El Hombre Del Regimiento- Capítulo 16

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Narrador Omnisciente

-Camarada Arcadietevich, me da gusto verlo por aquí. Sinceramente, no esperábamos su vista.

-Creí que no tendría tiempo de acompañarlos, pero no tuve más actividades y heme aquí.-respondió Esteban a un camarada del regimiento.- ¿Alguien tiene un cigarrillo?

El mismo camarada, Dietrich, le ofreció uno y Esteban lo encendió.

-¿A qué bella dama enamorará ahora, Gritzky?-preguntó Dietrich.- La hija de Gottberg es buena opción.

Era una reunión para jugar polo, organizada por quién sabe quién, de invitados había demasiados como para hacer un baile.

-Por el momento, no busco engatusar. Pero ayudemos al camarada Arcadietevich, no ha tenido ni una sola mujer desde que llegó aquí.

-Ya habíamos hablado de eso, Gritzky.-respondió él- No insistas.

-¿Es que acaso tiene una mujer rusa en la cabeza?-Gritzky rió ante la broma de Dietrich.- Si es así, ella no lo sabrá; están a cientos de kilómetros de distancia.

Esteban miró a lo lejos, y desde su posición en el jardín, pudo ver la punta del techo del palacio donde Anastasia vivía. <<No, no estamos tan lejos.>>

-Ya sé a quién le presentaremos, si lo que quiere es algo serio. La niña es de buena posición, su padre es del parlamento, lleva una estrecha relación con el rey.

Eso atrajo la atención de Esteban. Si se acercaba públicamente, tendría más oportunidades de ver a Anastasia; pero era demasiado peligroso para los dos. Abandonó toda esperanza de que fuera así, sería mejor que todo quedara en la obscuridad.

-Parece que le agrada. Veré si está por aquí.

Dietrich se fue. Gritzky encendió otro cigarrillo y le ofreció uno a Esteban.

-Tengo que irme, nos veremos después, camarada.

Sin decir más, Esteban salió del cotilleo y montó su caballo blanco para ir al palacio. No le importaban otras mujeres, antes que todo, incluso antes que él, estaba Anastasia; y estaba dispuesto a verla aunque tuviera que pasar sobre Dimitri.

Iba trotando. Por primera vez desde que había llegado, estaba disfrutando del paisaje, el clima, el aire puro de los Alpes; respiró a pleno pulmón, <<¡Qué hermosa es la vida! Y pensar que en tan solo unos minutos puedo perderla. Tal vez muera envenenado, desangrado por su espada, tal vez me encarcelen de por vida; pero, ¿qué importa? Ella estará para salvarme, con solo verla sonreír puedo vivir cien años. Por Anastasia, no me importaría morir a mis veinticuatro años sin haberme casado y sin familia, pero casado ante el mundo, porque para mí, yo soy su esposo tanto como él.>>

Se quedó parado fuera del palacio, admirando lo grande que era, con sus grandes ventanas, la fachada de un imponente estilo francés y algo gótico, y la gran puerta. <<No es tan majestuoso como el de Peterhof, no se como puede estar a gusto... Pero si no es feliz aquí, ¿cómo puedo darle una vivienda digna? Tendría que vender la hacienda que mi padre me dejó, también reclamar la herencia pero nada de eso bastará...No pensaré en eso, por ahora, lo resolveré después.>>

Rodeó el palacio con su caballo, no había señales de vida. A través de las rejas, pudo ver al jardinero haciendo su trabajo y a una criada. Siguió dando vueltas y llegó a lo que parecía ser un bosque, encontró algo similar a un desagüe, por donde Anastasia había huido un año atrás. Continuó el recorrido y llegó de nuevo al frente. Esperaré el tiempo que sea necesario para que ella salga o para que yo pueda entrar.

La Reina InfielWhere stories live. Discover now