Chapter 3: The Midnight Vigil

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"¿Tu casa?", dijo Lucius Malfoy, atónito.

Hermione no se molestó en contestar. Fijó los ojos en las estanterías y respiró, intentandose reconfortar con los olores familiares del hogar, las velas de arce, las páginas viejas y el cuero suave.

No funcionó. Sus ojos habían encontrado una foto de ella con sus padres. Tenía seis años, preparada para su primer día de escuela primaria, con una de sus manos sobre cada uno de sus hombros. Y ahora su mente evocaba la imagen que había rumiado docenas de veces: sus padres tumbados en la cama la noche en que ella había modificado sus recuerdos, el pelo de su madre recogido en un gorro de dormir y la boca de su padre entreabierta. Aquella noche, cuando se marchó a la Madriguera, había tenido tantas ganas de volver y despedirse. Si le había pasado algo durante la búsqueda de los Horrocruxes... si nunca había tenido la oportunidad de decirlo...

Entonces se había negado a reconocer las posibilidades, pero ahora sus ojos se deslizaban de nuevo hacia el cuerpo frío y delgado de Dumbledore y sabía que había hecho bien en esperar lo peor.

El conocimiento era extrañamente estabilizador. Al menos podía dejar de decirse a sí misma que estaba demasiado ansiosa. Era la prueba de que el mundo era tan peligroso como parecía.

"¿No podrías habernos llevado a otro sitio que a una casa muggle?", dijo Narcissa, sin molestarse en disimular su disgusto.

"No. Los pisos francos de la Orden están todos en uso esta noche para trasladar a Harry".

"Por supuesto", murmuró Draco en voz baja.

Hermione lo ignoró. Wingardium Leviosa, pensó, sacudiendo la varita. El cuerpo de Dumbledore se levantó del suelo y ella lo acompañó hasta el sofá y dejó que se acomodara allí. Sabía que era ridículo pensar que parecía incómodo, pero de todos modos le puso una almohada bajo la cabeza.

Miró a los tres Malfoys. Lucius y Narcissa se habían acercado, observando la casa como si temieran que pudiera contaminarlos. El señor Malfoy tenía ahora un aspecto diferente al que tenía en los oscuros callejones del Departamento de Misterios. Azkaban le había seguido hasta la libertad. Las tenues líneas de su puntiagudo rostro se habían profundizado y fijado como si su piel fuera cera de vela, envejeciéndolo una década.

Draco no miraba hacia la casa. Sus ojos incoloros estaban fijos en el cuerpo de Dumbledore.

"¿Sabe la Orden que ha muerto?", preguntó. Su voz no era la habitual, sino algo desconocido, cerrada y dura.

Hermione negó con la cabeza. "Yo era la única que estaba con él. Los demás no sabrán que nos pasa nada hasta dentro de...". Miró el reloj de pared y se desconcertó al ver lo temprano que aún era. Los acontecimientos de la noche parecían haber estirado el tiempo como si fuera elástico. "Otra media hora, cuando empiecen a llegar a la Madriguera".

"¿Qué, no puedes contactar con ellos?" dijo Draco con incredulidad.

"Sí, sé que tenemos que hacerlo, pero no se me ocurre cómo". Se mordió el labio y empezó a caminar por la sala de estar.

"No sé cómo lanzar un patronus mensajero. Eso está muy por encima del estándar T.I.M.O.S. Y no es una opción para ninguno de ustedes, obviamente" -miró a los Malfoys- "por si alguien reconoce sus patronus que no debería. Pero entonces..." Dejó de caminar. "¿Supongo que no tienen forma de enviar mensajes? ¿No sabrían dónde encontrar una lechuza o...?"

"¿Una lechuza?" Lucius Malfoy soltó una carcajada mordaz. "¿De qué nos serviría una lechuza cuando se supone que estamos muertos?".

Hermione se enfureció. "Bueno, si tienes alguna idea para sacarnos de esto, me encantaría oírla".

The Disappearances of Draco Malfoy | TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora