Capitulo 19: No te dejaré

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(Pov Camelia)

Sin pensarlo me acerqué a Kãi y le besé, no podía pensar en nada mas, el es mio y gracias a el podre estar tranquila por fin, se que me ama y que soy la única para el, lo demás no me importa. Sujete su nuca y lo atraje a mi cuanto pude, no me quería separar de el, bajé mi mano hacia su culo y palpe lo que era de mi propiedad. Me separe para buscar aliento y vi sus ojos, esos perfectos ojos con heterocromia, blanco y verde.

Él bajó su cabeza hasta que sus labios se acercaron peligrosamente cerca de los de ella, como si pidiera su permiso. Sin aliento, cerré la distancia y puse mis labios contra los de él. Él gruñó profundamente en su garganta como un animal, antes de que su beso se volviera hambriento, apasionado. Yo por mi parte estaba emocionada y asombrada por su reacción. Ningún hombre, alguna vez, había parecido disfrutar besándola tanto como éste lo hacía. Sus manos fuertes sostenían su cabeza mientras él violaba su boca como si tuviera sed de ella y sólo de ella. Kãi la arrastró hacia sí, mientras la parte oscura de su carácter cobraba vida.

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Ella le deslizó los dedos por el pelo, las exquisitas sensaciones bailaron por el cuero cabelludo, la piel cosquilleando porque nunca antes había sido tocada por otras manos.

- No sé a ti, pero a mí gusta esto. — Susurró, sonando sorprendida.

- Sí. — Había tenido la sangre helada durante tanto tiempo, pero ahora sentía calor, un calor que sólo había sentido con ella, la sangre estaba tan caliente como lava fundida, ardiente por las venas, calentándole todo, gotas de sudor le corrían por la frente y por el estómago, incluso el aliento quemaba, chamuscándole los pulmones y arañando su garganta. Sólo había una cura para la fiebre, e instintivamente sabía lo que era. Tenía que estar más cerca de ella, tenía que tocar todo de ella. Tenía que ser suya.

- Arriba. — Una orden.

Cuando no obedeció de inmediato, Kãi la tomó del trasero y la levantó, obligándole a sentarse a horcajadas, sosteniendo su peso contra él. Y ¡oh, dulce cielo! Sí, eso era exactamente lo que necesitaba. El placer se disparó atravesándole, una especie de hermosa tortura.

Ella gimió en su boca, hundiéndole las uñas en el cuero cabelludo, como si quisiera mantenerlo en su lugar. Como si le preocupara que tratara de escapar. Nunca haría una cosa así. Estaba perdido, ligado únicamente a la mujer en el regazo y se alegraba por ello. Excepto... Excepto que la nueva posición ya no era la bendición que había pensado, necesitaba ser tocado estaba duro por ella y quería tener alivio en su polla. Rápidamente los teletransportó a su habitación.

- Camelia — La nombró.

- Kãi — Dijo con excitación.

El oír su nombre en sus labios lo dejó sin aliento, le llenó de una sensación de posesión. Mía.

-Más... — Suplicó.

- Vale, está bien sí.

Pero no lo hizo, y tuvo que acoplar las manos en las caderas de ella, para controlarse a sí mismo y dejar de tratar de acariciarle por todas partes al mismo tiempo.

- ¿Qué más es lo que quieres? — Susurró.

- Todo lo que quieras darme.

- Yo no... Tal vez... mécete contra de mí.

Mecerse contra... Sí. Mientras se besaban, se arqueó contra él. Adelante y atrás, buscando, retirándose. Cada punto de contacto arrancaba un gemido de ella y un gruñido de él. Placer con un dolor borroso, tan insoportable como necesario.

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