↷ ⋯ ♡ᵎ 𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖛𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖘𝖊́𝖎𝖘

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Sanemi no era un hombre de muchos amigos y lo sabía. Haber crecido a la par de una familia importante, casi opacaba por completo sus propios intereses. La mayoría de las veces estaba bien con eso, pero no tener amigos entre los hombres de su señor le jugaba una seria desventaja cuando todos hablaban sobre él, sobre él y los indecentes actos cometidos con la señorita Kochou, aunque estos nunca hubieran ocurrido.

Bebió directamente de una botella de sake, sin ceremonias ni modales mientras el señor Kochou se sentaba junto a él. Había estado al lado de ese hombre durante casi toda su vida, al punto de que incluso se había llamado a sí mismo "su padre", así que sabía que algo le pasaba. Todos los que lo conocieran bien sabrían casi al instante que algo estaba mal con él, se podía sentir la espesura de sentimientos cada vez que estaba cerca, como si el rescate de su hija fuera algo mortificante.

—Es una noche agradable, ¿no lo crees?

La simple pregunta parecía esconder algo.

—Bastante, debo coincidir. —respondió. —Mañana volveré a ver a Shinobu.

Kaneshiro sonrió, pero era una sonrisa desganada. Después de años viviendo con los Kochou, podía diferenciar muy bien cuándo no sonreían de verdad.

—No hubiera podido hacer esto sin ti, Sanemi. Gracias.

El joven bebió más sake antes de recordarse que no debería estarlo haciendo. —Sería un abuso de mi parte no haberle servido. Yo perdí a Shinobu.

—No te culpes por eso, ya pasó. —ambos quedaron en silencio por unos instantes cuando Sanemi no respondió a lo que dijo Kaneshiro, así que este continuó hablando. —Sanemi, ¿crees que soy un buen padre?

Sanemi no giró la cabeza para ver mejor a su superior, sino que se limitó a mirarlo de reojo. ¿Por qué le hacía esa pregunta? ¿Por qué un día antes del rescate?

—No conozco muchos padres que entren siquiera en la categoría de "decente". —respondió. —Padres que venden a sus hijos e hijas, que los abusan, que los maltratan, que los abandona... Usted nunca ha hecho nada para que yo pueda pensar que no es un buen padre.

Kaneshiro continuó mirando las llamas de la fogata. En sus ojos se reflejaba la danza del fuego y Sanemi se hipnotizó con ellos tratando de descifrar sus secretos.

—¿Quieres a mi hija, Sanemi?

De repente, el joven sintió que se le iba el aire de los pulmones. Había caminado sobre hielo muy delgado desde que comenzaron los rumores con Kanae y aunque en el largo viaje desde su hogar hasta ese lugar se había olvidado del chismorreo, los soldados ya comenzaban a murmurar algunas cosas y se enfureció cada vez que su nombre o el de ella se salía por sus labios.

—Esa es una pregunta capciosa, Kochou-sama. —se las arregló para decir.

—Explícate.

Definitivamente Sanemi no debería hablar sobre sus sentimientos con su patrón, que era nada más y nada menos que el padre de la chica en cuestión.

—Querer significa desear obtener algo. Pero también puede referirse al aprecio hacia una persona, un animal o cosa.

Kaneshiro hizo un ruido, como un tarareo. —¿Y bien? ¿Es un sí o un no?

—No quiero a Kanae para poseerla. No deseo obtenerla como si fuera "algo" y no "alguien" Tampoco la quiero como un aprecio, porque... porque eso sería quedarme muy corto.

Sanemi esperaba que con eso bastara para que Kaneshiro no siguiera preguntando y no le exigiera ser explícito con sus palabras. Sentía una fuerte presión en el pecho, casi estaba conteniendo la respiración y apretaba tan fuerte la botella de sake que creyó que la iba a romper. Estaba asustado por el curso que estaba tomando la conversación, especialmente por el rumor que había en el aire sobre él y Kanae.

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