Jinete de Dragón

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Todos estaban en la cena de celebración de la princesa Rhaenyra, más sin embargo ella se encontraba en la habitación de su padre, leyéndole mientras lo miraba con cariño. Ella sabía que su padre estaba enfermo, que empeoraba cada día, pero no quería imaginarse un mundo sin él, dolía demasiado.

Rhaenyra, mi única hija. -pronunció débil el príncipe Baelon.- Protege a los tuyos, mi niña. Cuida de la familia. Prométeme que cuidarás de Viserys, Aemma y tu abuelo, cuida de Daemon, no lo dejes solo. Cuídate mucho, mi pequeña princesa. Tu padre te ha amado toda la vida, y siempre te amará.

En ese momento la joven princesa tomó la mano de su padre, comenzando a soltar lágrimas silenciosas.

Padre, no. -susurró a penas, viéndolo casi desvanecerse.- No, no, no.

Presa de la desesperacion, gritó por un maestre para que pudiera revisar a su progenitor, que se veía cada segundo más débil.

No puedes irte, padre. -le dijo ella con la voz rota.- No me dejes sola, por favor, no me dejes.

Mi hija, mi pequeño pedazo de mi hermosa Alyssa. -pronunció él lentamente.- Jamás te dejaré sola, estaré siempre contigo, viendo tus pasos, intentando guiarte. Sé feliz, Rhaenyra.

Y allí, tomando la mano de su hija, el príncipe de la primavera soltó un último suspiro, antes de que su alma abandonara la tierra de los vivos.

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El príncipe Viserys lloraba desconsolado junto a su esposa y su hijo, teniendo al lado a su hermana y su abuelo, el Rey Jaehaerys.

Murió, mi rey. -dijo el joven príncipe a su abuelo.- Mi padre murió.

El extraño se lleva a algunas personas realmente rápido y de formas misteriosas. Mi hijo es prueba de ello. -fue todo lo que dijo el rey, viendo hacia el cuerpo de su hijo.-

El príncipe Baelon a la mañana siguiente de su muerte tuvo un funeral digno de un Targaryen. Todos vestían de negro y tenían rostros llenos de tristeza, la princesa no sollozaba, no se movía, no gesticulaba, pero las lágrimas rodaban por sus mejillas, mojando su rostro. Su sobrino Daemon se le acercó y le tomó la mano, haciendo que caminaran juntos. Los niños muy pronto desaparecieron sin que nadie lo notara.

Minutos después de caminar, ambos se encontraron en el bosque real y decidieron recostarse contra un árbol. El pequeño príncipe estaba acostado en el pecho de su tía, mientras esta le acariciaba las manos con suavidad. Ella no podía parar de llorar, pero se sentía reconfortante que alguien estuviera con ella en aquel momento tan desdichado y triste.

Prometo que no te dejaré sola, tía nyra. -susurró el infante, viendo a la mayor.- Estaremos juntos todos los días. Te acompañaré en tus lecciones, y estaré junto a ti en todo momento. Nadie nos separará.

La princesa ahora sonrió un poco, viendo hacia el menor con cariño.

Gracias, Daemon. -dijo ella en un hilo de voz.- Es muy cierto eso de que no nos separarán, no dejaré que nadie te aparte de mi lado. Mi dulce sobrino con aroma a rosas.

La alfa se acercó hasta el cabello del platinado y suspiró al poder sentir aquel aroma que desde hace un par de días la tenía delirando. Sin notarlo, ambos se quedaron dormidos cómodamente, juntos.

Horas más tarde, Rhaenyra escuchó gritos y apretó con fuerza el pequeño cuerpo que estaba recostado junto al suyo, sacando una daga que su padre le había dado el día anterior por su onomástico.

Nyra. -susurró Daemon con temor en su voz.-

No te muevas, pequeño dragón, todo está bien. -devolvió ella el susurro, manteniéndose alerta.-

Frente a ambos se presentó el príncipe Viserys junto a la princesa Aemma, ambos con lágrimas y con índices de desesperacion, pues podía sentirse en los aromas de ambos.

Tú, pequeña desvergonzada. -se acercó el mayor hacia ella, por lo que se levantó, guardó su daga y vio a su sobrino ir con su madre.- Cómo es que te atreves a llevarte a mi hijo sin ningún motivo ni explicación.

El príncipe estaba completamente fuera de sí, su cachorro había desaparecido y resultaba que la autora de aquello era nada más y nada menos que su hermana.

Viserys, basta, detente. -gritó una desesperada Aemma, sin poder frenar la abofeteada que le había dado su esposo a su cuñada.-

Todos los guardias, y la princesa consorte al igual que su hijo, se encontraron horrorizados por la escena, pues una marca roja se formaba en la mejilla de la princesa menor.

Cómo te atreves tú a tocarme, Viserys. -le reclamó ella, mientras lo veía con dolor en sus ojos.- Daemon me trajo hasta aquí, nadie estaba abrazándome, mirándome o escuchándome, ni siquiera tú que eres mi hermano. Pero tu hijo lo hizo. Mi padre acaba de morir, y todos solo estaban al pendiente del grande y buen príncipe Viserys. Qué importa Rhaenyra.

Ella comenzó a caminar, jugando con su daga mientras volvía a llorar, y veía el rostro de su hermano pasar de uno de enojo a uno de asombro.

Y no hablo de la princesa Rhaenyra Targaryen. -continuó hablando con dolor.- Hablo de Rhaenyra la hija de Baelon, la hija de doce onomásticos de Baelon, quien se quedó sola durante el funeral, que tuvo que abrazarse a sí misma, que solo recibió miradas juzgadoras y llenas de prejuicio, también un poco de pena. Tenías a tu esposa y tu hijo para ti, dime qué hay de mi. Qué es lo que hay para mi.

Ahora caminó ella hasta su sobrino, para así acariciarle el rostro, agachándose para quedar justo frente a aquellos brillantes ojos.  Le sonrió y besó su coronilla, para luego levantarse, guardar nuevamente su daga y comenzar a caminar hacia el castillo, ignorando a todos, ignorando el llanto de Daemon, aquel que tanto le dolía escuchar.

El rey Jaehaerys había observado todo, y escuchado todo. Tenía una charla pendiente con sus nietos, pero ciertamente era momento de hablar con su nieta, primero con ella, la imagen de su hija Alyssa.

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Más tarde aquel día, la alfa Targaryen nuevamente estaba en el bosque real, siendo custodiada por un par de guardias, en una parte donde los árboles no bloqueaban la vista del cielo. Fue algo extraño lo que sucedió, pues un dragón misteriosamente aterrizó justo allí, como si alguien le hubiera llamado.
Lo curioso es que no era cualquier dragón.

Vhagar. -dijo con asombro la Targaryen, acercándose lentamente a la dragona.- No puede ser.

La princesa no podía con el asombro de ver allí a la dragona de la Reina Visenya, mostrándose ante ella. Le acarició la cabeza, y la dragona la aceptó, así que con cuidado intentó subir en ella, y lo logró, sintiendo un vínculo casi al instante.

En una habitación de la fortaleza roja, Viserys estaba hablando con el rey junto a su esposa e hijo, cuando un rugido ensordecedor se escuchó, y se asomaron a la ventana para ver.

Es Vhagar, mi rey. -le dijo viserys, sin poder creer lo que sus ojos veían.- Y su jinete, su jinete es Rhaenyra.

Ambos hombres sonrieron, sabían que algo así no tardaría en suceder, pero era demasiado pronto.

El pequeño Daemon veía también por la ventana con admiración y emoción, al igual que su madre.

Aquel día Rhaenyra Targaryen se había convertido en jinete de dragón. La jinete de Vhagar.

corazones ardientes (daemyra)Where stories live. Discover now