Capítulo 43

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Antonio hizo un último intento comenzó a frotar el cuerpecito del bebé por la espalda con suavidad, a los pocos segundos su carita arrugada se contorsionó haciendo gestos propios de un recién nacido, luego sus bracitos y piernitas se movieron hasta que de pronto el pequeño pareció espabilarse, las pequeñas manitas comenzaron a moverse enérgicamente mientras su primer aliento llenaba sus pulmones para regalar a los oídos de Sofia un débil, pero constante llanto.
- ¡Está vivo! -exclamó la madre- ¡dámelo! -le urgió.
Antonio se sintió preso de una emoción arrolladora, si hubiera tenido que ponerle un nombre a esa emoción sin duda hubiera sido euforia, sin saber por qué ese llanto le había llenado el espíritu de una fuerte energía que aun siendo desconocida lo sorprendió derramando lágrimas de felicidad, con cuidado colocó al pequeño a un lado de su madre, cortó el cordón con una pequeña navaja que siempre llevaba en el bolsillo de su pantalón pensando que nunca le había sido tan útil como en ese momento.
Una vez que el recién nacido estuvo con su madre Antonio pudo fijarse en ella, con la conmoción del parto no se había percatado de que la joven tenía un aspecto cadavérico, su rostro ahora sin ningún color reflejaba la muerte misma, sus ojos carecían por completo de brillo y de no ser por esa suave sonrisa que se veía en sus labios la habría dado por muerta, temía lo peor, ella no resistiría mucho tiempo más, pensó tristemente en lo injusta que era la vida, ella, tan joven, tan bella... no iba a ver a su hijo crecer. La tristeza era profunda, pero eso no le impidió pensar que tenía que arropar al bebé, recordó que tenía una sudadera en su auto.
- Sofia... -dijo suavemente sacándola de lo que parecía un trance con los ojos fijos en su hijo- voy a buscar algo para cubrir al bebé.
- Espera... -dijo abriendo los ojos todo lo que pudo.
- Estaré aquí en unos segundos. -aseguró pensando que ella temía que la dejara sola.
- Que... ¿qué es? me... me cuesta... ver.
Una ternura extrema nació en el pecho de Antonio, deseó poder cambiar el destino de esa mujer, deseó poder darle la oportunidad de devolver el tiempo y advertirle lo que iba a sucederle para evitar toda esa injusticia. Con delicadeza revisó descubriendo que era una niña.
- Es una niña. -notificó tratando de sonreír.
Esperó solo el tiempo necesario para ver a Sofia sonreír y acariciar la cabecita de su hija, casi pudo sentir el dolor de la joven cuando con dificultad acercó su boca para besar su coronilla.
Cuando volvió un momento después se arrodilló de nuevo al lado de Sofia, envolvió a la pequeña con mucho cuidado pensando que era muy apropiado que su sudadera fuera de color blanco haciendo que la recién nacida pareciera un querubín. 
- Está muy tranquila. -le dijo a Sofia tratando de mantenerla despierta.
- No dejes... por... favor.
- No hables. Quédate quieta, acabo de hablar con Marco, viene en camino. No quiero moverte hasta que llegue la ambulancia, él la traerá, vas a tener la atención que necesitas.
- No dejes que le pase nada. -logró decir con esfuerzo derramando tímidas lagrimas que parecían robarle su último aliento.
- ¡Antonio! -lo llamó una voz a lo lejos, de inmediato reconoció la voz de Marco.
- ¡Aquí! -respondió levantándose del suelo de súbito- ¡por aquí!
La escena que marco pudo ver desde lejos le pareció por demás aterradora, Sofia yacía en el suelo rodeada por unos arbustos que la escondían parcialmente, sin moverse, muy pálida... a un costado un pequeño ovillo blanco completamente ajeno al entorno dando un toque abstracto a la situación, al acercarse pudo ver la sangre en la ropa de Antonio dándole pistas de lo difícil que había sido el parto, su corazón no podía estar más devastado, ¿se podía perder todo en un solo día? El mismo no tenía mejor semblante, sus ojos parecían vacíos, tan prontos a la muerte como los había tenido la misma Sofia momentos antes.
- Marco... ¿Por qué tardaste tanto? -preguntó su amigo cuando llegó al sitio preocupado por su expresión.
- ¿El bebé sobrevivió? -dijo por toda respuesta.
- Si. Pero...
- No quiero detalles. -aseguró con la mirada fija en el cuerpo de Sofia que yacía inmóvil sobre la tierra- Pude detener a la gente que martina había enviado.
La frialdad con la que Marco hablaba hizo que se helara la sangre en las venas de Antonio, lo había visto en su peor estado, había compartido con él infinidades de situaciones por demás difíciles, pero jamás lo había visto de esa manera tan ajena a él mismo espantándose aún más con la respuesta a la pregunta obvia.
- ¿Dónde está la ambulancia? -inquirió Antonio.
- No hay ambulancia... ¡Sobrevivió! -aseguro al ver un débil movimiento del envoltorio blanco.
Antonio quedó petrificado por un segundo tratando de comprender que era lo que estaba sucediendo, ¿Por qué no había una ambulancia con él, ni un doctor que pudiera atender a Sofia?
- Ella necesita atención... ¡morirá!
Marco observo a los ojos de su amigo, ambos parecían haber cambiado desde lo más profundo con la experiencia del día, Antonio era más humano y Marco menos considerado.
- No encontré a nadie que pudiera venir sin hacer preguntas, no hubo tiempo.
- Pero... claro que hubo, salimos de la casa hace más de seis horas. -rugió Antonio incrédulo.
- Si ella tenía que morir hoy, no importa si la asesinaban los hombres de Martina o si moría de parto. El destino es así de caprichoso.
- ¡No la puedes dejar aquí en ese estado!
Marco se arrodilló al lado de la joven bajo la mirada escrutadora de Antonio, solo Dios sabía cuánto le estaba costando hacer lo que iba a hacer, pero no había otra salida, lo que Antonio no sabía era lo del trágico accidente de Giannina, la culpa que sentía por haber iniciado toda esta situación con Sofia que según su conciencia lo había alejado de su mujer y en consecuencia la había desestabilizado más de lo que su enfermedad y el propio embarazo lo habían hecho.  Ahora ella estaba en la sala de urgencias de un hospital con varias costillas fracturada, una conmoción cerebral leve y el vientre vacío. Observó a la madre tendida en el suelo, con delicadeza acaricio su frente y para su sorpresa ella abrió un poco los ojos.
- Mar... co.
- No hables. -le ordenó suavemente.
- Cuida... de... ella.
- Entonces tuvimos una niña...
Sofia le regalo una sonrisa que a pesar de ser tan escueta logró reflejar el orgullo que sentía por haber logrado dar a luz a su hija.
- No... la... aban... dones
- No lo haré. Te prometo que será una niña feliz y amada.
Sofia cerró sus ojos en busca del tan deseado descanso, una lagrima rodó por su rostro y sus músculos se aflojaron dejando caer sus brazos soltando a la pequeña a quien ya su padre había comenzado a levantar, después de eso no hubo nada más para ella, no había más movimientos, ni sonrisas.
Marco se puso de pie lentamente, al girar sobre sus propios pies tomó consciencia de todo lo que dejaba atrás, no era solo un cuerpo, no era solo una  mujer, era la persona que le había dado el más grande de los regalos, y él se lo estaba llevando envuelto en una sudadera de casimir, deseó que Sofia encontrara la paz, que en alguna otra vida tuviera lo que esta le había negado y se era posible deseó volverla a encontrar.
- ¿A dónde vas? -preguntó Antonio perplejo de verlo partir con la recién nacida en brazos.
- Antonio... tengo que llevarme a la bebé.
- Pero... ¡Sofia! Ella necesita un médico.
- Ella ya tiene lo que necesita.
- ¡No puedes irte! No puedes dejarla aquí. -dijo bloqueándole el paso a su amigo.
- Yo enviaré a nuestros amigos a que se encarguen.
- Y así arreglas todo. -sentenció- cada vez más crímenes en nuestra conciencia.
- Por favor, no compliques más la situación. -agregó impaciente- Giannina tuvo un accidente, por eso no pude llegar a tiempo, nuestro hijo nació muerto y ella no lo sabe aún, dejé instrucciones al doctor de que la mantuvieran sedada hasta que yo volviera y que no dieran información acerca del bebé a nadie. Mientras más tiempo tarde en regresar menos posibilidades tendré de... -calló mientras dejaba a Antonio adivinar el resto de la oración.
- De cambiar a los bebés. Es tan injusto que para una de ellas si hubiera atención médica y protección. Y para la otra solo dolor.
- Te juro que intenté conseguir ayuda, pero fue imposible. Ocúpate de que se le trate con respeto. -pidió con un nudo en la garganta- Te lo pido con todo el corazón. -concluyó para alejarse a toda prisa.
Antonio desvió la mirada hacia la mujer que yacía tirada en la tierra mojada por su propia sangre, sintió compasión y un gran dolor que se extendía por todo su pecho, sabía que todo lo ocurrido de alguna manera era culpa suya, si tan solo hubiera ayudado a Sofia a escapar.

Los meses pasaron con rapidez, los años no se hicieron esperar, la casa de la familia Motta se había llenado de alegría y risas, Giannina tomaba con regularidad su medicación y todos los síntomas de su enfermedad estaban perfectamente controlados.
La fiesta del cumpleaños número cinco de la pequeña Lucia estaba siendo todo un éxito, sus padres habían remodelado la antigua casa en Amalfi para pasar largas temporadas en ella, en especial esa fecha tan importante para ellos, a la pequeña Lucia le encantaban esas temporadas, disfrutaba el sonido del mar y la tibieza del aire en verano que hacía sonrojar sus mejillas poniendo sus ojos pardos casi verdes más brillantes y hermosos, su cabello castaño bailaba flotando con la brisa mientras jugaba con los hijos de los invitados correteando con globos color rosa en sus manitas. Giannina había escogido manteles blancos y flores de colores pastel para adornar el entorno, había dispuesto una sección de la terraza para que los adultos se pudieran sentar mientras vigilaban a los niños que jugaban, Francesca había hecho toda la comida, deliciosos panes horneados ese mismo día llenaban las mesas acompañados de quesos, aceitunas y variedad de pasabocas. 
Un grupo de mujeres rodeaban a Giannina felicitándola por su hija, por la fiesta y por lo bien que se veía.
- ¡Lucia esta tan hermosa Gia! -dijo una de sus invitadas mientras degustaban el vino de la casa.
- Gracias... -dijo sonriendo con amplitud.
- Me sorprende lo grande que está. No parece de cinco años, parece de más.
- Si, salió a Marco. Desde que estaba en mi panza fue grande, el medico hasta se equivocó, me habían dicho que era un varón y ya vez...
- ¡Es hermosa y sana, eso es lo único que importa!
- ¿Y tu madre? No la he visto desde hace un tiempo.
- Ella y papá ya no vive en Italia, se mudaron a Suiza. Resultó que mi madre siempre quiso vivir allá, y no decía nada por quedarse cerca de mí, pero ¡ya era hora de que pensaran en ellos!
Marco que pasaba cerca de las mujeres logró escuchar lo que Giannina le contaba a su amiga, no pudo evitar recordar que ese mismo día cinco años atrás tuvo que obligar a Martina a irse lo más lejos posible de ellos bajo la promesa de que si no lo hacía iba a contarle todo lo que había pasado entre ellos a su marido y a su hija, y lo hubiera hecho, no le hubiera importado lo que pensaran de él, si tenía que hacer una familia con Giannina tendría que ser sin la presencia de su suegra a su alrededor o prefería irse con su hija recién nacida lo más lejos que pudiera.
