Una cena deliciosa

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Después de un momento, Verónica abrió los ojos que había se permitido cerrar para poder procesar sus emociones

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Después de un momento, Verónica abrió los ojos que había se permitido cerrar para poder procesar sus emociones.

Jessica regresó al espejo, como si fuera el sitio que le habían asignado definitivamente. La música de la grabadora volvió a sonar y las luces retomaron la normalidad. Todo estaba como antes.

Cuando Verónica abandonó el cuarto para reencontrarse con Malany, pudo observar el verdadero cambio. La casa de Jessica ya no era horrible. Ahora lucía un precioso porche bien cuidado, con una mecedora y rosales adornando. La marquesina estaba rodeada por pequeñas lucecillas que daban la apariencia de que ahí vivía una verdadera estrella del cine.

Como las ventanas ahora estaban tan limpias, se podía observar desde fuera a Jessica arreglándose. En realidad, ahora era una escena verdaderamente hermosa. Como si se pasara por el "detrás de cámaras" de alguna escena glamorosa dentro de cualquier película de Hollywood.

Malany le sonrió orgullosa, al tiempo que observaba la preciosa imagen que estaba frente a sí.

—Veo que te ha ido muy bien —dijo la chica colocando una mano sobre el hombro de su amiga—. Lo hiciste perfecto, Verónica.

—¿Quién lo diría? Me siento mucho mejor que nunca —soltó aquello dando una pequeña vuelta—. Pero ahora muero de hambre, ¿crees que podamos regresar a la vida normal? Quiero comer algo urgentemente.

—Bueno, eso en realidad no será necesario —comentó Malany empezando a caminar por la avenida—. Verás, cuando logras algo que ha resultado en verdad difícil para ti, puedes obtener una recompensa, como una especie de premio para añadir a tu vecindario.

—No puedo creerlo —comentó Verónica emocionada—. ¿Qué tipo de lugar puede ser?

—El que sea, pero no te preocupes, Life lo sabe, sabe lo que quieres y necesitas.

Malany apenas acababa de decir esas palabras, cuando señaló hacia una de las esquinas del vecindario. Frente a ellas, se encontraba una pequeña cafetería.

Nuevamente, Verónica comprobaba que todo lo que ella alguna vez soñó, podría materializarse justo como lo deseaba.

La chica aplaudió con entusiasmo y empezó a correr hacia la cafetería.

Malany la miró con nostalgia. La chica se aproximaba a su premio con el entusiasmo puro de una niña.

—Lo hizo muy bien —dijo para sí misma al tiempo que intentaba alcanzar a su compañera a paso mucho más tranquilo.

La entrada era preciosa, con hermosas figuras talladas en las paredes y en las puertas. Celestiales vitrales y enormes vitrinas con divinos pastelillos exhibidos. Las mesas eran tan brillantes, que dejaban notar con mayor intensidad aquel letrero que decía: "hamburguesas, aquí".

Verónica parecía en una dulcería. Dio saltos por todo el lugar, contemplando cada uno de los detalles que estaban presentes. Apenas se estaba cuestionando cómo es que todo funcionaba, cuando se sentó en la barra y una deliciosa hamburguesa apareció frente a sí. Lucía justo como aquellas que salían en televisión sobre los años cincuenta. Siempre se le habían antojado en las películas y había deseado fervientemente probarlas.

Las papilas gustativas de la chica se activaron de inmediato en cuanto aquella impecable hamburguesa con doble queso rozó su lengua. En verdad sentía que estaba en el cielo, en verdad sentía que todo eso estaba completando lo que su alma estaba destinada a ser. Fue en ese preciso instante que notó a Malany en el fondo. La observaba con ternura, pero no se acercaba.

—¡Ven! Están muy ricas —invitó la pelinegra haciendo un movimiento para que se acercara.

Malany lo hizo lentamente, como si casi no tuviera energía y, al final, se sentó a un lado para recibir una deliciosa hamburguesa.

—Malany... ¿te pasa algo malo? —cuestionó la chica mientras seguía disfrutando de su hamburguesa.

Malany cayó en cuenta de su propia postura, así que de inmediato se colocó ese abrigo de alegría que siempre portaba con seguridad y se sentó a un lado de Verónica sin colocarle mucha importancia a la pregunta.

—Estoy bien, solamente he estado un poco cansada —dijo abriendo la hamburguesa—. Es como la de los anuncios.

—Sí —respondió la chica emocionada—. Siempre quise probarlas. Me encanta que pueda tener restaurantes aquí. ¿Qué más puedo tener?

—Todo tipo de cosas, en realidad. Hay premios grandes y otros pequeños, todo va apareciendo a su tiempo, pero créeme que todo llegará conforme lo necesites.

Verónica volvió a echarle un vistazo a todas las instalaciones. Había un enorme menú colgando en una de las paredes. Recordaba haber visto algo parecido en una serie, pensó que quizá nunca sería capaz de contemplar algo tan bonito en toda su vida.

—¿Es como un sueño? —preguntó Verónica de la nada.

Malany había estado intentando perderse en la pequeña hamburguesa, así que la pregunta la tomó desprevenida.

—¿Cómo?

—Todo esto, ¿lo toman de mi sueños?

—Oh, no. —Malany tomó una servilleta que estaba en la barra para limpiar la cátsup que se había derramado después de preparar su comida—. En realidad eso no tiene nada que ver. Todo esto se construye con base en lo que ha quedado en lo más profundo de tu mente.

—Podría ser un origen parecido, ¿cierto?

Malany asintió con lentitud, como intentando averiguar si estaba diciendo lo correcto.

—Bueno, podría parecer, pero los sueños son un campo que en realidad no conozco demasiado.

—¿Quieres decir que hay más lugares además de Life?

La chica se detuvo un momento y levantó la mano hasta que una deliciosa malteada de fresa apareció frente a ella. Le dio un sorbo antes de comenzar.

—Hay muchas cosas más profundas, pero en realidad eso es algo de lo que no tienes por qué preocuparte.

Verónica le sonrió, porque estaba contenta con las cosas que había estado consiguiendo. Levantó la mano como lo había hecho Malany y recibió con los ojos bien abiertos, esa deliciosa bebida que se había colocado frente a ella. También lucía como un regalo de su misma mente.

Escurría el hielo con tanta perfección, que casi le hacía soltar una lágrima por admirar algo tan hermoso. 

—Malany...

El silencio que prosiguió ese momento, fue nuevamente ceremonioso. En todo ese tiempo, Verónica había aprendido a disfrutar los pequeños instantes en los que todo parecía salir perfectamente bien. Ahora, no creía que las cosas pudieran complicarse, puesto que el horizonte estaba aclarándose frente a los ojos de la chica.

Verónica sorbió de la malteada mientras permitía que sus sentidos se inundaran por lo que ella estaba esperando: la tranquilidad.

—Este vecindario es lo mejor que me ha sucedido —soltó la chica tranquilamente—. Gracias por hacerme conocer este sitio.

 Gracias por hacerme conocer este sitio

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