Epílogo

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Las memorias perdidas

—Asistente Albedo, llévate más hojas. Necesito que registres la mayor cantidad de información posible sobre este monstruo. Puede ser que logremos sacar algo útil de este experimento fallido.

—Si, maestra.

—También sería bueno que intentes representarlo dibujos aquellos datos más notables.

—Entendido.

Albedo se apresuró a tomar los materiales necesarios para acatar apropiadamente aquella órden antes de seguir a su maestra hacía el Corazón del Dragón, en donde uno de los últimos experimentos fallidos de Rhinedottir se estaba refugiando. La hipótesis era que quería absorber la energía dracónica de la montaña, provocando un daño irreparable en su ecosistema. Debían de detenerlo lo antes posible.

Apresuraron el paso nada más empezar su pequeño viaje. Cada segundo era valioso. Albedo mentiría si dijera que no estaba emocionado por ver pelear a su maestra. Él aún no sabía pelear, y tenerla a ella como ejemplo era bastante educativo y solo aumentaba su admiración por ella.

A la mitad de camino Rhinedottir percibió la presencia de Aether. Normalmente hubiera ignorado a cualquier persona siempre y cuando no interfieriera en sus planes, pero Aether deslumbraba tal cantidad de poder que le era imposible no notarlo. Le preocupó un poco que tuviera malas intenciones, pues no tenía tiempo ni ganas de lidiar con otro enemigo.

Siguieron avanzando, la maestra estuvo al pendiente de Aether por si hacía algo que llamara su atención. Para cuando se estaban acercando al Corazón del Dragón, ambos caminos se cruzaron de forma inevitable, y mientras la maestra veía a Aether con desconfianza, Albedo lo hizo con curiosidad.

—¿Qué quieres? —Preguntó Rhine sin rodeos.

—Oh, eh... Yo... —Respondió el rubio con nerviosismo —. Lo siento, soy Aether y eh... —Sus mejillas se tornaban un poco rojas al mirar a Albedo— Solo pasaba por aquí.

Albedo estaba un poco incómodo. Aquel chico rubio que había aparecido de la nada no dejaba de mirarlo, y aunque no era con mala intención sino con una notable atracción, él aún era muy joven como para poder notar la diferencia. Rhine vio que Aether no era una amenaza y, aunque la forma en que veía a su asistente no le agradó, decidió que tener una buena relación con él sería objetivamente positiva. O bueno, una relación "buena" en términos de Rhine.

—Oye, viajero. No puedo evitar percibir que eres alguien bastante fuerte. Da la casualidad que necesito vencer a un monstruo bastante fuerte —Albedo mira a su maestra. No le gusta hacia donde va dirigido todo esto—. Ayúdame y te deberé un favor.

El rostro del rubio se iluminó como si le hubieran ofrecido todas las riquezas del mundo a cambio de nada, aceptando el repentino encargo de la alquimista. Albedo no estaba muy de acuerdo con el acuerdo, más sin embargo, al ver cómo el chico no dudaba en ayudarlos y que su maestra aceptaba su compañía, pudo confiar un poco en él.

Durante las siguientes horas los tres se dedicaron a deshacerse del experimento fallido, logrando resultados positivos mucho más rápido de lo que ambos alquimistas habían calculado gracias a la ayuda del Viajero. Una vez que todo terminó, Rhine aprovechó la oportunidad para pedirle otro favor.

—Debo admitir que posees buenas habilidades de combate, viajero. Aquí mi asistente es muy novato en ésa área, y yo sinceramente no tengo tiempo de educarlo, sin embargo necesito que sepa defenderse para que sea un asistente más productivo. Si me ayudas, te deberé otro favor —no le gustaba la idea de deberle tanto a alguien, pero un favor era un favor, y ante todo ella era honrada y honesta.

❛❛ In My Memories ❜❜Where stories live. Discover now