ℰ𝓁 𝒸𝑜𝓁𝑜𝓇 𝒹𝑒 𝓃𝓊𝑒𝓈𝓉𝓇𝑜𝓈 𝓇𝑒𝒸𝓊𝑒𝓇𝒹𝑜𝓈 - Bokuto

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4 años después

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4 años después

Es tan raro cómo la brisa juega con Akaashi.

Su pelo es tan oscuro y ahora es tan largo que me resulta extraño. A veces le cubre los ojos y me molesta no poder mirarle directamente. Sin embargo, le da un aire diferente.

Cuando íbamos al instituto, Akaashi era de colores fríos. El invierno, con sus azules, hacía juego con sus ojos. Recuerdo las miles de veces que jugamos en medio de la nieve sucia a construir muñecos de nieve que apenas eran del tamaño de un balón de voleibol.

Entre tanta blancura, las mejillas y la nariz sonrojadas de Akaashi eran como un reclamo para refugiarse del frío.

Sin embargo, sus ojos, de un color que no consigo identificar con nada que haya visto antes, me pedían que siguiéramos allí.

Una vez pensé que no me importaría crear un iglú con toda aquella nieve sucia que nadie quería y quedarme a su lado, reviviendo una y otra vez la imagen de su rostro sonrojado y su mirada de un color irreconocible.

No recuerdo cuando dejé de mirar para observar. 

Akaashi no atraía mi atención, era mi compañero y amigo, pero el año que me gradué caí en la cuenta de que había desperdiciando el tiempo engañándome.

El simple hecho de no caminar de vuelta a casa con él me parecía todo un mundo, y lo entendí cuando estaba lejos.

A partir de mi primer invierno lejos de Akaashi y aquellas tardes construyendo muñecos con la nieve sucia, me sobrevino una sensación de soledad y de indiferencia que me molestó. Había asociado aquello a Akaashi, y el que no estuviera me resultaba extraño, incomprensible.

"Kou, eres como un barco a la deriva." Esas fueron las palabras de mi hermana cuando la llamé esa tarde de invierno. "Si has perdido el rumbo, vuelve. Lo que has dejado en tierra te sigue esperando."

Nunca pensé que se refiriera a Akaashi. Ni tampoco que aún quisiera hablarme a pesar de la distancia.

Despierto de mi trance cuando Akaashi se levanta del banco con el ceño fruncido. Las gafas se le escurren un poco, llegando hasta la punta de la nariz.

Sonrío cuando fija la mirada en ellas y levanta el mentón para que vuelvan a su sitio.

Aunque las gafas me impiden ver sus ojos en su máximo exponencial, soy capaz de seguir captando su magnetismo.

-Si no nos damos prisa cerrará la tienda, Bokuto.- comenta Akaashi con un tono que esconde urgencia.- ¿Me estás escuchando?

Parpadeo varias veces, manteniendo la sonrisa en los labios.

-Tienes algo en el pelo.

Ignoro su pregunta alzando una mano para retirar un pétalo de su pelo. A pesar de que está empezando el verano y que este año ha durado mucho más la época de lluvias, los cerezos en flor hacen de las suyas como de costumbre.

El color de nuestros recuerdosTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon