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Se levantaron de sus respectivos puestos y salieron del cuarto, encaminándose por la comisaría a la oficina del compañero de Jiyong, más conocido como Jeon SeoJoon, el jefe de la comisaría del pueblo.

La estación de policía no era muy grande. En la entrada estaba la secretaria general del lugar y unas pequeñas sala de espera. La otra parte del establecimiento era donde se ubicaban los cubículos de cada policía, estos estaban organizados de forma que quedara el espacio suficiente para que las personas pudieran caminar libremente por la estancia. En el fondo del lugar, habían tres oficinas, la de la derecha era de la que me acababan de salir, la de Jiyong. Ellos se dirigían a la del centro, la más grande. Ahí era la oficina del Jefe Jeon.

Frente a la puerta del despacho, había un escritorio de tamaño promedio, detrás de este una señora de más de cuarenta años y de pelo rojo, escribía en unos portafolios sobre la mesa. Al sentir la presencia de ambos hombres, la mujer levantó la cabeza para observarlos con curiosidad.

—Jiyong, querido, ¿en qué te puedo ayudar? —le regaló una sonrisa al detective, sin notar la presencia del rubio detrás del mayor.

—Tengo información importante del caso de la Luna —se hizo a un lado y señaló al menor— Tae ayudó mucho, por cierto.

—Oh, Tae, querido. ¿Cuánto tiempo sin verte? ¿Dos? ¿Tres años, tal vez?

—Hola, Seulgi. Sí, después de que Jungkook y yo dejáramos de hablar  ya ni venía tan seguido a verte.

—Mal hecho, niño. No deberías de dejar a mamá Seulgi por qué te peleaste con Kookie, muy mal hecho —se levantó de la silla en donde estaba sentada y se acercó al rubio con una sonrisa—. ¿Cuando creciste tanto, mi niño? ¿Cuánto mides ahora?

—1,78 centímetros, de los cuales estoy muy orgulloso.

—Eres de la misma estatura que mi Kookie.

Él hizo una mueca.

—Si... pero al menos no es más alto que yo. Antes siempre me recordaba nuestras diferencias de estaturas, era un fastidio —mencionó, la nostalgia y la alegría pintaban su voz.

—Ustedes eran adorables juntos, Kookie, Jimin y tú —murmuró con una cálida sonrisa—. ¡Eran como los tres mosqueteros! Juntos para todos lados, ¿qué fue lo que pasó?

—Eso todavía no lo sé, Seulgi.

Un carraspeo junto a ellos llamó su atención.

—Lamento interrumpir pero no me puedo quedar mucho tiempo, tengo un encargo que hacer.

—Lo siento, Jinjoon.
—Es Jiyong —corrigió el castaño. Ella hizo una ademán con las manos para restarle importancia.

—Sí, como sea, querido.  ¿Qué es lo que necesitas?

—Hablar con SeoJoon, ¿ya llegó?

—Sí, espérenme un segundo yo le aviso— se acercó a la puerta con la placa que decía "Jefe de policía Jeon SeoJoon" tocó la puerta dos veces, abrió la puerta un poco y después asomó la cabeza por la rendija que dejó, habló por varios segundos antes de asentir y volverse hacia ellos— adelante —se hizo a un lado y los dejó pasar.

Ellos entraron y, en silencio, se sentaron frente al gran escritorio de roble. Detrás de este, el detective Jeon se encontraba arreglando unos papeles que tenía sobre la mesa.

—¿En qué puedo ayudarlos, caballeros? —cuestionó sin apartar los ojos de los papeles. Su cabello canoso se encontraba desordenado, su piel se veía un poco más bronceada.

—Es sobre el caso del Asesino de la Luna, señor —habló el detective Kwon— la hermana gemela de Manobal Yoona, la víctima más reciente del asesino serial, y Kim Taehyung, aquí presente —hizo un ademán hacia el rubio junto a él. El hombre mayor lo miró con curiosidad y algo de reconocimiento al verlo a través de los lentes que caían por el puente de su nariz—, también han recibido las mismas notas que hemos descubierto con las víctimas anteriores, los que nos lleva a decir que ellos pueden ser el próximo objetivo de nuestro homicida —el hombre dejó los papeles sobre la mesa y se inclinó hacia atrás, recostándose en la silla. Cruzó los brazos sobre su pecho y escuchó con mayor atención— yo en este momento tengo que irme, tengo unos quehaceres pendientes, pero me gustaría, antes de irme, poner policías de los custodien y protejan de los crímenes.

—Tienes mi aprobación, aquí... —tomó una hoja de uno de sus cajones, lo firmó y se lo entregó a su compañero— aquí están los documentos pertinentes, sal y ve con mi secretaria Seulgi, dile la dirección de ambos chicos y ya está.

El joven de cabellos castaños tomó el documento entre sus dedos, leyó por encima la información y asintió hacia ellos.

—Esta bien, jefe, ya voy para allá, pero primero —se volvió hacia el menor— ¿dónde está Manobal Lalisa? ¿Dónde se está quedando?

—Ella se está quedando en la casa de su abuela, en las residencias que hay allí cerca del centro, pero en este momento está en mi casa. Estaba demasiado afectada por lo de su hermana y la dejé descansando en mi habitación.

—Está bien —hizo una inclinación por respeto y salió de la oficina.

Un silencio sepulcral se hizo presente en la habitación. Taehyung no sabía si salir de la oficina o si debía quedarse ahí. El ambiente se tornó algo incómodo por parte del menor. Era raro estar frente al padre de Jungkook, antes hubiera sido normal, pero hace bastante no hablaban. Las veces que habían conversado siempre estaba su padre, su madre o hasta Jungkook. No sabía cómo reaccionar ante el mayor.

—Así que Tae, ¿te han llegado las cartas del asesino?

—Sí... aunque más que cartas, son como imágenes con una o dos frases en la parte de atrás.

—¿Las frases tienen alguna especie de significado para ti?

—Honestamente, no, señor. Nunca hubiera ubicado su procedencia de no ser por las noticias de las víctimas anteriores. Y siendo sinceros, esperaba que usted pudiera ayudarme a entenderlo.

—Pues la verdad, Tae, no te puedo decir mucho sobre el caso, además de que tampoco hay mucho que sepamos —apartó la mirada y observó el paisaje que se mostraba a través de la ventana. Su ceño estaba fruncido y sus ojos castaños tenían un brillo de preocupación—. El asesino es alguien muy astuto, no deja huellas que poder rastrear. Las escenas del crimen son casi que impecables, como si hubieran sido planeadas como antelación. Nunca se ha encontrado un huella o algo que lo delate... se ve que es inteligente, no deja ningún rastro ni nada diferente. El primer crimen fue algo desastroso, se notó a que fue su primer asesinato, sin embargo con los demás fue más precavido, procuró dejar la escena casi que intacta, lo único que decía que era una escena del crimen era el cuerpo dejado en el lugar.

—¿Y cómo supieron que era un asesino serial y no solo homicidios al azar? ¿Cómo los relacionaron? —preguntó con curiosidad.

—Siempre habían notas o frases que lo relacionaban, además de que cada víctimas tenía un tatuaje de una media tatuada en la clavícula, todas eran hechas premortem —él se quitó las gafas y soltó una pequeña risita—. Me pareció muy curiosa su predilección por la luna. Siempre habían frases donde expresaba su adoración por la diosa Luna y su odio a los hijos del sol. No fue difícil saber que con hijos del sol se trataba de las víctimas. Este asesino es muy inteligente, sí, pero con esos cuentos de su Dios a luna se ve que le falta un tornillo —Él soltó un suspiró y antes de mirarlo dijo—: ¿Quien iba a pensar que iba a aparecer un asesino serial en una ciudad tan pequeña como está?

El hijo de la luna (Vkook) Where stories live. Discover now