Amapolas

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Capítulo Uno:

El sonido de la lluvia golpeando el tejado de la vieja casa de los Moreau era como una sinfonía de susurros en la oscuridad. Andrew yacía bajo su cama, sus ojos morados brillaban con miedo mientras los destellos de relámpagos iluminaban la habitación, revelando mechones azules desordenados que caían sobre su rostro. Para él, la lluvia siempre traía consigo un sentimiento de inquietud, como si el cielo estuviera llorando junto a él.

Unos pasos pesados resonaron en el suelo de madera, seguidos por voces rudas y amenazantes. Andrew se apretó contra el suelo, conteniendo el aliento mientras los mafiosos invadían su hogar. Su corazón latía con fuerza en su pecho, pero sabía que debía mantenerse en silencio, oculto en su escondite improvisado.

El terror se apoderó de él cuando escuchó los gritos de sus padres, un eco desgarrador que resonaba en su mente. Con la mano en la boca para sofocar cualquier sonido, observó impotente desde su escondite mientras los mafiosos llevaban a cabo un acto de violencia inimaginable.

Los ojos de Andrew, de un morado profundo, reflejaban el horror y la angustia mientras presenciaba el cruel destino de sus padres. A pesar de su corta edad, entendía la gravedad de la situación. Sabía que debía permanecer escondido, que su vida dependía de ello.

Mientras los mafiosos buscaban frenéticamente, sus padres luchaban para protegerlo, sacrificando sus propias vidas en el proceso. Andrew se aferraba a la última imagen de ellos, deseando desesperadamente que todo fuera una pesadilla de la que pronto despertaría.

Pero la realidad era brutal y despiadada, y Andrew estaba solo en la oscuridad, rodeado por el eco de la violencia que había destrozado su mundo. Amapolas rojas bailaban en su mente, una metáfora sombría de la sangre derramada y las vidas perdidas en esa fatídica noche.

Con el amanecer, los mafiosos se vieron obligados a retirarse de la mansión de los Moreau, su misión fracasada en encontrar al pequeño Andrew. La luz del sol filtrándose por las ventanas marcaba el final de la pesadilla, pero dejaba a Andrew solo en la penumbra de su habitación.

El niño, agotado por el terror y la angustia de la noche anterior, finalmente cayó en un sueño profundo bajo la cama. Sus ojos morados, hinchados por las lágrimas y el estrés, descansaban ahora en la quietud de la mañana.

Mientras el mundo despertaba afuera, Andrew permanecía inmerso en un sueño inquieto, su mente luchando por procesar los horrores presenciados. Amapolas rojas seguían danzando en sus sueños, recordándole la tragedia que había sacudido su vida.

Bajo la cama, en su refugio solitario, Andrew encontraba un breve respiro de la realidad. Pero sabía que eventualmente tendría que enfrentarse al mundo exterior, un mundo que ahora estaba marcado por la pérdida y la soledad.

La ama de llaves, una mujer de edad avanzada con el corazón lleno de preocupación, se despertó al amanecer y se dirigió hacia la mansión de los Moreau. Con paso tembloroso y el presentimiento de algo terrible, abrió la puerta principal y entró en la casa.

Lo que encontró fue una escena que desgarró su corazón en pedazos. Los cuerpos sin vida de sus amados patrones yacían en el suelo, testigos silenciosos de la brutalidad que había ocurrido esa noche. Un grito de horror escapó de sus labios mientras caía de rodillas, las lágrimas inundando sus arrugados mejillas.

Con manos temblorosas, la ama de llaves sacó su teléfono y marcó frenéticamente el número de emergencia. Las palabras apenas podían salir de su boca mientras explicaba la tragedia que había encontrado. La voz del operador en el otro extremo ofreció poco consuelo, pero prometió enviar ayuda lo más rápido posible.

Pocos minutos después, los coches de policía llegaron, sus luces parpadeantes rompiendo el silencio de la mañana. Los agentes entraron en la mansión, preparados para enfrentar la escena del crimen. Para ellos, no había nada más importante en ese momento que descubrir la verdad detrás de esta horrible tragedia y llevar a los responsables ante la justicia.

Mientras los detectives de la policía local investigaban el terrible crimen, pronto se dieron cuenta de que este no era un caso ordinario. Las pistas apuntaban a la participación de la mafia, lo que llevó a la intervención del FBI.

Rápidamente, agentes especiales del FBI llegaron a la escena del crimen, determinados a desentrañar los secretos ocultos tras los asesinatos de los Moreau. Entre ellos se encontraba el Agente 000, conocido por su habilidad para infiltrarse en los círculos más oscuros del crimen organizado.

Mientras revisaba cada rincón de la mansión en busca de pistas, el Agente 000 encontró a Andrew escondido debajo de la cama. Con ojos morados que reflejaban el trauma sufrido esa noche, el niño miraba al agente con una mezcla de miedo y esperanza.

El Agente 000 comprendió de inmediato que este niño era más que una víctima inocente. Veía en él el potencial para convertirse en algo más, para ser entrenado como un agente secreto del FBI. Sabía que el camino por delante sería difícil para el joven Andrew, pero también sabía que tenía el deber de protegerlo y guiarlo hacia un futuro mejor.

Con determinación, el Agente 000 se comprometió a llevar al niño bajo su ala y proporcionarle el entrenamiento necesario para convertirse en un espía formidable. Aunque el camino sería peligroso y lleno de desafíos, juntos enfrentarían el mundo de la clandestinidad y la intriga, dispuestos a luchar contra el mal que había arrebatado la vida de sus seres queridos.

Amapolas.Where stories live. Discover now