Capítulo 36 "Reconciliación parte 2"

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BLAZ

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BLAZ.

Esta mierda debe ser un sueño, estoy en la puta gloria, no puede ser cierto, no puede ser que ella haya dicho que sí a una propuesta de matrimonio de mi parte.

¿Eso quiere decir que ya no tendré que estar solo? ¿No más sexo sin sentido? ¿No más camas solitarias y frías?

¿Tendré todo eso y más?

— Manos a la pared y separa las piernas, rubia.

Ordené, empujando su espalda para que se inclinara un poco más, sujeté mi pene y me deslicé en su interior, sintiéndolo cálido y húmedo gracias a su propia lubricación y todo lo que yo le he metido dentro, mi semen le escurre por las piernas, ensuciando el piso, es una imagen digna de ver.

— Llámame por mi nombre, maldito abogado.

Demandó la princesa.

Su boca es lo que más me gusta, jamás me tuvo miedo, siempre me retó con todo lo que tenía.

Puede que me guste desde que me lanzó ese cuchillo casi ensartándome las bolas, fue ahí que me di cuenta de que era la clase de mujer que yo necesitaba.

— Este maldito abogado será tu esposo, yo que tú comienzo a llamarme, amor, esposo, mi vida o cualquier idiotez así que las esposas utilizan.

— Estás loco — carcajeó, callando casi de inmediato cuando la embestí con demasiada fuerza, quitándole el aire— Tú y yo no somos una pareja convencional, para ti siempre seré la rubia loca, y tú serás mi maldito abogado —mirándome sobre su hombro, sonriéndome— Esos son nuestros apodos cariñosos, futuro marido.

— Me vuelves loco —Gruñí, sujetándola por las caderas, acelerando el ritmo de los embistes— Sujétate bien, rubia.

Embestí con fuerza su menudo cuerpo, los gemidos de ambos rebotan en las paredes, soy incapaz de separarme de su cuerpo, de ella.

— Estás recuperando el tiempo perdido con mucha convicción, más lento... más lento o voy a caerme.

Pidió.

Soy consciente de que comenzó a resbalarse, pero estoy a punto de llegar, si me detengo, no podré llegar al orgasmo con la misma violencia.

— Lo lamento, rubia, pero soy incapaz de detenerme ahora.

Emma terminó de rodillas en el piso, con las manos en la pared, aún así, no me detuve.

De rodillas tras ella, sujeté sus caderas que ya tienen mis manos dibujadas en estas, para embestirla, llenando su interior con mi esencia una vez más, sintiendo la estrechez de su coño estrujarme al llegar a su propio orgasmo.

— Vamos a la cama por favor... ya me duelen las rodillas.

— Cumpliré todas tus demandas, rubia, menos que me aparte de ti — abandonando su interior, escuchando su protesta— Junta esas piernas, que no se te escape mi futuro hijo.

El engaño perfecto +21Where stories live. Discover now