La caída 1

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Después de tantos meses ya me daba igual pensar que no quería estar allí. La ciudad de Las Vegas era como uno se lo espera pero sin tanto brillo alrededor y más siendo extranjera.

Los tacones que me hacían usar no me solían molestar pero hoy los estaba odiando de más. La lluvia caía bastante levemente pero aún así mi cabello comenzaba a soltarse del moño improvisado que había hecho y algunas gotas se arremolinaban en zonas del pelo dejando un aspecto poco pulcro. Agradecí no llevar maquillaje.

Odiaba mi trabajo.

Odiaba mi vida.

Odiaba el ruido de mis zapatos en la acera asquerosamente bien hecha de la ciudad. 

Los carteles de luces ya comenzaban a iluminar la avenida y un montón de anuncios con mujeres perfectas sosteniendo perfumes y cremas o publicidades de películas y de eventos me hicieron querer vomitar. Me sentía sofocada y no sabía porque el día de hoy estaba mas enojada y alterada que de costumbre. Quizás porque mi reloj marcaba las 19 en punto y en quince minutos tendría que estar entrando al restaurante.

Mi celular vibró un par de veces pero ni me molesté en revisarlo, seguramente era Jack, mi jefe, preguntando donde estaba y porque llegaba tarde como todos los santos días. "Santos" como si así fueran.

La fachada de mi lugar de trabajo se alzaba por sobre los demás edificios igualmente altos y a pesar de que yo era una persona particularmente odiosa y reservada, siempre me sorprendía como todo aquí podía ser tan... grande. Después recordaba la pocilga de mi apartamento que bien se podía comparar con un armario, claro.

-Anna, te estábamos esperando - Jack me recibió, su voz ya denotaba nerviosismo y la rutina se me hizo agotadora.

-Ya lo se Jack - Bufé - ¿Podrías relajarte?

Su cabello rubio ya denotaba su edad, sus arrugas cada día se hacían mas visibles y sus recién cumplidos 55 años me recordaron que no era bueno para su salud que yo le estuviera estresando el doble.

-Perdón - Le dije, mientras dejaba mi abrigo y me ponía la bata negra del uniforme. El apoyó su mano en mi hombro y me lo apretó con delicadeza, un gesto paternal que en el me gustaba mucho.

-Hay mucho que hacer hoy Anna y me da algo de lastima ya no ver a la niña llena de vida de apenas 19 años que entró hace año y medio por esa puerta, que tenía ganas de progresar y llevarse el mundo por delante.

-Bueno, la vida no es justa con nadie Jack - Le sonreí con algo de lastima - Me quedé estudiando hasta tarde para recuperar lo perdido - Le expliqué y supe que el entendía de que estaba hablando.

-Ya veras pequeña que todo vuelve a su lugar, pero no hay que bajar los brazos aún - Me sonrió, antes de ir a saludar a las demás que comenzaban a llegar.

Es verdad que las cosas habían cambiado mucho en este tiempo, pero cuando decidí dejar mi vida atrás, mi país y mi familia para mudarme a la otra punta del mundo, a la ciudad de los éxitos, y me encontré conque subsistir era mucho mas difícil de lo que parecía, había terminado por apagar mis ganas de todo. La beca en la universidad terminó por cerrarse al ver que mis notas no eran tan buenas, cosa que era casi imposible de mantener si trabajaba 14 horas al día tratando de conseguir dinero para vivir y la renta cada vez era mas cara. Hasta el trabajo se había vuelto más agotador. Antes tenía ganas, iba a estudiar Marketing y había sido seleccionada por la universidad de mis sueños, las horas de trabajo y todo el camino que había recorrido valían la pena, hasta que la vida real me dió una sacudida y me enseño que no todo es tan fácil.

Mientras los primeros clientes entraban por la puerta y el resto del personal comenzaba a moverse, empezó la danza intensa de pasos perfectos. Ya sabíamos como crear una sinergia impecable, como alcanzar la imagen que todos esperaban de nosotros y como comportarnos para que los clientes se sintieran superiores y su visita les hiciera creer que eran mas importantes de lo que en realidad eran. Y es que por algo éramos el restaurante mas importante de la ciudad.

La caída de una estrellaWhere stories live. Discover now