- ¡Amor! -llamó Giannina a Marco.
Marco le sonrió acercándose para darle un gentil beso en los labios a su esposa.
- ¿Está todo bien?
- Si... Luisa me estaba diciendo que nuestra Lucia está Muy grande.
- ¡Y hermosa! -aseguró la invitada.
Marco por instinto buscó a la pequeña entre los niños que correteaban, no pudo evitar sentir como su pecho se hinchaba de orgullo al ver como ella, la pequeña cumpleañera era por mucho la niña la hermosa que había visto en toda su vida, inteligente y dulce. Recordó haber visto esa mirada inocente en otros ojos, otros ojos de idéntico color que una vez lo hechizaron haciéndolo cometer terribles delitos, reflexionó en el parecido de su hija con su verdadera madre, además de los ojos tenían otros rasgos parecidos, la forma del rostro que le daba esa belleza tan particular, el gesto de rodearse el pecho con los brazos cuando está asustada o molesta...
- Marco... ¡Marco! -insistió martina alegremente sacándolo de sus pensamientos- ¿En qué piensas? Te estamos hablando y pareces perdido.
- Lo siento... de pronto me devolví a ese día en el que Lucia vino al mundo. El tiempo pasa tan rápido.
- Oh sí. -afirmó Luisa- por cierto, no he visto a tu amigo Antonio desde esos días. Lo veía siempre que se reunía con mi marido, pero hace años de la última vez que lo hicieron.
Marco no sabía que decir, él tampoco tenía mucha información de su paradero, recordó con tristeza la falta que le hacia su amigo. Fue Giannina quien respondió.
- ¡Ese bribón se casó a escondidas y se fue! 
- ¿Se casó? ¡No tenía ni idea!
- Fue una boda sorpresa. -relató Martina adelantándose a lo que sea que Marco iba a decir- nadie conocía a la novia, de hecho, nunca no las presentó, lo único que sabemos que es extrajera y que se fueron a vivir a Nueva York. Yo no lo veo desde que vino a conocer a Lucia en el hospital.
- Qué curioso. Bueno, ¡sí saben de él le dicen que se le extraña!
Las risas infantiles se acercaron en tropel, la pequeña Lucia se arrojó a los brazos de Giannina ocultando su rostro en el pecho de la mujer, ella tomó su carita con ambas manos retirando con inmenso cariño el cabello en desorden que caía sobre sus ojos.
- ¡Estas toda sudada!
- ¡Mami, mami! Gané la carrera. -dijo la pequeña llena de orgullo.
- Lo se amor mío, te vi.
- ¿Tú me viste papá? -preguntó la pequeña mirando a su padre.
- Por su puesto que te vi, ¡eres la más rápida y fuerte!
- Gracias papi, gracias mami.
La pequeña besó el rostro de su madre y abrazo las piernas de su padre antes de girar sobre sus talones y salir corriendo de nuevo con sus amiguitos.
- ¿Acaso hay algo más hermoso que los hijos? -preguntó Lucia con ensoñación mientras miraba a la niña correr con los otros niños.
- A veces siento que no la merezco. -agregó Giannina.
- ¿Por qué dices eso? tu, Giannina y tú, Marco son un ejemplo para todos, han formado una familia tan unida, tan respetuosos con todos, sin mencionar tu lucha por la justicia, ¿acaso no eres uno de los abogados más respetados del país? Ojalá todas las familias fueran como ustedes, tan correctos... todo un ejemplo para la sociedad.
- Gracias por tus palabras amiga. Marco y yo nos esforzamos mucho por mantenernos del lado correcto. ¿Verdad amor?
- Si amor, es cierto. Siempre del lado correcto.
FIN

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora