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El respiro volvió a suceder, abrí los ojos y luego los volví a cerrar.














Otra salida del sol. La luz lastimó mi vista e hice un esfuerzo para levantarme e ir a la ventana, al estar ahí, no estaban y volví a las sabanas.














Otro día y mi cuerpo no había olvidado cómo vivir.

















El sollozo de media noche me despertó y las lágrimas rodaban mis mejillas.

















La huida del día trajo de nuevo los toquidos en la puerta que había cerrado, hacía días que no veía ni tenía contacto con nadie.


















Otro amanecer. No hacía nada y estaba tan cansada.

















Habían pasado semanas, mi cuerpo estaba sintiendo los estragos de la falta de atención médica y cuidados; las lágrimas también se habían ido.
















Tal vez debería rendirme. Una voz emanó de mi mente, entonces otra también lo hizo. Tú puedes cambiarlo, solamente tú.

¿Quién te prepara para vivir sin quienes amas?, ¿cómo lo aceptamos?, nos acostumbrábamos a su ausencia física, por qué en el alma y corazón jamás se irían. Ver como por quien habías hecho todo, por quien saliste adelante, por quien decidiste seré mejor persona, ver como quien te brindó sonrisas, enseñanzas, quien te había enseñado a ver la vida en este mundo ya no estaba, te volvía incompleto.

Baje de la cama, preguntando en lo más profundo si, ¿alguna vez volvería a ser yo?, ¿pero cuándo realmente me había perdido?. Mi mundo se había apagado y aún seguía aquí.

Abrí la puerta, se encontraba vacío. Mis pies descalzos deambularon sin noción de nada. La brisa del viento acarició mi piel, la noche era oscura, solitaria, fría y parecía entenderme.

Ya no estarían en más cumpleaños, ya no abría mañana para ver sus rostros en el desayuno, ya no abría más cantos para dormir, ¿cuándo fue la última vez que hicimos todo eso?.

De pronto recordé como llorar y mis ojos se volvieron cristalinos. Tome el jarrón de la mesa y lo lance al suelo con impotencia, luego otro florero mientras soltaba gritos de no poder hacer nada para traerlos de vuelta.

No, no era tan fuerte como para dejarlos ir, no quería. ¿Cómo les decía adiós, si no quería?, no aceptaba que ya no estaban. Cómo seguir con la vida sino quería. El vacío por su ausencia era tan palpante, volver y darme cuenta de que ya no estaban.

Ya no podía, dolía, dolía tanto. Dolía la mente, el alma y no saber donde curar porque no sabes dónde exactamente, o cómo hacerlo. Quizás si, pero es más difícil de lo que parece o imaginas. Tal vez lo sabes, pero tu mente te detiene.

—storm, estoy aquí... y ellos también, siempre lo van a estar.

Lo busqué en medio del desastre.

—son parte de ti.

Mi mirada se volvió borrosa. Él se acercó tratando de no exponerme con los vidrios rotos.

—no puedo aceptar una última vez.

Una última vez, no, no eso jamás podría pasar por qué nunca querría una última vez.

PSYCHO | (bilogía mentes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora