CAPÍTULO 9

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Y justo cuando todo parecía ir tan bien, aparece de nuevo. Aparece esa sensación de opresión en su pecho, la humedad en sus ojos que le impide ver bien las fracciones furiosas de su padre, el temblor de sus manos. 

Se siente de nuevo aquella niña ingenua y débil a la que le prometieron que sería la última vez que le pondrían la mano encima. A pesar de haber tanta gente a su alrededor, se siente sola, abandonada, y solo reza porque Edén, en alguna parte de aquel enorme supermercado, pueda sentir su angustia.

Y sus plegarias son escuchadas.

El rubio deja, de repente, todo lo que está haciendo. Centrado en aquella nueva aflicción en la boca de su estómago por culpa del lazo con su pareja. Ese mal presentimiento que le hace olvidar todo y solo deja una cosa clave en su mente. "Su cachorra"

- No quiero.- Por fin Abigail parece recuperar la voz, tratando de ganar tiempo y que aquel hombre de barba poblada no le arrastre hacia la salida.- ¡No voy contigo a ningún lado!

- ¡Cállate!- Víctor ve rojo del enojo cuando, por primera vez en casi veinte años, su hija parece tener algo que opinar al respecto.

Su fuerza es mayor, su enfado descomunal, y el cuero cabelludo de Abi escuece ante la fuerza con la que la arrastra, a pesar de que trate de sujetarse con las manos. Las primeras lágrimas caen y se teme lo peor cuando su padre lo aleja del centro comercial hacia la salida.

El tiempo se le acaba

- Le voy a pedir con educación que suelte a la señorita.

En cuanto suena aquella profunda orden no dicha, el forcejéo se detiene de golpe. Los ángeles aprecen entonar, por encima de la cabeza de la chica, un canto celestial. Víctor gruñe por la interrupción.

 Pero cual es su sorpresa, cuando no es el rostro de aquél Beta el que se encuentra al girar en la dirección de aquella voz.

Abigail ruega con la mirada a aquel hombre. Parece poco mayor que ella, de pelo castaño y ojos verdes, atlético y algo alto. Pero no es eso lo que le importa, si no el uniforme de guardia que porta. Lo mejor que podría haberle pasado en al vida.

- No te metas, chico.- Refunfuña molesto su padre tirando una última vez de ella.- Es un tema entre mi hija y yo.

Sin embargo antes de que vuelva a empujarla una mano se interpone con firmeza entre los dos, dejando en claro que no piensa dejar que se la lleve.

Víctor lo comprende. Que no podrá hacer nada. No delante de un guardia real. Porque, a pesar de que no esté su perro faldero, parece que el universo se la tiene jugada.

- Volveré, Abigail.- Por fin suelta su agarre, y ella consigue respirar de nuevo.

- No puedes obligarme a separarme y volver contigo.- Dice ella con valor, sintiéndose más segura ahora que sabe que se marcharé.- Las leyes nos respaldan.

Y parece dar justo en el clavo porque una sonrisa diabólica se forma en el rostro de aquel viejo hombre. Una que manda escalofríos por todo su cuerpo previendo que algo horrible trama.

- Las leyes no amparan a los rogues. A los desertores.- Susurra con voz grabe, haciendo que sus palabras calen hondo en Abi.- Y, que yo sepa, tu querido lobo es uno. Al igual que tu.

Después desaparece, dejando un frío vacío en el pecho de aquella chica, a la que las desgracias parecen perseguirle, como una pesadilla que nunca acaba. Cuando por fin parece haber encontrado su futuro, su pasado le persigue.

No sale de su ensoñación hasta que siente una mano cálida sobre su hombro que la hace sobresaltarse.

- Eh... ¿Me estás escuchando?- El hombre tapa la visión de aquella puerta de salida por la que desapareció su padre. Parece preocupado.- ¿Estás bien?

La castaña asiente aún aturdida.

- Es... Estoy bien.- trata de sonreír, aunque es solo una mueca.- Muchas gracias...

- Ethan. Cabo mayor Ethan.- Aclara con una sonrisa agradable extendiendo su mano hacia ella.

- Abigail.- Se presenta de vuelta.

Ambos estrechan su mano con fuerza. La castaña se siente en deuda con él por haberle quitado de medio a su padre. Tal vez es el uniforme o esa sonrisa lo que le da la confianza, pero se ha ganado todo su respeto.

- Toma.- Ethan le extiende una pequeña tarjeta de contacto.- Si vuelve a molestarte, no dudes en llamarme.

Esta vez habla seriamente. Ethan está a costumbrado a ver tipos como este en su trabajo, sobre todo en su época de cabo. No lo dudó cuando vio las lágrimas de aquella joven que ahora le sonríe agradecida, guardando la tarjeta.

- ¡Abigail!

El grito resuena por todo el centro comercial casi desesperado, y por tercera vez en el día, la susodicha salta del susto. A penas le da tiempo a reaccionar cuando ya lo tiene encima. A un Edén desesperado, tratando de revisar alguna herida o signo de lo que ha ocurrido. Con sus dos manos sobre sus mejillas conectando el precioso azul de sus ojos con los de ella.

- ¿¡Estas bien!? ¿Que ha ocurrido?

Viendo la escena, Ethan da dos pasos atrás, comprendiendo quien es aquel hombre. Relacionandolo con el leve olor a Beta impregnado en la pequeña loba. Es su cachorra.


- ¿Es cierto? ¿No aplican las leyes en nuestro caso?

La cabaña está ocura. La luz de las velas es lo único que alumbra, ya que la noche está muy opaca y humeda. La lluvia no tardará en romper.

Abigail está sentada en el pequeño sofá con las manos entrelazadas en su regazo. Edén pasea nervioso de un lado a otro como un animal enjaulado, enfadado por todo lo que ha ocurrido en el centro comercial. Y sobre todo por no haber estado ahí para ella, de nuevo.

- Ambos somos rogues, cachorra. Y yo además un desertor, en teoría.- Pasa las manos por su pelo rubio tratando de deshacerse los nudos de las puntas.- En teoría... En teoría tu padre tiene razón.

Abi suspira resignada después de escuchar eso que tanto temía. Según las normas, va en contra de la ley impedir que dos mates adultos estén juntos. Separarlos de cualquier modo es sancionable. Por lo menos no está permitido sin la aprovación de alguien superior, como un Alpha.

Víctor no tendría ningún derecho de tocarlos. De llevarsela en contra de su voluntad. Pero no aplica en caso de rogues. De lobos sin manada. Lobos solitarios como lo son ellos.

- Dijo que volvería.- Susurra la castaña con la mirada perdida, realmente aterrada.

- Lo se.- Gruñe molesto Edén sentandose a su lado y dejando de dar vueltas por fin.

- Podemos pedir ayuda a Ethan. Él me dijo que me ayudaría.

- ¡No!

Ethan. Abigail le contó todo sobre aquel muchacho al que le debía agradecer pero, que por alguna razón, genera un sentimiento de celos imparable en su pecho. Porque él si pudo protegerla, a su cachorrita, cuando Edén no estaba. Que se ha ganado la confianza de su castaña y que, encima, ha osado darle su teléfono.

Si lo tuviese enfrente, no safría si darle la mano o pegarle una paliza.

- ¡Pero podría darnos una solución!

- ¡He dicho que no Abigail!

El grito la paraliza y Edén se arrepiente enseguida de haber subido la voz. Pero está tan enfadado consigo mismo que arde. Que no puede mirarla en la cara sin sentir ese dolor en su ego y en su pecho. ¿Que habría pasado? ¿Por que no estuvo para ella? ¿Que pasará la proxima vez si llega tarde?

Las dudas le atormentan, los ojos brillosos de su mate le torturan. Así que no espera para huír de ahí, esperando despejarse.

Sale de la casa justo cuando las primeras gotas de agua caen sobre el enorme bosque.

Mi CachorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora