El primer Encuentro

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Era una noche fría y oscura en Londres. El viento soplaba con fuerza y ​​hacía temblar las ventanas de la mansión de los Hamilton, una de las familias más ricas y poderosas de la ciudad. En el salón principal, se celebró una fiesta en honor al compromiso de la hija mayor, lady Elizabeth, con el conde de Westwood, un hombre mayor y viudo que le alcanzó una posición social y económica envidiable.

Entre los invitados, se encontró a lord Edward, el hijo menor del duque de Devonshire, un joven apuesto y rebelde que había regresado recientemente de un viaje por el continente. Edward no tenía interés en las fiestas ni en los matrimonios arreglados, pero había acudido por cortesía y por curiosidad. Había oído mucho de lady Elizabeth, la belleza y la inteligencia de la temporada, y quería conocerla personalmente.

Cuando la vio entrar en el salón, acompañada por su padre y su prometido, quedó impresionado por su elegancia y su porte. Su vestido era de color azul claro, con encajes y bordados que resaltaban su figura esbelta. Su cabello rubio estaba recogido en un elaborado peinado, adornado con perlas y diamantes. Sus ojos eran de un azul profundo, que contrastaban con su piel pálida y sus labios rojos. Edward sintió una extraña atracción por ella, que no pudo explicar.

Se acercó a saludarla, presentándose como un amigo de la familia. Elizabeth le devolvió el saludo con una sonrisa educada, pero distante. No le prestó mucha atención, pues estaba más pendiente de su prometido y de los demás invitados. Edward se sintió frustrado por su indiferencia, pero no se rindió. Intentó entablar una conversación con ella, halagándola por su belleza y su ingenio. Elizabeth le respondió con cortesía, pero sin mostrar ningún interés especial.

Edward se dio cuenta de que no iba a conquistarla con palabras vacías. Decidió cambiar de estrategia y provocarla con comentarios irónicos y atrevidos. Le habló de sus viajes por Europa, de las aventuras que había vivido, de las mujeres que había conocido. Le dijo que él no creía en el amor ni en el matrimonio, que prefería la libertad y el placer. Le preguntó si ella no se aburría de su vida monótona y predecible, si no deseaba algo más emocionante y apasionado.

Elizabeth se sintió ofendida e irritada por sus insinuaciones. Le dijo que ella estaba muy feliz con su compromiso, que el conde era un hombre honorable y generoso, que le apoyaba todo lo que una dama podía desear. Le dijo que él era un libertino y un irresponsable, que no sabía lo que era el amor verdadero ni el respeto. Le dijo que se alejara de ella, que no quería volver a verlo ni a hablarle.

Edward se quedó sorprendido por su reacción. No esperaba que ella fuera tan orgullosa y tan firme. Se sintió herido por sus palabras, pero también más intrigado y atraído por ella. Se dio cuenta de que ella era diferente a las demás mujeres que había conocido, que tenía carácter y personalidad. Se puede hacerla cambiar de opinión sobre él, hacerla sentir algo por él.

Se despidió de ella con una reverencia burlona y una mirada intensa. Le dijo que él no se rendía tan fácilmente, que volvería a verla pronto. Elizabeth le devolvió la mirada con desdén y se alejó de él.

Así empezó el juego entre ellos.




El juego del amor y del orgulloTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon