𝘓𝘖𝘝𝘌𝘙𝘚; 𝘈𝘭𝘦𝘹 𝘲𝘶𝘢𝘤𝘬𝘪𝘵𝘺

𝟎𝟓|𝐏𝐚𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞 𝐝𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬

📍𝐏𝐎𝐕'𝐒 𝐀𝐥𝐞𝐱 𝐐𝐮𝐚𝐜𝐤𝐢𝐭𝐲

Habíamos llegado muy tarde al parque de diversiones, el tiempo en el restaurante pasado tan rápido que cuando llegamos ya se estaba haciendo de noche. Pero a los dos nos valía madres e igual nos subimos a los juegos.

Comimos más, algunas banderillas y palomitas, nos metimos a la casa de los sustos y creo que esa atracción fue la que menos me gustó. La aero-sol me obligó a subirme con ella a un carrusel. Éramos los únicos dentro de una atracción para niños.

—Nos vemos como unos pendejos. —Le dije, la volteo a ver y ella parecía muy feliz.

Su rostro se ilumino un poco más cuando sonrió de oreja a oreja con un poco de rubor en sus mejillas. Bueno, podía acostumbrarme a verme como un pendejo si ella mantenía esa sonrisa en su rostro.

—Entonces somos unos pendejos buena onda y cool. —Responde, saca su teléfono y comienza a tomarse fotos.

—¿Que pedo? ¿Porque me robaste esa foto? —Le pregunto, notando que tenía una instantánea mía en su funda, aún lado de la foto que le tome yo por la tarde.

—Porque me ha gustado. —Dice y vuelve su atención al teléfono.

—Pero es mía.

—Era.

El carrusel comienza a bajar la velocidad hasta que finalmente se detiene, Gisel se baja de un pequeño salto y comienza a caminar con la mirada en el teléfono y sin esperarme, que culera. La alcanzó y doy un golpe ligero en el hombro.

—¿Ahora dónde vamos, ratera? —Le Pregunto y ella me mira mal.

—Hay que subirnos a una última atracción, ya es algo tarde, —Responde revisando la hora—. Vamos a la rueda de la fortuna.

Por la hora no había mucha gente y menos en esa atracción. Unas cuantas parejas o pequeños grupos de amigos, los cuales al final decidieron no subirse, dejando la rueda de la fortuna vacía. Siendo nosotros lo únicos en subir.

La rueda comenzó a moverse, dio cuatro vueltas hasta que se detuvo.

Gisel se pega a una de las paredes para ver hacia abajo y luego todo su alrededor, le brillaban los ojos y se le hacían una línea por sonreír. Puta madre, aún que lo niega una y mil veces, está chica me gusta.

—¿No sientas frío? —Le pregunté, llevaba casi nada de tela arriba y Los Angeles suele ser un lugar muy fresco por la noche.

Ella se gira hacia mí.

—Si, pero soy la mera verga y voy a aguantar. —Responde y luego se vuelve a dar la vuelta.

Ella era la mera verga, pero se iba a poner a chillar cuando no aguante el frío, como si no la conociera.

—No digas mamadas, te vas a enfermar. —Digo y le colocó mi chamarra sobre sus hombros.

—Te la recibo solo porque eres mi mejor amigo, no porque me esté muriendo del puto frío.