Turquesa

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En la casa de Kyungsoo hay dos habitaciones más aparte del cuarto de baño. La primera habitación, que es la principal, siempre tiene la puerta abierta y allí se la pasa el pequeño la mayor parte del tiempo. La otra habitación, sin embargo, permanece con la puerta cerrada y Jongin se ha preguntado muchas veces que habrá allí, pero nunca pregunta por ello y con el paso de los días la curiosidad va creciendo más y más.

Ha pasado una semana ya desde aquella confesión en la sala de estar y Jongin se la pasa distraído todo el tiempo, se choca con uno que otro estudiante de vez en cuando, deja la billetera en su casa antes de salir, se quema la lengua con el café en las mañanas y suspira más de lo debido. Suspira como si de ello dependiese su cordura y le sonríe a la nada, como un verdadero idiota.

Sehun ha comenzado a llamarlo tonto y cada tanto le golpea la frente, cuando lo ve demasiado distraído como para siquiera recordar los pasos de la coreografía, esa que lleva ensayando desde hace varias semanas. La misma coreografía que usará para el examen final de su clase de danza.

La noche del martes es cálida y tranquila, la brisa no hace ruido al correr y Jongin decide que mañana no irá a clases porque tiene cosas importantes, mucho más importantes, por hacer. El paso lento de los segundos lo pone nervioso y no cree haberse sentido nunca de esta manera, tan ansioso e inquieto y todo tiene un porqué, uno pequeño y panzón.

"Mi pequeño Kyungsoo..." su casa se siente demasiado grande ahora y en cada esquina que mira, se aparece una imagen de Kyungsoo. Su sonrisa, sus ojos brillantes, sus pestañas espesas... su piel tan pura y su cabello tan negro. "Mi precioso Kyungsoo..." suspiros profundos abandonan sus labios y comienza a dar vueltas en su cama.

Recuerdos etéreos invaden su mente mientras el cielo se vuelve más oscuro, recuerdos de ese baile que compartieron y de lo bien que Kyungsoo se amolda a sus brazos. Recuerdos vagos de las caricaturas que miran juntos y recuerdos casi tangibles de unos labios acorazonados presionados contra los suyos. Recuerdos del calor que emana del cuerpo menudo de Kyungsoo y en ese momento juraría que puede sentir el aroma a jabón y vainilla.

Kim Jongin nunca antes se ha enamorado, jamás ha pasado tanto tiempo pensando en alguien y definitivamente jamás se ha sentido más feliz. La vida le está sonriendo de manera demasiado radiante y quiere conservar esta felicidad por mucho tiempo. Quiere pasar cada semana al lado de Kyungsoo y besarlo con ternura y abrazarlo y besar su panza firme y quiere tantas cosas al tiempo, que quizás está siendo demasiado exigente.

 

"Kyungsoo..." otra noche más en la que se rinde ante Morfeo, con el nombre de Kyungsoo en sus labios.

El sol alumbra alto en el cielo y hay algunos pétalos de flores que la brisa está arrastrando con su ritmo tranquilo. Los pájaros dan un concierto en sincronía y él disfruta de la primavera mientras bebe chocolate caliente en el sofá.

Al ritmo tranquilo de la mañana se suman tres golpecitos en la madera de su puerta y Kyungsoo se incorpora con lentitud, camina el estrecho espacio de la sala al pórtico y abre con cuidado. Sus ojos se abren de manera cómica y se lleva una mano a la panza como por instinto, cuando su mirada se fija en lo que tiene en frente.

Un gran ramo de flores coloridas se presenta ante él y no puede ver más allá, porque el ostentoso presente cubre el rostro de quien está allí; sin embargo las piernas  largas que sobresalen bajo las flores y las manos morenas que sostienen los largos tallos, no podrían ser de nadie más que...

"Buenos días Kyungsoo."

 

Jongin.

Light BlueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora