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- Príncipe Aeron, no sé si debiéramos...

Callé sus reclamos tomando su rostro entre sus manos y dándole un beso como los que llevaba pensando un buen rato. Aquella doncella que había conocido en la isla y que era además una de las damas de su prima Aemerys, lo había encandilado desde el momento en que la había visto esa mañana. También tenía que reconocerse que desde que se había propuesto besarla esa misma mañana tras verla, había dejado de pensar en cierta peliblanca de pelo rizado y piel morena.

Estábamos en las cocinas, las mismas que se habían quedado vacías tras el almuerzo y seguirían así hasta la hora de la cena, por lo que sabía que tenía tiempo suficiente para tentar a esa dama todo lo que ella le permitiese. Besé sus labios y los mordía, pasé mi lengua por su cuello y acerqué aún más su cuerpo al mío con mi mano en sus caderas.
Le hacía partícipe de lo muy excitado que estaba cuando alguien carraspeó a nuestras espaldas, haciéndonos saltar.

- Dios mío, querido primo - puse mis ojos en blanco al escuchar el falso tono de preocupación de Laena - ¿qué haces deshorando de esta manera tan impropia de un príncipe a esta dama?

- Laena, cállate y vete - espeté.

- Además, el maestre te dijo que eso que tienes entre las piernas es muy infeccioso, no sé si debieras...

La chica por supuesto al escuchar aquella burda mentira, se separó se un plumazo, saliendo corriendo tras disculparse sin dejarme explicarle.

- ¡Laena! - grité cuando nos quedamos solos - ¿qué cojones se supones que estás haciendo?

Ella se carcajeaba a mi costa y aquello más me enfurecía; de un par de zancadas llegué hasta ella y con mi dedo alcé con desgana su barbilla, haciendo que ella me mirase. Su carcajada se fue desvaneciendo pero no su sonrisa burlona y su gesto altivo.

- ¿Qué... acaso no te ríes?

Dioses Laena era una mezcla perfecta y aterradora entre nuestra tía Baela y nuestro abuelo Daemon. Y por eso mismo era desquiciante. Era chula, era engreída y sumamente rebelde.

Y por eso mismo me parecía fascinante.

- ¿Te parece gracioso dejarme así?

Bajé mi mirada hacia mi entrepiernas y ella la siguió, volviendo su vista a mí segundos más tarde y con sus mejillas ruborizadas. Podía notarse a la perfección el bulto que sobresalía de mis pantalones y yo sonreí de lado al notar su rubor.

- Por favor, qué básicos sois los hombres - susurró a pesar de todo.

- A las mujeres también os gusta el sexo, prima - la tomé por sorpresa y subí a la encimera su cuerpo pequeño sin apenas esfuerzo, provocando un pequeño grito que salió de su garganta - sólo tenéis que buscar al hombre adecuado que os haga gemir de placer - le murmuré sobre sus labios.

Su jadeo se entremezclaba con el mío. Abrí sus piernas para encajarme entre ellas y agarré su cuello de un tirón con mi mano pegando su cara a la mía, dejando un espacio mínimo de manera que nuestros labios no se tocaran por tan sólo milímetros. Ella me miraba y yo a ella, no podía despegar mi mirada de su boca.

Su maldita y malhablada boca.

- ¿Piensas calmar conmigo tu calenturienta entrepierna? Porque puedes seguir soñando, Aeron.

Ella rozó sus labios con los míos al hablar, provocando que la dureza de mi entrepierna sólo fuese más incómoda. Cerré mis ojos y respiré hondo intentando encontrar algo de cordura dentro de mí; mi cabeza me decía que me alejase pero mi cuerpo me gritaba que la hiciera mía en aquel mismo momento.

TARGARYEN DINASTY | Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz