Enclave de Moura

2 0 0
                                    

El grupo siguió viajando durante unos pocos días más, pero a Erik se le hicieron semanas. A la mañana del quinto día, cuando pensaba que ya no podía más, la comitiva se detuvo en un terreno escarpado rodeado de maleza en la ladera de la montaña. La gente no ocultada sus rostros decepcionados, y murmuraban entre ellos con indignación:

—¿Se supone que tenemos que vivir aquí? —se oía al fondo.

Entonces, Trevis, como líder del enclave, se acercó a unos matorrales que bloqueaban el camino y los apartó, mostrando la entrada a una diminuta cueva. Desde fuera, parecía ridículo pensar que todos cabrían ahí, pero uno a uno fueron entrando. Erik tuvo que agacharse y avanzar unos cuantos metros en la oscuridad, pero entonces, una luz lo cegó. En ese momento pudo reincorporarse, y en cuanto sus ojos se adaptaron, descubrió que aquella cueva no era más que el acceso a una inmensa gruta casi tan grande como Breona, con un techo altísimo del que colgaban enredaderas y otras plantas.

Las paredes estaban repletas de pasadizos a varias alturas, como si de un queso gruyer se tratase. A través de algunos de ellos penetraba el sol, y una agradable brisa mantenía el lugar fresco y ventilado. Por el suelo de piedra la naturaleza se había hecho paso, llenándolo de frondosa vegetación.

—Bienvenido a Moura —dijo una voz a su espalda.

Se trataba de Aldir, quien entrara antes que él a la gruta y lo estaba esperando. En otra situación, a Erik le habría encantado charlar con él, pero después de lo de aquella noche, no podía ni mirarlo a los ojos.

—Aun queda mucho por hacer aquí, pero al menos tenemos un techo, ¿verdad? Jeje —continuó hablando el hada.

Erik se limitó a asentir y se marchó sin dar explicaciones. Aldir quiso ir detrás del, pero alguien se lo impidió agarrándole del brazo:

—Ahora mismo necesita estar solo.

Aldir se giró y se encontró con Laura, la hermana gemela de su amigo.

—¿Sigue mal por lo del otro día?

—Supongo —la semielfa se encogió de hombros—. No es fácil para él, y además todo el enclave lo ha visto en ese estado...

—Pero, ¿cómo le podemos ayudar? —insistió el hada.

—Ahora mismo, lo mejor que podemos hacer es darle espacio.

Aldir no quedaba muy convencido, pero acabo por hacerle caso a Laura, que después de todo conoce a Erik mucho mejor que él.

Con todas las personas reunidas en un mismo lugar, a Erik le faltaba el aire. Además, se sentía observado y juzgado por todos. Deseaba irse, desaparecer, dejar de ser una molestia... Sin pensarlo dos veces, se metió por el primer pasadizo que encontró y se refugió en la oscuridad. No pretendía adentrarse demasiado, no quería perderse, pero necesitaba alejarse de todo aquel barullo, y descansar.

Allí adentro, el ruido de la gente se amortiguaba, pero a la vez, otro sonido captaba su atención, como el murmullo de agua corriendo. Sin saber por qué, sintió la necesidad de seguirlo. Al final del corredor se encontró con otra gruta, no tan grande como la anterior, por la que cruzaba un río que iba a dar al exterior, cayendo en una catarata. Pero Erik ya conocía ese lugar, tenía una sensación de déjà vu que no se le iba de la cabeza. Pero, ¿cómo era posible? Erik nunca antes había salido de la cúpula de su ciudad, era imposible que hubiese estado allí antes.

"Bienvenido a Moura". Las palabras de su amigo resonaban en su cerebro.

—Moura... —pensaba en alto—. ¿Dónde he oído yo ese nombre antes?

—¿Aún te acuerdas? —le sorprendió su padre por la espalda.

En ese momento, todo cuadró. Los recuerdos le vinieron a la memoria como en una cascada, como por la que casi se cae un pequeño elfo de una historia que le había contado su padre mucho tiempo atrás. Allí, aquel niñito fue rescatado por una mujer hada y su hija pequeña, y juntas lo ayudaron a llegar a su aldea sano y salvo. A Erik le encantaban todos sus cuentos fantásticos, y tenía muy buena memoria, pero ese había quedado enterrado en su mente hasta hoy.

Antes de que todo acabeTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang