28. Tiempo Perdido

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Aiden Finnes

Estaba algo aturdido, y no era por el sonido del arma...

Tres disparos. ¡Habían sido tres! Y no uno tras otros, no, todos tuvieron pausas bastante largas para una persona que sufría heridas de balas, y para las personas con los nervios de punta que observaban la escena.

Asesinar no era algo que disfrutaba, me había tocado hacerlo un par de veces, pero no en casos como éste. Lo había hecho durante los ataques provenientes de Calem, porque, o eran sus vidas o la mía, y el mundo aún no estaba preparado para perderme.

Al ver a Dash bajando del escenario mi piel se erizó. Nunca había visto a una chica con tanta determinación y sed de venganza. En otras palabras, nunca había convivido con una chica tan loca como Ambrose.

La observé con sorpresa, pesar y algo de comprensión, sin pasar por alto el terror que había infundido aquella escena. Ella aún tenía el dolor y odio tallado en sus ojos, pero cuando me vio también pude notar que estaba algo inquieta.

-¡Esa es mi francotiradora! -celebró mi padre con ambos brazos abiertos y apuntando ligeramente hacia arriba -. Es increíble como siempre acabas superando mis expectativas.

Su sonrisa era algo torcida y el hecho de que estuviese feliz por los actos de Ambrose era algo inquietante, pero no inesperado; conocía a aquel hombre más de lo que podía llegar a conocerme a mí mismo. Era ambicioso, no contaba con escrúpulos y a veces la cordura lo abandonaba.

-Quisiera regresar al Círculo Dorado -dijo antes de dirigirse a los baños.

Luego de eso regresamos al Círculo Dorado, donde la esperaban todas las capturadas con expresiones llenas de ira o tristeza.

Kristen la miraba con preocupación, era contagioso su sentimiento, pues la chica parecía actuar por inercia desde que salimos del coliseo.

-Puedes tomarte el día libre, Dash -solté, sin dejar que mi padre interviniera.

Ésta no necesitó de una palabra más para salir del edificio para dirigirse a las instalaciones donde les suministraban el tratamiento al inicio de la captura, donde ahora descansaba Cina. Las demás chicas se dirigieron a sus habitaciones o al comedor, dejándonos solos a mi padre, a Captian y a mí.

-Tienes visita -anunció Captian, acercándose con la mujer que había atormentado mis pensamientos durante los últimos días. Ellos bajaban las escaleras que teníamos justo en frente.

-Aiden, hijo, por favor...

Su cabello negro estaba despeinado a más no poder, como si se hubiese revolcado en el patio junto a los Magno, sus ojos estaban rojos e hinchados, lo que hacía que sus iris azules, algo más oscuros que los míos, resaltaran.

-Ya ha sido suficiente -solté, tratando de mantener la calma y caminando hacia los pasillos que se encuentran a un lado de las escaleras.

-Aiden, por favor, escúchame -pidió de nuevo, con su voz entrecortada.

-Aiden deberías escucharla -opinó Captian, haciendo que me aproximara a ellos.

-¿Cuál es el puto problema, Captian? -siseé, apretando mis puños -. Tú no entiendes esto porque nunca tuviste una madre, pero te aseguro que si la hubieses tenido entendieras la situación y estuvieses de mi lado.

Mi primo me observó por unos segundos, con gesto indescifrable, como de costumbre.

-Justo por eso digo que debes escucharla -dijo con voz monótona, pero con un tono un poco más bajo; mis palabras le habían afectado -, porque cuando falte querrás escucharla todo el tiempo.

Sin decir más el chico subió de nuevo las escaleras, dejándome con mi padre al lado y Amara Finnes Stecker frente a mí, unos escalones más arriba.

-Captian tiene razón, deberías escucharla -escuché decir a mi padre, pero no me atreví a mirarlo -. Yo la escuché, arreglamos las cosas y ahora podemos estar en paz en un mismo lugar, ¿cierto, Amara?

Ésta asintió con un ápice de sonrisa. Eso era cierto, antes no podían estar en la misma habitación sin tratar de hacerle daño al otro en todos los sentidos.

-Si hubiese intentado hablar hace unos años la escucharía -hablé, experimentando esa extraña sensación en mi garganta, sólo pasaba cuando ella venía, y por eso odiaba su cercanía -. Ya es tarde; los años que perdimos no volverán, así que no hagas nada por recuperarlos.

Me giré y bajé las escaleras, para luego dirigirme a los pasillos a un lado de ellas.

-Esto ha sido lo peor de todo, August -dijo ella con voz entrecortada.

-Sólo estás sufriendo las consecuencias de tus actos, Amara, no me trates como el villano, porque no lo soy.

-Si seguía viviendo contigo iba a morir -escupió con odio.

Sus tacones empezaron a sonar por las escaleras; estaba bajando. Me pegué como una estampita a la pared y fruncí el ceño. Cuando ellos se juntaban no sabía quién era más responsable de que me sintiera tan malditamente ajeno a cualquier sentimiento.

-Estás enfermo,August y dejar a mi hijo contigo fue el error más grande que he cometido -soltó antes de salir del Círculo Dorado.

The Capture Donde viven las historias. Descúbrelo ahora