Capítulo 3

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MALDITA PERRA

El sol poco frecuente de septiembre golpeaba tortuosamente el rostro de Loreley, abrió los ojos con mucha dificultad, la cabeza le dolía a más no poder, su pobre cuerpo estaba adolorido y al medio incorporarse el sabor amargo producto del vomito se hizo presente en su boca. Se levantó del sofá y corrió al baño para regresar todos los litros de alcohol que había bebido la noche anterior. La pobre subió su mirada sigilosamente al espejo del lavamanos para inspeccionar que tan mal estaba su rostro. Ver su reflejo solo confirmó lo que ya intuía por lo acontecido la noche anterior sus ojos estaban hinchados, su pómulo derecho tenía un gran moretón, aparte divisó que tenía roto el labio.

Se alejó del espejo por que empezaba a llenarse de ira y sabia como terminaría ese espejo, sintió asco al ver su reflejo y volvió a devolver el estómago, ella se incorporó y se dirigió hacia las canillas de la regadera las dejo al tope y entró al agua sin importarle la temperatura, empezó a tallar su cuerpo con tal fuerza que algunas partes se enrojecieron y otras empezaron a arder, pero eso ya era natural en ella siempre pasaba al día siguiente de cada noche de hace cinco años, ella se sentía muy ilusa y completamente ridícula al pensar que el jabón y el agua borrarían el rastro de aquellas sucias manos que la tocaron la noche anterior, se enjuagó y salió a vestirse , se puse un short de mezclilla, tenis negros y una sudadera que le hacía juego se dirigió a la pequeña cocina a buscar en el refrigerador algo que llevarse al estómago y no se decepcionó al saber que no tenía más que alcohol y unas bananas casi echadas a perder.

Al ver la pobreza de su refrigerador buscó sus lentes oscuros para ocultar sus moretones se los puso cerciorándose de no llamar la atención, tomó unos cuantos billetes y salió del departamento. Bajando las escaleras notó que uno de sus cordones se había desatado bufó frustrada y se agachó a amarrarlo levantó la vista no lo suficientemente rápido como para evitar chocar con algo demasiado fuerte que le provocó terminar en el suelo del recibidor.

Levantó la mirada super molesta por lo acontecido y aquel extraño la veía con un gesto burlón

–¿qué haces ahí? – sonrió la pared humana

-–¿de qué fabrica anabólica te escapaste? – Loreley siguió en el suelo pero sonrió de lado frunciendo el ceño.

–¿de qué hablas? - la miro confundido el extraño

–Eres demasiado musculoso para ser humano– ella soltó sin más

Alguien se río detrás de él, lo único que ella vio fue a un hombre haciéndose una coleta mordiendo unos lentes oscuros con sus carnosos y lindos labios.

–¿qué haces ahí? –ella supuso que se refería a su caída

–Esperaba a que un idiota me preguntara - se levantó y sacudió su ropa, empujó a los desconocidos y continuó su camino hacia la puerta principal.

–¿vives aquí? – reconoció la voz del hombre musculoso

–Si - levantó los hombros y se voltio dándoles la cara

–Entonces tendremos una linda vecina - sonrió el hombre con moreno que se había sujetado el cabello

–¿que? – ella los miraba con atención

–Mueve tu trasero– una voz gruesa se escuchó a sus espaldas voltio con discreción y un pelirrojo se aproximaba hacia ellos con expresión de molestia y cargando una caja de cartón.

–Ya oíste a la diva – dijo sonriendo la montaña andante.

–Vámonos–sonrió el pelinegro–adiós tu– dijo amablemente

–Me llamo Loreley - susurró

–Muévete Loreley– el pelirrojo paso a un lado de ella empujándola irrespetuosamente.

- Muéveme si puedes idiota – gruño Loreley

El pelirrojo volteo sorprendido y levanto una ceja, al parecer no estaba acostumbrado a que le hablaran así. Regresó y la empujó con más fuerza.

–Dije que te movieras– Se dio la vuelta y siguió caminando.

Una Loreley colmada de su paciencia lo siguió y lo empujó. El pelirrojo volteo furioso y soltó la caja.

–¿qué crees que haces maldita perra? - levantó una ceja demostrando su ira a flor de piel.

–¿Que te importa nenita? – Loreley replicó

Ella estaba convencida que aquel volcán andante erupcionaría y la golpearía, sigilosamente retrocedió unos pasos y chocó con algo, era un tipo pálido de cabello platinado, no muy alto y de expresión seria.

–Vamos Dimitri no dejarás que una niña te haga perder la cabeza - sonrió y vio al pelirrojo buscando calmarlo.

–Es que ella...- la señaló como un niño acusando a otro por molestarlo

–Ignórala – la vio el pelirrojo– vamos tenemos mucho que hacer– completó el platinado pasando de la tensa escena.

El pelirrojo se alejó de ella y subió con toda la tranquilidad del mundo , el moreno y la montaña andante lo siguieron.

–Bonitas piernas maldita perra–gritó el pelirrojo en un tono burlón

–Las de tu madre maldita nenita– gritó ella siguiendo su camino escuchando su risa antes de cursar la puerta principal no pudo evitar sonreír débilmente.

La chica se puso los lentes y caminó sin prisa al supermercado, nadie la esperaba ni se preocupaba si tardaba con su llegada a casa , así que se tomó su tiempo eligiendo cada uno de los productos para su despensa incluso debatió que marca de helado le era más apropiado para sus noches de reflexión.

La Fragilidad de los CuerposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora