Capítulo 2

98 16 25
                                    

𝙰𝙻𝙴𝙸𝚂𝚃𝙴𝚁

El paisaje era bastante normal, aunque la oscuridad del cielo, apenas dejaba ver con escasez los pequeños detalles que componían las nubes. Miré con cautela y mi mente se dejó llevar, viendo lo resplandeciente que estaba la luna y las estrellas que la rodeaban.

Estuve un buen rato contemplando el hermoso anochecer que hacía, aunque mi cara no compartía ese mismo sentimiento, era todo un cuadro.

No podía dejar de observar cómo dejábamos atrás Las Vegas, para ahora, estar a punto de aterrizar en Hawái. Tengo que admitir, que esa isla, es todo un paraíso, que toda persona quisiera experimentar, porque es un lugar tan bello, con tanta tranquilidad.

El único inconveniente, eran esos malditos negocios. Es cierto, me encantan los negocios y no lo voy a negar. Pero tener que dejar mis responsabilidades allí en mi país, a cargo de otros, para ir a otro totalmente distinto, con mi familia, por culpa de mi padre. Eso ya no me inspiraba ningún tipo de emoción.


— Tienes cara de amargado — Espetó mi padre con esa voz tan autoritaria.

Me limité a mirarlo con desagrado. Sí, tengo cara de amargado, no creo que a nadie le cause mucha emoción, que lo obliguen a ir a hacer negocios con su padre. Lo único que me sacaba de esos pensamientos tortuosos, era saber que en un cerrar y abrir de ojos estaría conduciendo mi coche, por las largas carreteras infinitas de ese paraíso. Lo único bueno de ese viaje era la localización, gracias a esos negocios, mi padre tenía grandes empresas constructoras de casas y este les ordenó crear una en Honolulú.

No estaba destinado a quedarme allí, de hecho no era algo que quería, pero era mi responsabilidad y yo por dinero hacía lo que fuese falta. Tan pronto, en cuanto despejé mis pensamientos, me encontraba bajando del avión, para poder olfatear la brisa marina y notar la suave humedad entre los poros de mi piel.


— Es maravilloso Robert — Soltó mi madre con entusiasmo.


Mi madre era una mujer muy delicada, le encantaban estos tipos de viajes en los que la belleza y la riqueza importaban. Era una mujer esencial, pero yo no tenía nada que hablar, ni compartir con ella, ni con mi padre, desde que decidieron que éramos lo suficientemente grandes, como para cuidar de nosotros mimos, por nuestra cuenta. Desapareciendo así entre semana y cada finde, para viajar. Dejándonos solos con la mayordoma.


— Tan maravilloso como tus ojos Giselle — Murmuró mi padre agarrándola de la cintura para plantarle un beso en esos labios tan delicados y rosados.


— Asqueroso — Insinuó mi hermano mientras se acercaba a mí.


Mi hermano era la única persona por la que daría todo, éramos como uña y carne. Aunque yo fuese el mayor, solo por un año, sentía que habíamos nacido el mismo día, sentía que teníamos una conexión demasiado especial.


— Concuerdo contigo, son insoportables — Dije mientras mi cara esplendía una mueca de desagrado.


— Nos lo vamos a pasar de maravilla esta semana — Sonrió mi madre mientras se acercaba a nosotros entrelazada al brazo de mi padre.


— Ni que lo digas — Dije entre murmurios.


Mis padres y yo no teníamos muy buena comunicación, de hecho era todo muy incómodo y sobreactuado. Aunque me hubiesen criado de maravilla durante mi infancia y me diesen de todo, yo no podía dejar de sentirme incómodo estando en el mismo hábitat que ellos. Desde luego, los padres son una especie totalmente distinta, que a veces es difícil de comprender.


Entre AtardeceresWhere stories live. Discover now