Vete, Rhaenyra

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Alicent se sentía herida, había compartido cama con la princesa Rhaenyra desde que ella se presentó como alfa hasta hace poco que él príncipe Daemon se presentó como un omega. Desde ese día, la princesa Rhaenyra le había dicho que ya no iban a verse, y no importó lo mucho que le rogó, no pudo lograr nada. Luego ese día, su mayor adoración la había tratado como si no valiera nada, y es que la castaña sabía que la había insultado, pero la alfa había hecho que su padre fuera destituido de ese cargo que él tanto quería, además de eso, aquel pequeño omega le había quitado una mano solo porque lo tomó del brazo.

Esa noche, cuentan los guardias cercanos a los aposentos de la princesa Rhaenyra, que una omega, Lady Alicent Hightower, estuvo tocando la puerta e implorando por perdón para ella y para su padre por horas, hasta que la princesa decidió salir y decirle que le pidiera perdón a sus queridos dioses de la fe de los siete, pues ella no otorgaba perdón a nadie.

Se pensó que todo quedaría hasta ahí, pero nadie se imaginó que la castaña se dirigiera luego a las habitaciones del príncipe Daemon, que dormía tranquilamente en su cama.

Mientras Alicent iba de camino a su nuevo destino, Rhaenyra se sirvió una copa de vino y se sentó una silla cercana a su cama, pensaba en que esa mujer en serio estaba loca.

Maldito desgraciado, si no hubieras nacido yo podría tener mi final feliz. -dijo la castaña mientras entraba a la habitación, haciendo que el príncipe se despierte.-

Lady Alicent ¿Qué hace aquí a esta hora? -se despertó completamente, exigiendo una respuesta mientras la veía, algo nervioso por lo que la había escuchado decir.- No entiendo de qué está hablando.

Si tú no hubieras nacido, si no fueras un omega, yo podría casarme con Rhaenyra, ella sería reina y yo su consorte, yo podría ser feliz. -comenzó a caminar lentamente hasta que quedó frente a la cama del príncipe.- Pero estás aquí, vivo, respirando.

A este punto, Rhaenyra ya había sentido una extraña sensación que le recorría todo el cuerpo y no la dejaba estar tranquila, una voz en su cabeza solo le decía "omega, proteger" una y otra vez. No pudo luchar contra eso, y rápidamente corrió por los pasadizos secretos de la fortaleza, encontrándose sin querer con el que conectaba a la habitación de su sobrino.

Ayuda, por favor, ayúdenme. -repetía el príncipe una y otra vez, al ver que ella le apuntaba con un hacha que parecía bastante filosa.- Rhaneyra, por favor ayúdame.

No vendrá, nadie vendrá a salvarte, es momento de morir, joven príncipe. -fue todo lo que dijo ella una vez que estuvo lo suficientemente cerca, levantando el hacha.-

Sin embargo, no pudo acabar lo que había empezado, pues la princesa se lanzó sobre ella, derribándola mientras soltaba un gruñido de profunda molestia, uno muy territorial.

Aléjate de él. -había gritado la alfa hacia la castaña con su voz de mando, haciendo que esta cayera de rodillas al suelo y comenzara a sollozar debido a lo abrumada que se sentía.-

Guardias habían llegado al escuchar el poderoso comando de la princesa, encontrándose con la omega hightower en el piso, tomando aún con agarre débil aquel hacha con la que planeaba lastimar al príncipe.

Daemon, mírame. -pidió en un tono bajo la alfa Targaryen una vez que estuvo frente a su prometido.- Shh, pequeño dragón, todo está bien, aquí estoy.

Él tan solo se abalanzó contra ella y la abrazó, comenzando a sollozar con fuerza, sosteniéndose del cuerpo ajeno. Rhaenyra no entendía porqué la hightower tuvo que intentar dañar al pequeño omega, él era inocente, un niño de doce onomásticos que no entendía muchas cosas de la vida aún. Ni siquiera había sido besado en los labios, o tomado de la cintura, ni siquiera había agarrado aún una espada para aprender a pelear. Era un omega recién presentado que estaba nervioso y no entendía lo que estaba pasando.

corazones ardientes (daemyra)Where stories live. Discover now