Una nueva mañana se alzaba en Baker Street, las cajas de mudanza de Watson aún llenaban el amplio salón de aquel piso, pero, John anoche, ya se había cansado de ordenarlas, así que, ahí estaban, intactas desde hacía horas. Holmes tampoco las había tocado, respetaba profundamente la privacidad e intimidad de ahora su nuevo compañero, por lo que solo se había centrado en recoger un cuarto de sus cajas, más amplias que las del ex-militar y con cosas mucho más curiosas.
John, como buen madrugador, se había despertado a las 8 de la mañana, hora que el mismo había considerado tardía debido a que acostumbraba a levantarse una o dos horas antes, pero bueno, la mudanza era ciertamente cansina.
Aun sin saber muy bien donde estaba la cafetera, se dirigió a la cocina con varios bostezos mientras estiraba sus músculos. Debido a su somnolencia matutina, casi se cayó de bruces por una caja de color semejante al suelo, antes de caerse, dio varios pasos acelerados mientras se tambaleaba, consiguiendo, así, mantener mínimamente el equilibrio, sin armar mucho escándalo. El rubio se dio la vuelta viendo la caja de su, ahora, compañero, perfectamente cerrada con cinta aislante que sería difícil de quitar con las manos, al parecer él no era el único que se había dormido antes de desempaquetarlo todo.
La curiosidad le llamó por un instante, no conocía del todo a su compañero. Sí, llevaba varios días ahí, resolviendo un crimen con el que arriesgó su propia integridad física, donde, mató un hombre por salvar al otro hombre; nunca había sido tan impulsivo, solo en la guerra. No sabía muy bien por qué, pero su compañero le había intrigado, tanto como él se había arriesgado por salvar la vida de una persona, aquella persona se había arriesgado por... ¿Curiosidad? ¿Éxtasis? ¿Trabajo? Sherlock le llenaba más de preguntas que dé respuestas.
Es decir, John no era tonto, se había metido en su página web para investigarle, pero no había sacado nada de provecho más que más dudas y fascinación por su seguramente alto coeficiente intelectual envidiable desde lejos; eso y el cómo despreciaba de cierta forma a figuras de superioridad como era el cuerpo policiaco y forense, o el cómo era tan excéntrico, superior y ciertamente egocéntrico. Watson dudaba, todas las personas de la guerra que dominaban un alto cargo o tenían aires de superioridad eran los primeros en derrumbarse, herirse, llorar o inclusive, morir. No se fiaba, bueno, no es como que un militar con estrés postraumático pueda confiar con facilidad en el mundo, no después de ver la destrucción y el odio de seres humanos como él.
Quería respetar la privacidad de su compañero, pero a decir verdad tampoco es que encontrara la cafetera y la caja estaba cerca de la cocina, así que, había muchas posibilidades de que encontrara la cafetera en aquel lugar. Cuidadosamente, empezó a quitar cinta tras cinta, ayudándose de sus uñas para romperlo con más facilidad. Lo primero que vio al quitar las solapas de cartón de aquella caja fue una noticia de periódico bastante antigua, ahí salía un joven Sherlock resolviendo su primer caso. Tomó aquella página entre sus manos, sintiendo aquel leve olor a humedad. Debajo de aquella noticia se encontraba un cuaderno con una pegatina, algo sucia de una corona, bueno, más de uno, pero justo cuando lo iba a abrir, algo tocó su hombro, aquello hizo que se sobresaltara.
- ¡John, disculpa! No quería asustarte, es que tenía café de sobra y como Sherlock aún no compró una cafetera pensé que os vendría bien... ¿Qué hacías?
Habló la casera, la señora Hudson, era una anciana de voz simpática que solía oler a galletas Lotus y a café. Velozmente, el rubio guardo el cuaderno y la noticia del detective, cerrando la caja.
- Buscando la cafetera, casualmente
El ex militar soltó una pequeña risa aun con el corazón encogido, aceptando el café que olía demasiado bien.
Sherlock despertó una hora después de que John lo hiciera, aun con el olor de los granos de café bastante presente en el lugar. Holmes se levantó de la cama, mirándose al espejo como cada mañana. Movió su pijama, se lo acomodó a su cuerpo e intento quitar las arrugas de forma manual, aprovechando de igual manera para palpar su abdomen, sus brazos, él. Una vez que las arrugas semi desaparecieron, ordenó su pelo. Su estómago dio una especie de rugido mañanero que el pelinegro contestó con otro gruñido.
Salió de la habitación con aquel pijama holgado de colores grises y negros. Lo primero que vio fue como la caja estaba, ciertos centímetros, movida, como el olor del café era más potente en su pituitaria y el cómo la caja había sido abierta. Mierda, esa caja.
- Buenos días, Sherl- -Fue a hablar el doctor, interrumpido por el detective, inclusive antes de terminar de pronunciar su nombre-
- ¿Por qué has tocado mi caja? Está abierta y desplazada del lugar, la cinta adhesiva está rota con lo que parece ser tu uña y tu intento de dejarla como antes me parece nefasto -Habló veloz, con cierta seriedad-
- Disculpa... buscaba la cafetera, como estaba cerca de la cocina pensé que la habías metido ahí, abrí la caja, pero al ver que había el recorte de un periódico y varios ¿Cuadernos? Lo puse en su sitio -Al ver como los ojos grises del mayor se posaban sobre él con frialdad, añadió- Pero no abrí ni leí nada, te lo prometo
- Bien, son cosas privadas, ¿Hay café solo? -añadió-
- Sí, la señora Hudson dijo que te gustaba ese
- Perfecto
Y con esas palabras decidió cesar la conversación.
En menos de una hora Sherlock había terminado su café y John, unas improvisadas tostadas con mermelada de fresa, de una tienda muy cercana.En pocos minutos, Holmes se enfrascó y focalizó en su ordenador, desactivando y olvidándose de la presencia de otros. John decidió ir a la clínica e ir adelantando el papeleo de final de mes.
El ordenador de Sherlock era como su seguro de vida, lleno de contraseñas, pocas veces descuidado y con cosas tan variadas tanto de casos como lo que se denominaría popularmente como "su vida privada". Podía quedarse absorto por horas, participando en foros de forma anónima, buscando o resolviendo casos por doquier e ignorando la bandeja de entrada de su correo, si es que en alguna parte mencionaba "Mycroft" o cualquier derivado de este nombre. John había traído también su ordenador a aquel piso compartido, pero desde el primer momento Sherlock supo que no veían aquel dispositivo tecnológico de la misma manera. John lo tenía descuidado, a veces hasta con polvo y las teclas estaban sucias. Dejaba el portátil por la casa sin importancia del mayor y solo tenía un simple patrón de desbloqueo que se correspondía a su fecha de nacimiento, aquel dato del cual (por ahora) no se olvidaría.
Sherlock era todo lo contrario, su ordenador estaba impoluto y lo usaba tanto que algunas teclas estaban ya marcadas por la leve grasa de sus dedos y la presión que ejercía y, también, tenía dos patrones de desbloqueo distintos y ninguno se correspondía a la fecha de su cumpleaños o cualquier ñoñería de ese estilo.
Bueno, después de todo, esa era solo la primera señal del gran camino que diferenciaba a ambos.
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"El espejo mentiroso" Johnlock
FanfictionUna vez que el joven Holmes se miró al espejo y no pudo ni verse, supo que tenía que cambiar, fuera como fuera, costara lo que costara. Desde que él y John se mudaron juntos, Watson comenzó a sospechar pese a que Sherlock consideraba que ya había "s...