piso, Del Otro LadoWhere stories live. Discover now