El Basurero

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Matías fue arrastrado hasta la parte trasera del parque que lindaba al jardín del condominio, un area de unas dos hectáreas llena de maleza, arboles y viejas ruinas. Pataleó con fuerza hasta que logró encestar un golpe en la entrepierna, haciéndolos caer a los dos. Allí, bajo un gran árbol de mangos, que tan copiosamente abundan en el lugar, Matías volteó a ver quién era, contando con la sorpresa de que era Adrián.

-¿Adrián? ¡Viejo, me asustaste!

Rojo y sin aire, Adrián intentó apoyarse en las extensas raíces de un árbol para no desmayar del dolor. "Me diste justo en el medio de las dos...", dijo con dificultad.

-¿Duele?

-¡¿Y si te pego yo a ti a ver que se siente?!

-No gracias, eso duele. ¿Oye, cómo fue que abriste el carro?

-¡Maldi...! Pues... RESULTA... que soy bueno con las herramientas -respondió entre suspiros -. ¿Cómo crees que te saque esa vez del ducto de basura?

Entre las sombras y arbustos, disculpas y regaños, ambos vieron como el policía salió del edificio, y halló la puerta de la camioneta abierta. Enseguida avisó por radio sobre la fuga y empezó a recorrer las cercanías en búsqueda de Matías. Adrián no pudo evitar notar la figura de un pequeño can a un lado de la camioneta.

-¿Ese no es Quiqui? -preguntó Adrián. Allí, bajo el ardiente sol de la mañana, el cuerpo moribundo del perro se hacía crispeta. En cualquier momento sus ojos saltones explotarían -. Ese es perro de la señora Urrutia, ¿qué hace aquí afuera?

-¡Déjalo allí! Esa vida es un demonio. ¿Sabes que una vez me esperó con otros 5 perros fuera del edificio? Ese perro es jefe de una pandilla, lo se. Y estoy seguro que persiguen mi aroma.

-Cualquiera puede oler tus patas a kilómetros, Matti. No creo que sea para tanto, deberíamos recogerlo y llevárselo a la señora Urrutia. Ella debe estar buscándolo.

A los pocos segundos el chihuahua se levantó, miró a todos lados y mordió la llanta del carro policial haciendo que se espichara. Luego, tomando de nuevo la media de Matías, se fue corriendo lejos buscando por él.

-Okey... mejor olvídalo -siguió Adrián -. ¡¿Oye, tú fuiste el que dañaste el elevador?! -Preguntó jalándole una oreja -. También dejaste tus patotas pintadas en el piso, ahora me toca llamar al técnico. Y además te encuentro metido en el carro del policía. ¿En qué te metiste ahora?

-Ha sido un día largo, okey.

-¡Apenas son las 9! ¿Qué es tan importante que a las 9 de la mañana estás en la calle, en pijamas, y con la policía persiguiendote?

Matías no supo cómo responder esa pregunta. De hecho, eran de las pocas veces que no sabía que decir.

-Dejame adivinar, ¿problemas de nuevo con tu familia otra vez? Oye, eres muy joven para esto -dijo Adrian.

-Algo así -dijo Matías sentandose a su lado -. ¿Sabes por qué me mudo aquí cada Julio? Según mi mamá dice, el abogado de mi padre pidió pasar al menos un mes con él y hermana. Lo raro es que mi papá nunca pasa en casa y no es que me lleve tan bien con mi hermana, a ella le da igual si estoy o no...

-Viejo yo... -intentó interrumpir Adrián.

-Mi mama me envió antes de tiempo aquí. Yo sé que ella no me soporta, nadie lo hace. Cada vez que intento hacer amigos, siempre me rechazan y me miran... Feo, pero encontré a alguien el otro día que no me trató asi, al contrario, dijo que quería estar conmigo. Lo único que quiero es saber si lo que dijo es verdad o no.

-Mati, ¿cuántos amigos tu tienes? -preguntó Adrian intentando armar los cabos sueltos. Matías hizo como que contaba con sus dedos para luego responder que ninguno.

El Mismo Piso, Del Otro LadoWhere stories live. Discover now