24.

253 33 0
                                    

Zayn.

—¿Con cuantas personas te has acostado?

La pregunta sorpresiva de Liam casi hace que caiga de la cama. ¡Joder con el niño y sus demasiado directas cuestiones! Su cabeza subió de la almohada, donde había tenido el rostro enterrado y me miró con expectación, en espera de una respuesta. El niño me había obligado a levantar mi perezoso culo, limpiar mi habitación y darme una necesitada ducha. Cuando había salido del baño, lo había encontrado acurrucado en mi cama y no había resistido el impulso de acostarme a su lado.

No tenía ni idea de cómo el chico había pasado de estar durmiendo a cuestionarse mi vida sexual.

—¿Por qué rayos quieres saber eso? —musite extrañado.

Sus mejillas se colorearon y bajo el rostro a la almohada, negando con la cabeza—. Olvídalo.

—Sí, eso no va a suceder —enredé mi brazo en su cintura y lo jalé, acercándolo—. Puedes decirme cualquier cosa, piccolo. ¿Por qué estas interesado en saber eso?

Sus ojitos marrones me miraron bajo su suave flequillo, sus mejillas tan rojas como manzanitas.

—Yo... —trago—. Yo quiero saber a qué me estoy enfrentando.

—¿Eh?

—Es vergonzoso, Zayn, déjalo. —la última palabra se ahogó en la tela de la almohada.

Reí entre dientes—. No, no voy a dejarlo pasar, cariño —lo giré—. Dime a que te refieres.

—Es que, yo jamás he estado con nadie —su rostro se coloreo aún más si eso era posible—. Y quiero ser bueno para ti, pero tú has tenido tantos amantes antes, Zayn —se mordió el labio, posando su mirada en mi pecho—. ¿Qué pasa si lo hago mal?

Subí su barbilla con mis dedos, obligándolo a mirarme.

—Primero que nada, ¿por qué estás pensando en ello ahora? Me has dicho desde que nos conocimos que no te acostarías conmigo.

—Sí, pero... si yo soy bueno para ti, en eso, tu no me dejarás, ¿verdad?

Sus ojos eran enormes en su pequeño rostro y llenos de una fragilidad e inocencia que no me había dado cuenta de que Liam poseía. Si, era joven pero el niño se defendía tan bien que había olvidado la dulzura de la adolescencia, la ignorancia ante la vida misma. Yo había recorrido más camino que el que mi edad me permitía, pero Liam, él recién estaba comenzando a conocer lo que es una relación y los sentimientos y obligaciones que esta conlleva.

Enroscando mis brazos a su alrededor, lo jalé a mi pecho. Levantando la cabeza, beso mi barbilla y me miró.

—No voy a mentirte y decirte que no quiero tener sexo contigo, porque créeme, he tenido muchos sueños respectivos a ello —acepte—. Pero no quiero que tú te entregues a mí solo porque temes que te deje. Bebé, ni, aunque la casa saliera volando como en el Mago de Oz te dejaría ir.

—¿En serio?

Asentí. Su rostro se ilumino, pero me di cuenta de que aún no estaba muy convencido de mis palabras.

Suspiré.

—Ven aquí, piccolo —sentándome contra el cabecero, lo jale hasta que estuvo sentado a horcajadas sobre mis piernas. Nuestros rostros a la misma altura—. ¿Sabías que las golondrinas se emparejan de por vida?

Me miró totalmente confundido, pero negó—. No lo sabía.

—Pues lo hacen —afirmé—. Ellas viajan miles de kilómetros para encontrar una pareja y cortejarla. Y luego de que la toman, jamás se separan.

Todo por él |Ziam| EDITANDOWhere stories live. Discover now