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Hacía dos años que Mario prometió a Diana que la besaría en cuanto se vieran. Desde ese entonces, ella soñaba cada noche en el momento en el que ambos se fundirían en ese beso. No sabía cómo besaría él, ni cómo se desenvolvería ella, pero estaba segura de que sería maravilloso.

Aunque había un problema: Diana tenía novio.

Jorge era uno de los mejores chicos que había conocido en su vida. Era todo lo que podía soñar, pero -y siempre había un pero- algo no llegaba a convencer del todo a la muchacha. Quizá fuera su atractivo o su excesiva confianza en sí mismo, no lo sabía con exactitud. Solo sabía que la exasperaba y a la vez sentía algo bastante fuerte por él. No estaba segura de que fuera amor, pero quería a su pareja. Además, ella también tenía algunos aspectos que necesitaba mejorar, por lo que no se quejaba mucho al respecto de él.

Estudiaban en la misma universidad y eran la pareja ejemplar entre todos sus compañeros. Tenían que ocultar sus muestras de cariño para no ser aplaudidos o no recibir silbidos de aprobación. Diana odiaba ser el centro de atención por la creencia de que hacía muy buena pareja con alguien a quien, en realidad, soportaba cada vez menos.

Entonces ¿por qué seguía estando con él?

―Cariño, ¿qué te parecería ir al cine para ver alguno de los estrenos? El que tú quieras.

Jorge sacó de sus pensamientos a Diana, que le miró confusa.

―¿Y qué películas hay? Tal vez no encuentre alguna que me guste ―respondió ella antes de que él tuviera que preguntarle qué le ocurría.

―Con esa predisposición no iremos a ninguna parte.

Él se cruzó de brazos y su pie derecho empezó a entonar una melodía monótona que poco a poco sacó de sus casillas a Diana. Si no fuera por el respeto que sentía por él ya habría estallado. ¿Estaría dejando que Jorge pisoteara su orgullo?

―Si quieres, ve tú solo al cine ―sugirió ella con convicción.

―¿Es eso lo que quieres? ―Jorge dejó caer los brazos y avanzó lentamente hacia ella.

Diana tuvo miedo por su posible reacción, pero lo único que hizo fue permanecer en su sitio a la espera. Hasta que él posó su mano derecha sobre su cintura y la atrajo hacia él con rapidez. Atrapó sus labios con sus dientes y después los dejó ir con rudeza. Ella sintió que un líquido caliente emanaba de la zona que había sido atrapada por él, acercó la mano a sus labios y fue entonces cuando se dio cuenta de que sangraban. Apartó su mirada de los dedos sangrientos para mirarle con cierto temor a los ojos.

―¿Realmente quieres que vaya al cine solo, encuentre a una chica más guapa que tú y veamos una película solo como excusa para meternos mano en la oscuridad? ―El corazón de Diana se rompió, por enésima vez, al oír aquellas palabras. No era la primera vez que Jorge insinuaba que se acostaba con otras chicas o que le era infiel de cualquiera de las maneras― Sabes que te quiero ¿verdad? ―Ella asintió sin estar muy segura de que eso fuera cierto― ¿Quieres realmente que me líe con otras en tu ausencia? ―De nuevo, movió la cabeza para negar lo que él preguntaba― Entonces ven conmigo.

Y la besó con fuerza y rabia. Como si aquello tuviera que indicarle a la chica que era de su propiedad. ¿Cómo podían pensar sus compañeros universitarios que eran una pareja ejemplar cuando estaba claro que no era así? Jorge solo era así cuando estaban solos, pues no quería ensuciar su reputación ante los demás. O quizá la respuesta estaba en que era demasiado listo como para permitir que pudieran acusarle de violencia de género.

Diana ya estaba cansada de esa situación, pero no podía hacer nada para librarse de él. Cada vez que intentaba sacar el tema, él la ponía contra la pared y la amenazaba con dejarla sin voz para intentarlo. Desde hacía tiempo sospechaba que se acostaba con otras, desde que lo pilló in fraganti con una de sus tantas amantes gracias a su mejor amiga. Pero eso él no lo sabía y por eso seguía haciendo lo posible por ocultarle a Diana todas esas noches en las que permanecía ausente. Casi nunca la tocaba, salvo cuando alguno de sus planes se iba al traste y necesitaba deshacerse de su calentón. Y temía que si no iba al cine con él, aquella noche sería parecida a muchas otras de ausencia o de dolor.

Beso de chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora