💌 II. Antes de que todo se fuera a la mierda

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Antes me reprochaba por no hablarle a los niños, sobre todo si

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Antes me reprochaba por no hablarle a los niños, sobre todo si... me sentía atraída hacia ellos.

Ahora lo hago porque les hablo a los chicos y a veces desearía no haberlo hecho.

Cometí un error cuando le conté a Damaris que me gustaba Javier, porque ella se lo dijo a casi todo el salón, pero también cometí el error de escuchar a Hanna cuando me dijo que yo le gustaba a Javier.

La primera impresión que él me dió fue que era divertido, buena onda y más tarde descubriría que también teníamos en común el buen gusto por Mortal Kombat.

Hubo una ocasión durante una clase de educación física cuando yo estaba en quinto año y mientras corría por la explanada noté que la cortina del salón de cuarto se movía cada vez que pasaba por ahí.

Así que en una de esas tantas vueltas me detuve y encaré al chico que estaba detrás, poniéndome atención a mi en lugar de hacer las paráfrasis del profe Paco.

—¿Qué se te perdió?

Era Miguel, yo sabía que era él pero después de un año sin haberle hablado o saludado no sabía si él me recordaba o si recordaba que éramos amigos.

Me hizo una seña para que me acercara y yo lo hice, ni siquiera dude pues en verdad quería saber si se acordaba de mí o no.

—Oye, ¿a ti te gusta Javier Sanchez?

—Noo, ¿quién te ha dicho eso? —Negué, aunque por dentro quería decirle "él que me gusta eres tú".

Él se cubrió con la cortina y se rio.

—Yo, nunca andaría con un zombie.

No se porque dije eso, solo se que fue lo primero que se me ocurrió y probablemente fue porque me había enganchado tanto a un videojuego que quería compartirlo o eso creo.

—¿Un zombie?

—Si, lo creas o no en mis ratos libres soy la agente secreta Ada Wong.

Seguramente no tenía idea de lo que estaba hablando pero por eso mantuve la conversación el resto de la hora, porque quería estar cerca de él, porque me gustaba.

—Ese no es tu nombre —me hice la desentendida —. Lo se porque yo jugaba contigo cuando estaba en primer año —dijo.

La felicidad que sentí en ese momento al saber que si se acordaba de mí era enorme.

—¿Lo recuerdas?

—Sí.

Miguel Angel era dulce, caminaba por su salón o me lo encontraba por los pasillos y nos devolvíamos las sonrisas. Fue la primera vez que conocía a un chico detallista, porque se había vuelto una costumbre que me regalara paletas Bubbaloo de fresa o de mora azul, a veces lo hacía él, a veces mandaba a Chuchin, hasta que poco a poco nos fuimos acercando cada vez más.

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