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Las cosas en los vestidores estaban a flor de piel, los jugadores se rehusaban a jugar. Isabel y Rafa, no sabían que hacer con la situación, pero necesitaban que jugaran.

— Muchachos — Isabel entró corriendo. Su semblante decía mucho, estaba agotada — si no entran, perdemos. — tomó una gran bocanada de aire — ¿Dónde está su orgullo? Su espíritu de equipo — se apoyó en un jugador — Tony — le dió la mano mientras daba unos pasos adelante — Tony, vente conmigo, vente conmigo, dame la mano

— A ver, si queremos clasificar a la liguilla, no podemos perder ni un punto Cuau — el mencionado, hizo caso omiso de lo que dijo. Siento que Isabel le tocaba el brazo

— ¿Qué hacemos?

— ¿Pedir una prórroga?

Con una sola mirada podían saber lo que quería el otro y esa vez no fue la excepción. Los dos salieron corriendo de los vestidores para pedirle una prórroga más al árbitro.

Cuando llegaron al pasillo lograron escuchar por el altavoz lo que más temían. "Estimado público, por reglamento de la liga , Los Cuervos, pierden el partido. Favor de moverse rumbo a la salida".

Tanto Rafael como Isabel se quedaron en shock al escuchar eso.

Rafael vio como su esposa se recargaba en una pared, pasaba las manos sobre su cabello nerviosamente y como transpiraba.

— ¿Estás bien? — Isabel tomó aire y se recargó más en la pared. Supo que algo estaba mal cuándo ella lo miró

— ¿Cómo chingados sabía Cuau qué fui a hablar con J.P y el gobernador para pedirles dinero? — la sonrisa en forma de disculpa que Rafael le ofreció, la hizo sentirse traicionada, él les había dicho — chingada madre, Rafael — bajó la mirada, pues sentía las lágrimas en sus ojos

— Perdón, Isabel. Mira, yo lo único que quería, era explicarles que estás haciendo todo lo posible para pagarles

— ¡Pues ya sé, Rafael! Pero todo lo que te cuento en la casa no es para que lo vengas a ventilar a los vestidores, ¡Ya no eres uno de ellos!

— Ay wey, espérate — metió la mano en su saco y sacó un pañuelo para darselo — te está saliendo sangre de la nariz

— ¡¿Qué?!

— Isabel, ¿Sabes qué?

— Estoy bien, estoy bien, estoy bien

— Estás absorbiendo demasiado estrés, tienes que descansar

— ¡Que te dije que estoy bien!

— A ver, no, no Isabel, vamos a hacer una cosa. Yo me encargo del equipo y tú te encargas del bebé

— ¡Que se chingue el bebé!

Isabel sabía que la había cagado diciendo eso, lo supo de inmediato por la cara de Rafael. A pesar de todo, incluso ella misma se sorprendió de lo que había dicho. Llevaban meses tratando de tener un bebé y ahora que ya lo tenían, no sabía cómo sentirse.

Rafael la dejó ahí y prefirió irse. Conocía a su esposa y sabía que era muy impulsiva, además de que el principal amor de ella eran Los Cuervos, a diferencia de él que su mayor sueño era formar una familia.

Ella no lo vio irse y él no miró para atrás ni un  segundo.

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Cuando Rafael llegó a su casa, encontró a Isabel en el sofá que tenían en la habitación, prefirió llegar tarde porque quería evitar a su mujer, no quería pelear.

Lo que hubiera sidoWhere stories live. Discover now