1. ESTAMOS EN GUERRA

1.5K 90 1
                                    

Juego con las notas del piano, transportándome a otra dimensión donde solo estamos mi música y yo. Termino la pieza con un Fa agudo y me pongo en pie frente al teatro para recibir los aplausos del público.

—¡Caeli! —mi nombre suena por todos lados mientras mi equipo de seguridad me abre paso entre la multitud con sus gritos y cámaras.

Opto por firmar un par de autógrafos, no responder ninguna pregunta de los reporteros y en cambio dejar ver mi mejor sonrisa.

—Realmente te has lucido esta noche —mi representante me extiende una copa de champán antes de servirse la suya propia mientras la limusina nos conduce hasta el mejor hotel de Londres—. Has cerrado la gira con broche de oro. Enhorabuena.

Miro por la ventanilla polarizada al mismo tiempo que dejo escapar un suspiro. Al menos algo en mi vida va bien. La música me ayuda a asimilar los golpes, las pérdidas...

¿Cómo estarán las cosas en Sicilia? Mi familia me mantiene en la oscuridad, a mi mejor amiga le prohibieron hablarme de ello, Vince no me habla mucho pese a que dice haberme perdonado y Drake... No sé nada de él desde el día en que vino a buscarme y me negué a huir con él.

El pecho se me oprime de revivir mi doloroso pasado y vuelvo mi atención a mi acompaante con la misma sonrisa que sale en las primeras planas de las noticias.

—Ha sido un trabajo en equipo —respondo por fin—. Jamás hubiera llegado tan lejos de no ser por ti, Lombardi.

—Y por Christos Parisi, tu mayor patrocinador.

Los dientes me rechinan al escuchar el nombre de ese desnaturalizado bastardo que me alejó de todo y de todos. El mismo que me amenazó con destruir a mi familia si me iba con Drake...

—Salud —choco nuestras copas antes de beber, sabiendo muy bien cómo fingir mi repentina rabia.

Me bebo el champán hasta el fondo y voy por una segunda copa cuando el auto se estremece de pronto, provocabdo que salte sobre mi asiento al punto de golpearme la cabeza con el techo.

—¿Qué sucede? —inquiero alarmada al sentir otro impacto similar.

—¡Nos están atacando! —informa el chofer por el intercomunicador.

Rápidamente saco mi arma del bolso, preparándome para disparar en cualquier momento y en menos de un minuto me veo obligada a hacerlo cuando otro impacto detiene el auto y la puerta del mismo sale volando.

Le clavo el tacón a la cabeza que se asoma y aprieto el gatillo contra el sujeto a sus espaldas.

Mis hombres me cubren para poder salir del auto junto a Lombardi. No hay donde esconderse ni ponerse a cubierto. Estamos en un enfrrntamiento cara a cara en plena calle y la muralla de soldatos es lo único que nos divide del enemigo.

Esto está raro. Demasiado. Pero no es momento de pensar, si no de actuar.
Estando protegida me doy el lujo de visualizar mi objetivo y no fallar a la hora de disparar, así raciono las municiones que no me sobran.

—¡Dame un número, Florencio! —hablo con mi hombre de confianza.

—Doce a las ocho en punto —responde—, tal vez cinco más dentro del coche blindado.

—Acábalos —ordeno mientras le robo la granada que le cuelga del cinturón—. Voy a por el auto. Cubridme.

—Señorita, no tengo permitido...

No le doy chance ni tiempo para detenerme, puesto que salgo corriendo hacia el otro lado de la carretera sin mirar atrás.

Esquivo una bala y termino rodando para poder llegar. El chofer se se dispone a subir las ventanillas al prever mis intensiones, pero es demasiado tarde. Soy rápida a la hora de colar la granada dentro y lanzarme al suelo antes de que el vehículo vuele por los aires, derribando un par de sujetos.

Para cuando me pongo en pie mi equipo ha acabado con el resto. Me acerco a uno de los cadáveres para revisar sus tatuajes y frunzo el ceño confundida.

—Son de la Bratva —Florencio informa lo que ya sé.

—¿No se supone que son nuestros aliados? —cuestiono en voz baja confundida y cabreada. Apuesto a que tendré que llegar al hotel andando.

—Se acerca un auto. Detrás de mí, señorita.

¡Mierda!

Si son más rusos tendremos problemas. Municiones no me quedan muchas.

Cierro los ojos, respiro profundo y me preparo para una nueva contienda. Sin embargo...

—¡Papá! —echo a correr hacia sus brazos—. ¡Dios mío, cómo te he echado de menos!

—Ya somos dos, Principesa.

Me recibe con uno de sus abrazos de osos. Los mejores abrazos del mundo.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué me atacaron los rusos?

—Estamos en guerra, cariño. Han asesinado a uno de los nuestros.

—¿Quién? —las alarmas saltan en mi cabeza al mismo tiempo que un miedo escalofriante me estremece de punta a cabo. He dejado a tantas personas atrás, pero siguen siendo tan queridos para mí como hace cuatro años—. ¡¿Quién ha muerto, papá?!

Él se toma su tiempo en responder, empeorando mi histeria.

—Paulo Bellini...

El tío de Drake. Han asesinado al Capo di tutti Capi...

—¿Cómo?

Por más que le doy vueltas en la cabeza no me lo creo.

—Eso no importa. Lo que importa es que ya no puedo mantenerte a salvo desde la distancia y... te necesito a mi lado.

<<No>>

Comienzo a caminar marcha atrás presa del pánico.

No quiero escucharlo, pero de igual forma pregunto:

—¿Eso qué significa?

—Que quedas liberada del exilio, Caeli. Esta misma noche regresas a casa.

Peligrosa TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora