El sendero de la leyenda.

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—¡Buenos días!

La voz de Arashi sonó más entusiasta de lo habitual desde afuera de la casa. El grito de sorpresa de Sakura —el usual "hoe"— fue fuerte y prolongado, y logró asustar a las aves de los árboles del vecindario. Algo que se había vuelto una costumbre en los primeros meses de cohabitación del matrimonio en la casa Li.

—¡Buenos días, Arashi! —exclamó Sakura, aún sobresaltada.
—¿Están vestidos? ¿Puedo pasar?
—¡POR SUPUESTO QUE ESTAMOS...! ¡Oh...! ¡Un momento, por favor! —bajó el tono la joven, entre risillas, murmullos y jaleo que se escuchaban dentro del hogar.

Pasaron algunos minutos, mismos que Arashi aprovechó para caminar por el recibidor de aquella casa, que tenía los muros tapizados de flores, y que todo el tiempo tenía colibríes volando a su alrededor, incluso en estaciones frías.

Cuando la puerta finalmente se deslizó, Xiao-Lang salió enfundado en uno de tantos kimonos de distintas tonalidades de verde que lo identificaban, hakama negro, y la cola de caballo recién peinada. Sakura lo siguió, y arregló los pliegues en el cuello del kimono de su esposo.

—¿Estarás aquí cuando vuelva? —preguntó él, por lo bajo.
—Lo dudo —puso un gesto de sosegada preocupación—. El parto de la señora Omura es muy riesgoso al ser gemelos, quiero estar con ella hasta que llegue el momento, que estoy segura que será entre hoy y mañana, me iré en unos minutos también.
—Todo saldrá perfecto mientras estés con ella —la animó, y se despidieron en un cálido abrazo.
—¡Arashi! ¡Cuando estés de licencia vengan tú y Sorata a cenar con nosotros!

La samurái le respondió a Sakura con una sonrisa mientras asentía.

Sakura se perdió al interior de la casa, pero dejó la puerta abierta, como cada mañana. Xiao-Lang y Arashi caminaron el uno al otro y se saludaron con una reverencia:

—Li Rikugun-Tai-i.
—Arisugawa Rikugun-Shōsa.

El capitán feudal y la comandante imperial hicieron camino a sus monturas, y minutos después cabalgaban hacia la administración de los campos de cultivo.

—Entonces... ¿será pronto que debas viajar a China? —preguntó Arashi, directa como siempre.
—Es muy probable. Mongolia y Tíbet ya son parte del país, lo más seguro es que el Clan tenga algo que decir o hacer al respecto, además, van dos años desde que me dieron el nombramiento, no quisiera que pensaran que sólo me aproveché de su ayuda sin dar nada a cambio.
—Ya veo. ¿Te llevarás a Sakura?
—No lo sé.
—Bueno, yo sí: los esposos deben estar juntos, no puede estar ella aquí y tú en otro país. O se quedan o se van, no pueden estar cada quien por su lado. Por eso Sorata no toma ya viajes demasiado largos, su lugar está conmigo, y el mío con él.
—Es muy sabio y considerado de tu parte.
—Además, para la frecuencia con la que hacen el amor, es extraño que no hayan encargado aún. Urge un heredero.
—¡So! ¡So! —frenó Xiao-Lang a Aozora, que dio un relincho con el que parecía burlarse de su jinete—. ¿De dónde demonios sacas esos números, Arisugawa?
—Una mujer sabe.

La costumbre de la samurái de volver incómodas las charlas solemnes no se había perdido a pesar de los nombramientos y responsabilidades. Xiao-Lang, y todos a su alrededor no sólo se habían acostumbrado, sino que incluso lo apreciaban, por lo peculiar de ver situaciones tan cómicas en una cara tan seria.

Lo cierto, por otro lado, era que los Li estaban haciendo un poco de trampa al respecto. Sakura había sido una estudiante promedio, y tenía nociones sobre la historia de su país hasta donde fue posible dada la interrupción de sus estudios de secundaria, pero aprendía con mucha rapidez, y tenía una natural facilidad para las disciplinas de la salud, como la botánica y la medicina misma, además de una inquebrantable vocación de servicio, y su poderosa magia. Xiao-Lang, por su parte, había sido un ávido devorador de libros de historia universal, y tenía frescos en la mente los eventos que rodeaban su nueva realidad, y en parte, su afán de viajar al continente, estaba en que sabía que en octubre de ese mismo año, uno de los sismos más importantes de la historia azotaría China, y quería estar ahí para ayudar lo más posible, apoyado de la circunstancia de ser un militar en dos naciones.

Gesta De La Hechicera y el Gaijin (2da ED)Where stories live. Discover now