85- Calle

2.4K 242 36
                                    

Una reunión acabó mucho más tarde de lo que yo imaginaba, así que me quedé encerrada en el despacho terminando otros proyectos que no había tenido ocasión de completar.

Antes el trabajo era toda mi vida, pero ahora había pasado a ocupar un segundo lugar tras la mujer a la que adoraba. Antes el dinero significaba más para mí porque representaba
poder e independencia, pero ahora ni todo el oro del mundo significaba nada en comparación con María José. Mientras estuviéramos juntas, me daba igual que acabáramos sin
blanca.

Prefería estar en la cama con los labios de mi prometida por todo mi cuerpo.

El teléfono vibró en el escritorio blanco y su nombre apareció en la pantalla.

Yo respondí de inmediato.

―Hola.

―Hola, guapa. ¿Cuándo vas a venir a casa?

Me gustaba que considerase mi ático su hogar. No habíamos decidido dónde íbamos a vivir, pero no parecía que aquello importase. Ya fuese en su casa o en la mía, nos parecería
bien.

―Pues por desgracia me he liado en la oficina.

No me reprendió por ello porque sabía perfectamente lo entregada que estaba a mi trabajo.

―Acabo de salir de la ducha y estaba a punto de marcharme. ¿Quieres que nos veamos en el restaurante?

―Vale. ―Pasaría por mi casa a cambiarme, pero sólo tardaría unos minutos―. Te veo en media hora, más o menos. ¿Viene Valentina?

María José hizo una larga pausa antes de contestar.

―Lo dudo. Hemos hablado del tema hoy en la comida, pero no ha parecido muy entusiasmada con la idea. Me ha dicho que lo pensaría.

Era una situación complicada y sabía que no se le podía meter prisa.

―Espero que venga.

Su voz femenina estaba llena de pesar.

―Sí… Yo también.

A continuación se produjo otra pausa, pero sólo ocurrió porque queríamos permanecer al teléfono un poco más. Nos íbamos a ver en menos de una hora, pero parecía una eternidad.

Echaba de menos a aquella mujer siempre que no estábamos juntas, aunque la separación durase tan sólo unas horas.

Ella fue la primera en hablar.

―Me muero de ganas de verte.

―Yo también.

―Te quiero.

Ahora me lo decía cada vez que colgaba el teléfono y siempre era la primera en decirlo.

Se había convertido en una rutina entre las dos y esperaba que ese hábito no cambiase nunca.

―Yo también te quiero.

Colgó y yo volví a centrarme en el trabajo, aumentando el ritmo porque quería salir de allí lo antes posible. Ya no me quedaba en la oficina hasta tarde muy a menudo, normalmente
porque ya no estaba tan motivada. Pero si no me ocupaba de aquellos pedidos, me atormentarían al día siguiente.

Mi teléfono volvió a sonar y esta vez se trataba de Juan Carlos.

Activé el altavoz para poder seguir trabajando.

―Hola, Juan Carlos.

Su tono era más distendido que el de María José, pero sus palabras contenían la misma intensidad que parecían compartir todos los Garzón.

Las Jefas- (Adaptación Cache) Terminada.Where stories live. Discover now