Capítulo 4: No tenía que ser rojo

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Wallace Amery se veía bastante contrariado con la elección de la vestimenta de su compañera Aquilae para la siguiente misión

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Wallace Amery se veía bastante contrariado con la elección de la vestimenta de su compañera Aquilae para la siguiente misión. Bien sabía que debían pasar desapercibidos, pero ella no lo tenía tan claro. 

—¿Por qué tiene que ser rojo? Todos van a mirarla apenas entre, se ve demasiado llamativa.
—Es algo bueno entonces, señor Amery —dijo Star—. Si van a ocupar sus miradas en mí, usted podrá hacer lo que necesite sin tanta atención encima. 
—No puedo creerlo. ¡Se supone que debemos ser invisibles! —replicó un enfurruñado Amery mientras se cruzaba de brazos y fruncía el ceño. 
—Ay, mire al bebé gigante haciendo una rabieta —se rió Star—. Usted debe ser el invisible si gusta, y debo recordarle que para el resto de los invitados a la fiesta no somos nadie. ¿Vamos? 

Wallace suspiró. Sabía que ya nada podía hacer al respecto, pero decidió caminar junto a Star al carruaje que había alquilado para asistir a la fiesta. Cuando llegaron, ella tomó la delantera y se bajó del vehículo. Frente a sus ojos había una lujosa casa en el sector de Westminster, decorada bellamente y con un par de guardias en la entrada. Dos personas ingresaron sin problemas, pero cuando Star intentó seguir, uno de los vigilantes la agarró del brazo con firmeza. 

—Sin invitación no puede entrar, señorita. —la joven miró al voluminoso hombre con un dejo de extrañeza.
—¿Disculpe? 
—Lo que oyó, si no nos muestra su invitación no podrá entrar. 

Star soltó una risa nerviosa y dio un paso atrás. Luego hizo el ademán de buscar entre los pliegues de su ropa.

—Debe haberse quedado en mi otro vestido —ella se encogió de hombros—, tenía muchísimas opciones para escoger, este es bonito. ¿No lo cree?
—Sí que es lindo —replicó el otro guardia—, pero no hay una invitación en sus bolsillos. Lo sentimos mucho, no puede entrar. 
—Está bien, creo que podemos llegar a un acuerdo —la joven sacudió su vestido de nuevo y unas cuantas monedas de oro tintinearon al caer al suelo. Los guardias miraron de reojo mientras ella las recogía y se las ofrecía—. Estas son para ustedes, están haciendo un trabajo magnífico. 
—Gracias, pero no las necesitamos —el guardia agarró de nuevo el brazo de la chica—. Muéstrenos su invitación o váyase. 

Wallace veía todo a un par de metros de distancia mientras se aguantaba la risa. Haber escondido la invitación que robó para que Star no la viera fue una decisión muy divertida. Luego de unos segundos más de tortura, él decidió acercarse a los guardias.

—Ya es suficiente, amigos —intervino el Aquilae y le entregó a uno de los guardias la invitación para dos personas—. Mi esposa no me creía cuando le dije que ustedes eran imposibles de sobornar.
—¿Esposa? —Star lo miró desconcertada, pero vio tan determinado el gesto de Wallace que comprendió de inmediato que debía seguirle el juego—. Oh, claro que soy tu esposa, Wally querido. Nos casamos hace tan poco tiempo que todavía no me lo creo cuando lo dices. 

Amery le entregó un antifaz a la joven y se puso uno también, a lo que el par de guardias se apartaron de la puerta para dejarlos entrar, revelando un largo corredor con una gran cantidad de retratos al óleo colgados en las paredes.

Crónicas de Aquilae: La incursión Victoriana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora