"Intentaron reconstruir tu casa"
Limpiaba el moho de la tumba de Wilbur. Llevaba limpiando esos últimos meses.
"Pero ya no es lo mismo. Nunca va a volver a ser lo mismo"
Era inútil intentar limpiar la nieve.
Escuchó pasos detrás de él. Se levantó y volteó. Era un chico. Castaño. Tenía un mechón blanco en su cabello. Tenía un suéter amarillo, debajo de una gabardina café. Sus pantalones eran de mezclilla negra, y sus botas de cuero del mismo color.
Y se le hacía conocido.
"Disculpa…¿Te conozco?"
El chico le sonrió.
"Yo diría que sí, mi querido Alex"
Fue cuando lo reconoció. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras una sonrisa se formaba en sus labios.
"¿Wilbur?"
"El mismo"
Se acercó a él. Luego corrió. Y lo abrazó. Era real. Estaba ahí. Estaba con él. Se separó para mirarlo a los ojos. No pudo resistir más y besó sus labios. Cuánto había esperado.
Las manos de Wilbur fueron a su cintura y lo pegaron más a él. Era real.
Era real.
Era real…
Eso era lo que importaba…
Quackity se separó del beso y lo miró a los ojos una vez más. No pudo evitar llorar. Wilbur estuvo ahí y limpió sus lágrimas. Se sentía irreal.
"Tú…estás aquí"
Wilbur le sonrió.
"Y tú estás aquí"
Quackity lo abrazó una vez más.
"Sí es real, ¿Cierto?¿En serio estás aquí?"
Wilbur soltó una risita.
"No dudes de mi existencia"
Su corazón latía. Latía. Estaba vivo. Era real.
Otro beso, por parte de Wilbur, unió sus labios.
Ahí estaban. Amándose.
Entre las almas que tuvieron el privilegio de ser testigos de una historia de amor, que apenas empezaba, pero ya estaba escrita.
