Capítulo 25.

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—Tu sabes porque vine, Spreen— contestó el castaño adelantándose un paso, instintivamente el oso se alejó junto con su amigo.

Los instintos del híbrido se activaron y sus sentidos viajaron por todo el edificio, podía escuchar a Verde y Nutria en el primer piso y olfatear a Betra, Robleis, Gris y Azul aún en el ático, donde probablemente seguían durmiendo.

Estaban en una posición demasiado expuesta para su gusto, pero no pensaba dar el brazo a torcer, no esta vez, no permitiría que Drako le hiciera algo a sus amigos.

—Viniste por los Juanes— dijo, indicando a Carre con un movimiento de cabeza que se mantuviera en su sitio y adelantándose hasta el hombre— Bueno, la tenés jodida, porque no te los vas a llevar, me vas a tener que matar para sacarlos de acá.

Una mirada de fastidio se formó en el rostro de Drako, pues sabía de la pequeña fijación que tenía el oso con el hechicero y que esta era mutua, pero no creyó que fuera al punto de proteger a sus variantes multiversales con tanto ímpetu. Sin embargo, no podía juzgarlo, probablemente él habría hecho lo mismo si se tratara de Zorman.

—¿Quién dice que vine a llevármelos?— habló con los ojos entrecerrados y esas palabras dejaron al híbrido completamente confundido.

¿Acaso Drako no estaba con el Profeta? ¿o con Tanizen? ¿no era el plan B en caso de que el ataque a Spreenfield fracasara? Porque si no era así entonces, ¿qué hacía él allí?

—¿Ah no?— preguntó el hombre de disfraz azul— Entonces, ¿a qué venís?

—Vine a ayudarlos a devolverlos a sus casas antes de que el Profeta regrese o sus amigos los maten— respondió, desconcertando aún más los argentinos.

Fuertes pasos resonaron en el santuario a gran velocidad y antes de que Spreen pudiera decirle a sus protegidos que se quedaran abajo, Verde y Nutria aparecieron por la escalera, alertados por el oído y olfato del animal.

—¿Está todo bien? Oímos un ruido y-— habló el humano al llegar, pero tanto sus palabras como sus pies se congelaron en su lugar al ver al intruso en la entrada del balcón.

Drako miró a la variante fascinado, realmente aquel ser multiversal era un calco de Juan, su similitud era tal que parecía que el hechicero que se divertía molestándolo estuviera frente a él, sin embargo era obvio que no era así, pues sus movimientos y la mueca de miedo que hizo al verlo le confirmaba que ese no era el Juan que conocía. Y ni hablar de la pequeña nutria, pues tenía tantas características de su hermano que le provocó escalofríos.

—No puede ser— murmuró y de pronto Spreen se interpuso en su vista ante las variantes.

—Bueno, bueno— dijo frunciendo el ceño— No los mires mucho que no es zoológico.

El hombre frunció el ceño en dirección al híbrido, respiró profundamente y decidió concentrarse en lo importante.

—Miren, no vengo aquí para lastimar a nadie, de verdad quiero ayudar.

—¿Por qué tengo que creerte? Sos aliado del Profeta y no me importa que sea su papá, estoy seguro que ese viejo choto no quiere nada bueno para Juan y mucho menos para sus versiones de otros lados— el oso siguió en su pose defensiva y Carre se acercó a los Juanes para cubrirlos en caso de que la situación se saliera de control.

—Spreen, escucha-

—¡No, no lo tengo que hacer!— interrumpió— Ahora volá de acá antes de que-

—¡Coño, que yo ya no soy nada del Profeta!— gritó y casi al mismo tiempo un trueno resonó en el cielo.

El híbrido había estado tan concentrado en el intruso que no se percató en qué momento Betra y Robleis salieron por la ventana del ático y se escabulleron por la parte trasera del balcón del piso en el que se encontraban, tampoco cuando Gris y Azul se coordinaron para bajar al mismo tiempo por las dos escaleras que daban a la cocina. En el momento que el trueno iluminó el cielo, los dos argentinos aparecieron detrás de Drako y los Juanes llegaron a su lado, los cuatro lo apuntaron con sus espadas para acorralarlo, pero Drako ni siquiera se inmutó ante aquellos movimientos.

Destinos Fatales [Spruan]Where stories live. Discover now