57 ~ JARDÍN DE FLORES.

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Ser portadora de una vida era como ser un portal de una alma a un nuevo mundo. Debía ser maravillosa cada concepción, cada espera, cada nacimiento, pues era un suceso extraordinario.

La mayoría de las mujeres eran capaces de traer estas almas desafiando a los dolores impuestos por naturaleza, cuestionando al amor que se podría brindar más que a uno mismo. Si la magia existía, dar la luz a nueva vida era lo más cerca que estábamos de ella.

Era diferente para todo ser humano vivir esta etapa, pues teníamos diferentes realidades y ojalá eso no fuera así por qué eso nos hacía alejarnos de la magia.

—¡Niña Siren! —André llegó.

Habían pasado algunas horas y ya estaba anocheciendo, había pasado todo el rato en los jardines de la casa sumergida en un nuevo mundo.

—Llegue lo antes posible, el vuelo fue de pocas horas —comenzó a explicar— ¿Qué dijeron los médicos?, ¿por qué me mandaste llamar?, ¿está todo bien?.

—Zander y yo hicimos una nueva vida... un bebé. Somos sus papás —revelé y al instante mis ojos se cristalizaron aún sin creer lo que estaba sucediendo.

La mirada de André se iluminó, pero sin reaccionar, ya que estaba al tanto de todo y sabía lo que eso significaba.

—¿Debo felicitarte, niña? —hizo la pregunta correcta.

—Solo abrázame, sí.

Me dio un abrazo fuerte.

—¿Lo sabe?.

—Aún no — tomé el pañuelo que me dio— Por eso estás aquí.

Limpie las lágrimas de mis mejillas.

—Es nuestra decisión, aun así quiero que sea especial cada detalle.

—Será como desees.

—Quiero que empieces desde ahora, que se empiece la organización desde aquí y ahora para que cuando llegue esté lista —tome aire— Zander está en Armenia, llegará antes que yo a Viena, ese era nuestro siguiente destino de reunión. No quiero que se entere de nada hasta que yo llegue. Únicamente la nota de la cita.

—A si será.

Asentí. Ambos entramos a la casa al tiempo que le explicaba cómo quería que fuera cada detalle sin evitar sentir las emociones que se causaban en mí. Más tarde fui a dormir dejando que todo marchara como lo había pedido.

A la mañana siguiente aborde el jet. Alimente siguiendo la dieta rutinaria, el tiempo libre dormí, esta vez, este vuelo fue desconectado del exterior, algo que nunca antes había hecho, no del todo. Se sintió bien volar dejando todo de lado, cuando aterrizamos fue diferente. La vida ya no era la misma.

Los transportes me llevaron a la casa indicada. Zander ya se encontraba ahí, pero no nos veríamos hasta la hora citada.

No, no estaba nerviosa, quizás tenía un poco de miedo, quizás era parte del proceso, al fin de cuentas estaba aprendiendo a vivir una nueva etapa. En la residencia de inmediato me preparé: tome un baño y una rutina de higiene que relajó mi cuerpo. El personal peinó mi cabello adornando con un lazo, maquilló lo más natural posible, al final vestí el atuendo elegido.

Salí un poco anticipadamente. Viena fluía al ritmo de sus habitantes, quienes vivían sus vidas que permanecían desconocidas ante los demás, personas que reían, que hablaban por los móviles, que caminaban, otras en autos, otras que parecían discutiendo y justo ahí me sentía irreal.

PSYCHO | (bilogía mentes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora