extracto de realidad: pt. 1

11 1 0
                                    

La melena del pelinegro se movía de un lado al otro, no podía detener el constante toqueteo nervioso de su cabello. ¿Debía cortarlo? ¿Ya estaba demasiado largo? Un montón de pensamientos revoloteaban en su cabeza mientras seguía esperando la llegada de Bokuto a su casa, tenía suerte de contar con amigos tan maravillosos como Kenma y Kōtaro, ni una vez se había sentido solo en aquella avalancha de acontecimientos desafortunados por los cuales ya no estaba asistiendo a la escuela.

— Deja eso, Tetsurō. Te estás despeinando. —comenzó a decir su desteñido amigo, quien le acompañaba en el salón, con una consola en la mano— Aunque no sé qué tan posible sea eso. —se burló, sin apartar la mirada del dichoso aparato.

El pelinegro solo se limitó a soltar una carcajada, pero no paró de toquetearse el cabello— Estoy nervioso. —confesó, mirando hacia el suelo— Pronto volveré a la escuela, mamá está mucho mejor, dentro de poco iremos a la última cita de chequeo en el hospital, ¡Esperamos buenas noticias! Pero, hmm... hay algo que continúa molestándome. —una mueca se asentó en su rostro— Bokuto dijo venía en camino, ¿No? —sonrió— ¡Ah!, lo estoy esperando con ansias, seguro que hoy sí trae buenas noticias.

Los agudos ojos de Kenma se elevaron por un instante, para prestarle más atención al mayor. No terminaba de entender lo que tramaban el desordenado peliclaro y él, a veces el comportamiento de ambos le resultaba sencillamente incomprensible— ¿Le pediste a Bokuto algo en particular? —curioseó.

Tetsurō volvió a reír un poco mientras frotaba ambas manos entre sí, pero Kozume no entendió el significado de aquello. Para el pelinegro, la compañía de sus amigos y las cartitas de su admirador eran las dos cosas que le habían mantenido cuerdo durante la avalancha de emociones que había sido la enfermedad de su madre. En principio, ella se quedaba en el hospital, pero tras darle el alta, necesitaba de alguien cuidándola desde casa. Él se ofreció, aunque ello significara faltar un par de semanas al instituto. Kenma le llevaba las asignaciones del día y Bokuto las notitas, todo estaba equilibrado, como le gustaba— Seguro que hoy sí dejó una nota. —solo dijo aquello, pero el desteñido rodó los ojos.

— No creo que lo haya hecho. —replicó, volviendo a prestarle más atención a la consola— Solo olvídate de eso.

Las cejas de Kurō se arquearon inmediatamente, ¿qué quería decir con aquello?— No lo entiendo. —murmuró, soltando una pequeña carcajada incómoda— ¿A qué te refieres? ¿Viste algo o...? —una expresión desanimada se hizo presente en su rostro.

— Um no... no sé nada —Kozume solo se encogió de hombros, desinteresado, no quería ahondar en el tema, o admitir lo que había hecho.

— ¡Anda, Kenma!, si dijiste eso es porque sabes algo —intentó sonsacarle la información a su fiel compañero— 

— Deja de insistir —replicó, centrando sus ojos en los movimientos hechos por el personaje dentro de la pantalla— No quiero saber nada de ese extraño, ni de tu relación con él.

— Es solo que no entiendo cómo puedes estar tan seguro de que hoy tampoco habrá una carta. —Tetsurō volvió a arquear una ceja— La verdad es que lo extraño un poco. 

El desteñido tomó un profundo suspiro, pausando su juego para centrar toda su atención en el pelinegro. No quería admitir lo que hizo, porque en retrospectiva le resultaba mezquino y un verdadero golpe bajo, pero ante la lamentable apariencia de su amigo —y con el conocimiento de que este, tarde o temprano, se enteraría de todos modos—, decidió hablar.

— No entiendo porqué lo extrañas tanto —negó— A decir verdad, estoy tan seguro de que no vendrá con nada porque dejé una nota en tu casillero para que dejara de enviarlas. —confesó, manteniendo su ávida mirada fija sobre el otro. Quedaban cerca de veinte minutos para que Bokuto llegara, Kenma estaba absolutamente convencido que este aparecería con las manos vacías y ahora su amigo entendía por qué. 

Kurō soltó una carcajada, dirigiendo un vistazo atónito a su compañero— ¿Hiciste qué?

— Lo que escuchaste —se encogió de hombros— No estabas en el momento adecuado para lidiar con emociones externas —aseguró—

— ¡¿Por qué hiciste eso, Kozume?! —exclamó, evidentemente enojado— ¿Siquiera eres mi amigo? ¿Cómo pudiste hacerlo sabiendo lo que significaba para mi?

— ¡Claro que soy tu amigo, Tetsurō! —la cuestionante le había ofendido— ¿Cómo te atreves tú a cuestionar mi amistad por un extraño, aterrador y cobarde, que solo sabe enviar notas?

— ¡No era una decisión que tú debías tomar por mi! —exclamó en respuesta— No era... No era algo que tuvieras el derecho de decidir, Kenma. Es mi vida, ¿Sí? —miró al desteñido, agotado, ¿Cómo era posible que algo tan... tan simple hubiese ocasionado una discusión entre ellos?, que jamás discutían— Soy capaz de tomar las decisiones que requiero en mi vida. —reiteró, antes de soltar un enorme suspiro.

— Pero no entiendo por qué razón seguir con algo que eventualmente terminará mal. —se quejó en respuesta el peliclaro. Los sentimientos de Kenma afloraron al exterior, estaba preocupado, genuinamente preocupado. Lo único que quería era garantizar el bienestar de su amigo, pensó meticulosamente la forma más acertada de ahorrarle episodios de estrés al pelinegro, ¿Significaba esa respuesta que se había equivocado?— No entiendo cómo puedes afirmar que te gusta si no sabes nada, ¡Nada de él! Y él tampoco sabe nada de ti, ¡Es una relación absurda!

— Yo quiero conocerle... ¿Tenías alguna idea de eso? Quiero saber más de él. —tragó saliva, sintiendo como sus mejillas adquirían un ligero rubor— Sé desde hace mucho tiempo quién es mi admirador, es demasiado descuidado como para no haberlo descubierto antes. Las cartitas que escribe me sacan sonrisas... —subió la mirada para enfrentar la del desteñido, quien fruncía el ceño en su dirección, disgustado— Kenma, ni siquiera me conoce y es capaz de sacarme sonrisas.

— Solo te gusta la idealización de él. —negó con la cabeza, echándose en un sillón de nuevo— Y estoy bastante seguro de que lo mismo sucede del otro lado, les gusta la idea del otro. Tienen una percepción sesgada, sinsentido, de lo que realmente es la otra persona. —hizo una mueca— Yo solo quiero que estés bien... —murmuró finalmente, muy bajito.

— Aunque ese sea el caso... —Tetsurō titubeó— Aunque fuese así, no tenías el derecho a tomar esa decisión por mi, ¡Para colmo sin consultarme! —rodó los ojos— Necesito tiempo para conciliar esto... —suspiró, saliendo del salón para tomar un poco de aire. Se sentía abrumado, pero no podía irse de casa en ese momento. Su mamá continuaba necesitándole y eventualmente tendría que hablar las cosas con Kenma. No obstante, por unos minutos, un par de míseros segundos acumulados, su tiempo era suyo, no de la escuela, ni de su familia, sus amigos, ¡mierda! Ni siquiera de la persona que le gustaba. En ese instante él se pertenecía a sí mismo, a sus sentimientos y emociones, a su cuerpo y extremidades, a sus nervios que vibraban, traicionados, decepcionados y desolados. Decició que respirar le ayudaría, porque no podía irse aunque no quisiese quedarse. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 05, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

❦| Hey, ¡Despeinado! → KurōTeru ; [HQ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora