CAP 4

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La mañana del viernes comenzó con buen pie, levantándose temprano

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La mañana del viernes comenzó con buen pie, levantándose temprano. No obstante, aunque se había metido en la cama lleno de optimismo y entusiasmado con las perspectivas que le aguardaban, el miedo lo asaltó de nuevo ante la cruda realidad de lo difícil que le resultaría mantener la entereza a cada instante. Una vez, despertó en una cama vacía dentro de una casa silenciosa, si bien se produjo un pequeño avance. Por primera vez desde hacía más de dos meses se había despertado sin la ayuda de una llamada telefónica. Amoldó su mente, tal como hacía cada mañana, al hecho de que los sueños de Sergio y el juntos que habían vivido en su cabeza durante las últimas diez horas no eran más que eso: sueños.

Se duchó y se vistió con ropa cómoda, echando mano de sus jeans favoritos, zapatillas de deporte y una camisa azul claro. Lando tenía toda la razón en cuanto a lo del peso, pues los jeans, que solían irle ajustados, sólo se mantenían en su sitio con la ayuda de un cinturón. Dedicó una mueca a su reflejo en el espejo. Estaba feo. Tenía ojeras, los labios agrietados y el cabello hecho un desastre. Lo primero que debía hacer era ir a su barberia y rezar para que pudieran atenderlo.

—¡Jesús, Maxie! —exclamó Martin, su barbero, al verlo— Pero ¿has visto cómo estás? ¡Por favor, abran paso! ¡Abran paso! ¡Llevo a un hombre en estado crítico! —Le guiñó el ojo y comenzó a apartar gente de su camino. Luego le ofreció una silla y lo obligó a sentarse.

—Gracias, Martin. Ahora sí que me siento atractivo —masculló Max, procurando ocultar el rubor de su rostro.

—Pues no deberías porque estás hecho un asco. Nick, prepárame la mezcla de costumbre; Colin, necesito mi bolsita mágica, que está arriba. ¡Ah, y dile a Paul que se vaya olvidando de almorzar porque tomará a mi cliente de las doce!

Martin fue dando órdenes a diestro y siniestro sin dejar de agitar los brazos desaforadamente, como si se dispusiera a efectuar una operación quirúrgica de urgencia. Y es que quizá fuera así.

—Oh, lo siento, Martin, no pretendía estropearte el día —se excusó Max.

—No me vengas con ésas, Maxie. De no ser así, ¿por qué habrías de presentarte aquí de repente un viernes a la hora del almuerzo sin tener una cita concertada? ¿Para contribuir a la paz mundial?

Max se mordió el labio con aire de  culpabilidad.

—En fin, te aseguro que no lo haría por nadie más que por ti, Maxie.

—Gracias.

—¿Cómo lo llevas?

Martin apoyó su pequeño trasero en el mostrador de delante de Max. Tenía cincuenta años cumplidos y, no obstante, presentaba una piel tan perfecta y, por descontado, el cabello tan bien cortado que nadie le hubiese echado más de treinta y cinco. Sus cabellos de color miel realzaban la tersura de su tez, y siempre vestía de forma impecable. Su mera presencia bastaba para que cualquier alfa se sintiera horrendo.

Posdata: Te Amo. | Chestappen • Perstappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora