47- Calle

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¿Qué coño estaba haciendo?

Me levanté sola a la mañana siguiente, pero el aroma de María José seguía impregnando las sábanas. No sólo de la noche anterior… sino también de la anterior. La había
tenido entre las piernas cuando las dos deberíamos estar cenando. Cuando llegó la hora de irse a dormir, ella seguía profundamente hundida en mi interior, reclamándome una y otra vez.

Después de que me dijera que me quería ya no nos dijimos una sola palabra más.

Nuestros cuerpos se pegaron como imanes, llenando el silencio con el sonido que hacían al retorcerse en ausencia de conversación. No me dijo que me amaba: me lo demostró.

Y yo le demostraba a ella lo mismo.

¿Cómo me había metido en esto?

Ya fue bastante malo cuando sucedió la primera noche.

¿Pero dos seguidas?

Compórtate un poco, Calle.

Cuando pensé que había ido a aquella suite a enrollarse con modelos
despampanantes, se me partió el corazón. Fui incapaz de mantener la
compostura delante de mis colegas y me retiré a mi habitación a por un
chupito doble de bourbon para calmar mis nervios.

Tenía los ojos cargados de lágrimas, las manos sudadas y el corazón lleno de dolor.

Y María José lo había visto todo.

Me había tendido una emboscada, sorprendiéndome en mi momento más vulnerable.

Había visto mis sentimientos escritos en mi frente igual que si fueran un
tatuaje. Mis emociones eran la mayor prueba de mi afecto: la sola idea de que ella estuviera con otra me daba ganas de llorar.

Maldita sea.

No tenía sentido negarlo, ni arreglarme el maquillaje. Le había dicho que ya no quería estar con ella, pero aquello era una enorme mentira. Ya no confiaba en ella, pero indudablemente le quería tanto como siempre.

¿Pero qué me pasaba?

No debería permitir que aquello me turbase, que aquellas emociones nublaran mi buen juicio. Debería alejarme de ella como si no significara nada para mí.

Pero allí seguía yo, rodeándole la cintura con las piernas y clavándole las uñas en la espalda.

Patético.

En vez de tomarme una taza de café con el desayuno, me bebí una copa. No tenía migraña y había dormido como un tronco, pero necesitaba el alcohol para templar mis nervios. Me duché y me preparé para la jornada, consciente de que tenía una presentación con María José en sólo unas horas.

Dios, tendría que mirarla a la cara.

Su cara estúpida y perfecta.

Acababa de calzarme los tacones cuando alguien llamó a la puerta.

Supe exactamente quién era.

Me coloqué bien el cuello de la camisa y abrí la puerta. María José no se había quedado a dormir ninguna de las dos noches, probablemente porque era una decisión arriesgada en un hotel abarrotado de conocidos de ambas. O a lo mejor es que
simplemente supo que yo prefería que no se quedase después.

En eso se equivocaba.

Me topé con ella de frente y pude ver esos ojos que parecían el otoño al comenzar. Se había maquillado por la mañana y llevaba un traje negro azabache que realzaba sus hombros y sus estrechas caderas. El tenso
vientre daba paso a unos muslos prominentes y unas pantorrillas tonificadas.

Las Jefas- (Adaptación Cache) Terminada.Where stories live. Discover now