Golden Roses ; Margus

06.

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[...]

Por más que intentara sabía que no habría marcha atrás. En este momento Marcos debería estar comiendo con Samanta y Cristian; aburrido casi decepcionado por no ir a aquella reunión. Quizás estaba loco pero en cuanto le llego la noticia de que habían sido invitados a la casa real, sintió como si el Príncipe en realidad estaba buscando alguna excusa para verlo, no insistió en ir ni mucho menos después de todo lo que habría ocurrido en el día, no dejaría que termine peor de lo que ya estaba.

¿Lo extrañaba? Claro que si. Hubiera preferido seguir viéndose a escondidas, de no ser por el Conde, no sabía de lo que era capaz ni mucho menos, solo que prefería no arriesgarse.

Después de derramar unas cuantas lágrimas más en el día, salio de su cama caminando hacia el baño. Su cara estaba hecha un asco, tenía ojeras, ojos hinchados y rastro de barba empezaba a asomarse. Se afeito y enjuago su rostro; amaba sentir la suave piel por debajo de sus palmas cuando frotaba su cara.
Se puso la remera blanca grande con un short azul ajustado a sus glúteos; le hacía reír como Marcos podía quedarse viendo aquella zona sin ninguna vergüenza, casi embobado.

Tenía que dormir, recuperar fuerza, estaba débil; había estado en cama todo el día estresado pensado que hacer y para donde iba siempre terminaba al mismo lugar. Se recostó tapándose con las mantas, sintiéndose como un pequeño bebé.
A pesar de todo le gustaba estar ahí, si bien era un lugar apartado y para nada "transitorio" Podía hacer cual ruido se le ocurriera y nadie le iba a escuchar, lo cual también era peligroso ya que si alguien intentara secuestrarlo no le escucharian. 

Sin embargo pareciera que el destino tenía planeado ponerle eso mismo en juego.
En cuestión de minutos oyó como la puerta de su cuarto fue abriéndose; sus ojos pestañearon varias veces con ilusión en su rostro y en busca de claramente la persona que más esperaba en ese momento.

Su ilusión se apago, su rostro se transformó a una expresión aterrada y confusa. Un hombre grande, robusto, con un traje ligeramente apretado y mirada llena de sangre entró a su cuarto, No era Marcos.
Lo vio sonreirle en cuanto lo vio. Agustín sin embargo se sentó tan rápido como pudo yendo hacia una esquina de la cama sin soltar las mantas.

— ¿Que haces acá? ¿Como entraste? —preguntó asustado sin dejar mirarlo.

Termino de entrar en pánico cuando la camisa desabrochada dejo ver un tatuaje a cual conocía y había escuchado de él. Corrió desesperado hacia la puerta pensando tontamente que podría salir, los brazos del hombre lo tomaron tan bruscamente que penso sentir alguno de sus huesos romperse.
Lo tiro a la cama de igual manera; Se sintió sucio, asustado, desesperado, en ese momento maldecía tanto a su madre por pensar que estaría mejor con Cristian.

El, El le había entregado.

Su propio Padre por más que le daba asco llamarlo así ahora, le había entregado a un Alfa de necesidad.
Aquellos que solo servían para que los omegas puedan ser controlados, o para lo que llegaban a una edad en la que ya no podían encontrar a nadie más.
Le causaba asco esa gente, y por algo se lo considero algo ilegal años atrás y tenían penas de cárcel quienes ejercían aquello. Sin embargo una sociedad llamada "Skype" aún ejercían en la clandestinidad.
Había escuchado de aquello, lo que hacían, básicamente era que sus Alfas podían marcar a cuantos omegas quisieran y no habría problema, no se rompería el lazo ni tampoco "sufriría" nadie.

No, no quería tener un lazo con esa clase de Alfa, No.. El no dejaría que lo abusen de esa manera horrible.
El cuerpo frente a él fue acercándose, por más que intento escapar era más fuerte que el, grito lo más que pudo, pidió ayuda y aún así era en vano.
Lloraba, suplicaba con que lo suelte, el hombre no dijo ni una palabra en todo momento solo se encargo de sujetarlo. Todo pareciera pasar en cámara lenta, estaba aterrorizado, quería patalear, hacer algo y las fuerzas le eran inútiles.