VII

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La tensión en la roulotte era evidente. El ambiente estaba tan cargado que incluso Pedro que venía de camino, se quedó parado junto a Jhose, les veía por la pequeña ventana que había en el sofá. Katie y Natasha no se atrevían a decir nada, quizás porque ambas estaban muy enfadadas y sabían que dirían algo que no debían. También puede ser que estuviesen pensando que decirse. Me sentía como en un partido de tenis, mirando a una y luego a la otra esperando que alguna saltase o simplemente le dejaran de marchar. Aunque creo que se habían olvidado de mi presencia. Me levante muy despacio para desaparecer, no quería dejar a Katie sola, pero no sabía que hacer con exactitud. Camine casi en silencio, prácticamente levitando, llegue a la puerta y la abrí delicadamente, esta hizo un chirrido que despertó el silencio.

Ambas giraron el rostro para mirarme, Natasha tenía fuego en su mirada, mientras que Katie asintió para que me escapara. Como yo no me moví, ella se acercó me dio una caricia en la espalda y terminó de abrir la puerta.

—Ve no te preocupes. —Besó mi cabeza.

Obedecí como una niña a la que han castigado o la ha cagado de lo lindo y no tiene salida. Jhose me tendió la mano y junto con Pedro nos fuimos lejos de ahí, supongo que para darles algo de espacio. Fuimos a un coffe muy cercano en el que vendían todo tipo de frapes, y por cada uno te daban un tercero gratis que ese fue para Pedro. Junto a ellos me senté en una mesa por la que podía ver la roulotte, aunque no se veía nada dentro, pero sí que podía percibir esa oscuridad, algo iba mal.

—No te preocupes. —Comentó Pedro bebiendo de su frape. —Katie es una tía muy inteligente se las apañará.

Asentí sin mirarle, por una vez sí que me sentía culpable de mis actos. Aunque estos no eran malos, al menos yo no lo veía así, no había hecho nada que dañara a nadie, y muchos menos a Katie, así que no llegaba a comprender del todo porque Natasha estaba tan enfadada, y si era conmigo o con ella.

Pasaron dos horas en las que el silencio nos invadió a todos. Solo se escuchaba el sorber de la pajita y la terminación del líquido. Pedro se levantó, cogió los tres plásticos y los tiro a la basura, se puso sus gafas negra e hizo una seña para que nos levantáramos. También para que pudiéramos ver que ella ya habían terminado.

Nos acercamos siendo testigos de que aún, la tensión están entre ellas. Katie estaba de brazos cruzados fuera de la roulotte, y Natasha pegada al metal blanco con la cabeza gacha. Una vez nos vieron Natasha me miró de arriba a bajo y negó varias veces, tantas que me enfado.

—¿He echo algo?
Mi tono era autoritario como si me tuviera que dar alguna explicación. Natasha me ignoró. —Te digo a ti Natasha... —Natasha me miró y sonrió de lado.

—Será mejor que me calle.
Bufo. Se acercó hasta mi provocando que Katie se pusiera en medio. —Más te vale Meryem que tengas la boquita cerrada. Porque como esto se sepa la carrera de Katie se irá a la mierda.

"Joder... tiene razón." "¿Que he echo?" Aquí fue cuando me di cuenta de lo que era el beso, no era un simple beso, era mucho más que eso, era una reputación, Katie siempre llevaba sus relaciones en secreto. Y yo sin querer la había expuesto incluso Pedro sin estar cerca se había percatado de cosas que nosotras habíamos hecho sin querer, sin prestar atención.

—Ahora te das cuenta de lo que significa. —Me quede callada porque tenía razón. Repiro profundamente, cerró los ojos un momento y exhaló. —No he sido del todo justa, quiero disculparme contigo Meryem. —Me miró. —Katie es mi amiga y si esto sale a la luz, todo lo que ha echo, no servirá de nada... —Asentí. —Quiero ayudaros de verdad que si, quiero que ella siga con su carrera y tú con la tuya que está apunto de empezar y créeme tienes muchísimo potencial, era algo que quería hablar contigo antes de empezar. —Se encendió un cigarrillo. —No te rindas, la gente normal no cree en grandes personas, que tu libro no haya salido como esperabas, no significa que seas mala escritora, significa que la gente es tan simple que prefiere personajes simples en vez de apostar por el verdadero talento. —Me guiño un ojo. —Lo siento de verdad, a las dos.

𝑺𝒊𝒏 𝒒𝒖𝒆𝒓𝒆𝒓 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora