Capítulo 24

70 7 3
                                    

—Ok, propongo un juego —dice con una sonrisa de corsario malicioso.

—¿Juego, para qué?

—Como bien dijiste antes, no nos conocemos mucho, así que he pensado en este pequeño juego de preguntas.

Hemos pasado todo el día juntos.
Desayunamos mientras nos lanzábamos miradas de deseo; almorzamos entre caricias y ahora, estamos cenando entre risas. La parte de mí que ama la soledad, está gritando por echarlo a patadas; pero lo quiero conmigo otro rato.

También quiero otro polvo. Ah, soy una zorra.

—Es una competencia a ver quien come más rápido —dice poniendo en la mesa las dos únicas magdalenas supervivientes de esta mañana —. El ganador hace una pregunta, que también tiene que responder.

—O sea, ¿si me como este dulce antes que tú, hago una pregunta que también tengo que responder?

—Sí.

—Es un juego estúpido. ¿Por qué el ganador responde también? —es incomprensible.

—Porque queremos conocernos. La ventaja de ganar es dirigir la pregunta hacia el tema de tú quieras —finaliza su oración acariciando mi nariz con la punta de su dedo.

—¿Y si no quiero responder la pregunta?

—Pues... el oponente elige una pieza de ropa para quitarte.

—Mmmm —hago como si me lo pensara —. Vale.

—Entonces, a la cuenta de tres, empezamos a comer.

1... 2... 3

Agarro la magdalena y me la llevo a la boca abierta. Mastico frenética, mientras veo como mi pirata lo hace más rápido. Y como era de esperarse, gana él. Levanta la mano señalando su victoria, y corre a la cocina en busca de agua para ambos. No consideramos que la comida se atorara en la garganta.

Al conseguir tragar la pelota de dulce, le doy una mirada suspicaz.

—Chico inteligente, jugaste sabiendo que ibas a ganar.

—Uno debe aprender a elegir sus batallas —me da una sonrisa presuntuosa que me enfada.

—¿El arte de la guerra?

—No. Lo escuché en una peli —me da una sonrisa inocente, como si no hubiera roto un plato en su vida.

—Entonces, ¿cuál es tu pregunta? —tengo mucha curiosidad, que aumenta cuando él me mira con expresión seria. Se lo piensa unos instantes.

—¿Qué pensaste la primera vez que me viste?

Rememoro el momento, cuando nos miramos en el pasillo el año pasado.

—Me quedé embobada contigo. Me encantó tu pelo y esa argolla dorada. Comencé a llamarte "pirata" en mi cabeza desde entonces, porque no sabía tu nombre —una sonrisita egocéntrica curva sus lindos labios, que desaparece cuando digo lo siguiente —. Pero también pensé que eras un idiota, porque me mirabas como si fuera un aguacate en el mercado.

Me mira confundido por la comparación y le aclaro con una sonrisa.

—Como si estuviera en exhibición, y pudieras manosearme cuando se te antojara. De más está decir, que no te soportaba.

Estoy siendo muy honesta sobre mis sentimientos. Odio hablar de ellos. Como si el silencio pudiera eliminar lo que se mueve bajo mi piel.

No ser vulnerable con nadie, implica que nadie te conozca realmente. Y eso es una reverenda mierda.

Bajo la piel de HarperWhere stories live. Discover now