20. Actuando Bienestar

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Ambrose Dash

Estaba en la puerta de casa, arrodillada en el suelo de tierra naranja, con la cabeza a gachas y las lágrimas recorriendo mi rostro. Ya estaba empezando a anochecer, llevaba aproximadamente cinco horas en esa posición, sin poder levantarme o hacer otra cosa más que llorar.

Varios chicos pasaron por ahí, ellos estaban volviendo de sus trabajos o escuelas. Me veían y algunos preguntaban si todo estaba bien, yo sólo podía asentir y pedirles que me dejaran sola.

Ese guardia había tocado la puerta de casa, con su pulcro uniforme y medallas, acompañado de unos cuantos más, nos habían dicho que su cuerpo no aparecía, pero nos entregaron sus pertenencias, las cuales se resumían a unos tres libros gastados de historia de Calem y uno más, con portada negra y dorada...

No recordaba el título, eso no había importado hasta que desperté.

.

La tapa de la infernal capsula ya estaba abierta, eso quería decir que ya podía irme, pero el dolor de cabeza y los mareos no me dejaron, ya eso se estaba volviendo costumbre.

-¿Qué estabas soñando? -preguntó Aiden, acercándose a mí y tendiéndome ambas manos para ayudarme a poner de pie.

Lo miré con odio y él sonrió con falsedad. Recibí su ayuda. Estábamos frente a frente, él no había soltado su agarre, cosa que agradecía, no por el hecho de su tacto o cercanía, sino porque sabía que no podía mantenerme de pie por mí misma.

-¿Es muy vergonzoso como para compartirlo o...? -indagó con picardía.
No estaba como para soportar su buen y repentino humor; aún estaba sufriendo la pérdida de papá y justo en ese momento me di la oportunidad de aceptarlo, no quería tener cerca al rubio que era responsable de que no pudiese ver a lo que me quedaba de familia.

Aún estaba afectada por mis malas acciones luego de la muerte de papá y no quería estar frente a un Finnes, que probablemente me incitaría a cometer muchas más.

-No te quiero cerca Aiden, sólo estoy recibiendo tu ayuda porque no soporto estar en esta habitación -escupí con más odio del esperado.

Éste endureció su expresión y acercó un poco más su rostro al mío, teniendo así que agacharse para lograrlo.

Mi respiración se entrecortó; no estaba acostumbrada a este tipo de cercanía, pues nunca había tenido tiempo de convivir con el otro sexo, o con cualquier ser humano en general.

-Al parecer todas me quieren cerca menos tú, Ambrose -susurró y el olor a alcohol me golpeó.

No podía creerlo, aquellos hombres estaban dejando que la presión los dominara. Primero el grito lleno de inestabilidad de August, luego la llamada y la extraña ausencia de Captian; y ahora la borrachera de Aiden.

Las bases de todo en lo que se había convertido nuestra vida se estaban tambaleando, y sinceramente, no sabía si alegrarme o asustarme.

-¿Te refieres a las capturadas? -solté con burla -. Ellas no quieren verte, ni a tu familia. Les tienen asco.

Sonrió con diversión.

-Eso no piensa Dafne Rose -nombró a una de mis compañeras, causando que casi me atragantara con el aire -. Esa chica no necesita hablar mucho para...

-Alto -lo tajé, horrorizada. ¿Qué mierda estaba pasando?

-¿Celosa, Ambrose?

Reí y meneé la cabeza.

-¿Sabes? Tienes un rostro bastante diferente, para nada común -susurró, echándome su aliento en la cara, mientras me acariciaba la barbilla con su pulgar -. Es una lástima que no me soportes, Ambrose, a mí sí me gustaría tener una amiga en estas malditas paredes.

The Capture Donde viven las historias. Descúbrelo ahora