28. Un amanecer compartido

3.3K 139 76
                                    

Capítulo 28

—¿Qué hora es?

Escucho mi voz mientras estiro el brazo para buscar a Aren en el otro lado de la cama, todavía medio dormida y con los ojos cerrados.

—Aren...

No obtengo respuesta.

—Aren, ¿estás ahí? —insisto.

Como mi pregunta vuelve a quedarse suspendida en el aire, me yergo de la cama y levanto la persiana de la habitación del moreno, dándome cuenta de que he estado sola durante todo este tiempo.

Extrañada debido a su ausencia, camino hacia la puerta y me dirijo hacia la cocina de la casa. Pero, antes de salir de la habitación, un olor a café recién hecho entra por mis fosas nasales.

Cuando mis pies descalzos tocan las baldosas de la cocina, Aren ya está despierto y me recibe con una sonrisa de oreja a oreja en la cara.

—Buenos días.

El chico se acerca a mí y deposita un pequeño beso en mis labios.

—Buenos días —repito, soñolienta—. ¿Has hecho café?

—Sí, para ti —me acerca una taza, más sonriente y feliz que nunca—. A ver si te gusta.

Yo le doy las gracias mientras bebo un sorbo.

—Está muy rico —le hago saber.

—También he hecho napolitanas caseras —me informa sin dejar de sonreír, sacándolas del horno y colocándolas en la encimera—. Es mi primera vez, así que no sé si estarán buenas.

—¡¿Qué?!—mis ojos se abren debido a la sorpresa, ya que no me esperaba verlo en esta faceta de cocinero—. ¿A qué hora te has levantado para hacer todo esto?

De repente, estoy más despierta que nunca.

—Eso no importa.

—¡Claro que sí! —exclamo—. Me siento fatal. Podría haberte ayudado.

—No te preocupes por eso.

—¡Claro que me preocupo!

—Mar, es algo que quería hacer por ti desde hace muy tiempo —silencia mis quejas con total sinceridad—. Así que acepta mi desayuno sin sentirte mal.

Me deja sin palabras.

—Está bien —accedo finalmente.

—¡Por fin me haces caso en algo! —se lamenta con una sonrisa de medio lado en la cara—. Eres muy testaruda, ¿eh?

—¡Oye! —le doy un pequeño golpe en el hombro—. No soy testaruda —me cruzo de brazos.

—No es nada malo —me aclara rápidamente—. De hecho, me gusta —asiente varias veces con la cabeza, mirándome de arriba a abajo con cierto deseo.

Su mirada me pone nerviosa, pero decido ignorarlo para seguir defendiendo mi postura.

—Pero es que no lo soy.

—¿Ah, no? —me dice mientras coloca los últimos croissants en una bandeja, listos para ser comidos durante el desayuno.

—No.

—¿Entonces por qué te has cruzado de brazos cuando te lo he dicho?

Ni si quiera me había dado cuenta.

—Pues porque... —intento buscar una excusa, pero no soy capaz y termino riéndome de la situación—. Vale, tal vez sea un poco testaruda —admito finalmente.

Cambio de aires | COMPLETAWhere stories live. Discover now