Prólogo

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La ventana de la habitación estaba abierta de par en par lo que permitía que la suave brisa cálida de primavera moviese lentamente las cortinas, a la vez que los rayos de luz de la luna iluminaban sutilmente la habitación. Más allá, cerca de la entrada de la misma se encontraba ubicada una lámpara de pie que estaba encendida dándole un toque de color celeste a la habitación.

Alan tenía la costumbre de dejarla encendida, no le gustaba dormir por las noches en la total oscuridad. Había algo que a pesar del tiempo transcurrido desde esa fatídica noche no había podido superar: dormir en la total oscuridad.
Había logrado superar muchos obstáculos en los últimos siete años, pero eso era algo pendiente, que en algún momento debería enfrentar.
Se despertó de golpe, muy asustado, totalmente sudado, sintiendo como la pesadilla que había tenido se había vuelto a repetir, como todos los años en esa misma época.
Sentía que su grito pidiendo ayuda había quedado en su atrapado en lo profundo de su garganta, sin que nadie lo pudiese oír.
El recuerdo vago de esa noche, las risas de los alfas, sus manos sudorosas que acariciaban su cuerpo mientras el trataba de alejarlos, el olor a alcohol que se percibía en su aliento cuando sus bocas lo besaban provocándole ganas de vomitar. El forcejeo con ellos para tratar de escapar, luego un golpe en su cabeza, sus ojos que ya no lograban ver en la oscuridad hasta que finalmente llegó a la pérdida de sus sentidos.
Los recuerdos eran borrosos pero había algo que sí recordaba claramente: eran unos ojos color miel que no había podido olvidar y no le encontraba sentido al haberse apegado a ese recuerdo, tanto que en esos siete años no había podido sacar de sí ese sentimiento de atracción. Sabía que eso estaba mal, pero no podía evitarlo, por más que lo desease con todas sus fuerzas.

Trato de calmarse diciéndose a sí mismo que había sido solo una pesadilla, pero que le recordaba la triste realidad que vivió hace tantos años.

La tristeza y el dolor por por todo las desdichas que tuvo que enfrentar desde ese día, entre ellas la que más lo lastimaba fue el desprecio de su propio padre, quien enterándose de la situación lo habia desterrado, ya que lo consideraba una verguenza para la estirpe de su familia. Ninguno le había tendido una mano para ayudarlo, a excepción de su hermano.
Siete larguísimos años habían ya pasado, aunque el recuerdo todavía lo desgarraba en cada parte de si. Las penurias económicas que había padecido ya se habían desvanecido, pero igualmente trataban de no quedarse demasiado tiempo en una ciudad, para no ser descubiertos.

Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, comenzó a sollozar más y más fuerte, sin poder controlarse, temiendo que quién se encontraba en la habitación contigua a la suya pudiese oírlo.

Se sentó en el borde de la cama, esperando que los latidos de su corazón se aplacaran, luego se levantó de la cama y fue directamente al baño a hacerse una ducha caliente. Posó la frente sobre los azulejos fríos. Trató de sacar toda esa angustia que tenía guardada en su corazón.
Necesitaba volver a la realidad que se había impuesto de no dejar que esos recuerdos continuarán haciéndole daño.

Logró esbozar una sonrisa porque a pesar de que lo sucedido le había dejado heridas en su corazón también le había donado la alegría más grande su vida. Alguien a quien amaba y que también amaba a Alan incondicionalmente.

En la habitación continúa estaba ese ser a quien amaba desde el mismo instante que supo de su existencia. Era quien le daba fuerzas para seguir adelante: su pequeño y maravilloso hijo alfa. Fuerte y valiente aún tan pequeño.

Salió de la ducha un poco más tranquilo. Cuando ya estuvo listo fue a la cocina a preparar el desayuno para el pequeño y luego llevarlo a clases.
Debía tratar de darle un sentido de normalidad al niño si buen sabía que el siguiente año estaría en otra ciudad con nuevo nombre y nuevo empleo.
Lo que debía ocultar no era solamente el hecho de ser un Omega sin un Alfa que se ocupará de cuidarlo a él y a su hijo.
Lo que debía evitar era que descubrieran quien realmente era su hijo. No estaba dispuesto a entregarlo al clan que lo había despreciado, aunque su vida se fuera en ello.

El secreto del OmegaWhere stories live. Discover now