Hay tan solo una regla para ser reina: casarse con un hombre con sangre de oro.
Iris von Seinfeld, una princesa obligada a casarse con un hombre que prácticamente no conoce, es hija del rey y la reina de Knoxville, Alemania. De cara al público parec...
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REUBEN
Lamentablemente, las palabras que salieron de mi boca en aquel momento han demostrado ser un error irreparable. No me imaginé lo difícil que sería verla con otro hombre, especialmente con el duquesito. Cada vez que los veo juntos, mi corazón se aprieta con dolor o sufre pinchazos a cada minuto que pasa.
Ese hombre debería de haber sido yo.
He querido invitarla a salir desde hace mucho tiempo, incluso antes de que empezáramos nuestra relación. Pero ella es una princesa y yo solo soy su guardaespaldas. Mi trabajo es protegerla de cualquier peligro, no llevarla a citas románticas. No puedo cambiar mi papel en su vida, no importa cuánto lo desee.
A veces me pregunto cómo se ha podido fijar en mí, un hombre común y corriente que trabaja duro para ganarse la vida. No puedo compararme con su familia y con la gente que la rodea y mucho menos con sus pretendientes reales. Pero ella me eligió, y eso es lo que importa.
Aunque me arrepiento de haber dicho esas palabras, no puedo cambiar lo que sucedió. Solo puedo seguir adelante y hacer mi trabajo lo mejor que pueda. Tal vez algún día se dé cuenta que soy el hombre que la ama de verdad.
«— En serio, deberías de ir a esa cita con Whitley. Por lo que he investigado, es el más normal de tus pretendientes».
Recuerdo perfectamente las palabras que le dije aquella mañana y joder, cómo me arrepiento de ellas. Si hubiéramos tenido el valor de fugarnos cuando me lo propuso en broma hace unos meses, ahora mismo no estaríamos en esta situación. Podríamos estar viviendo una vida normal en algún pueblito de la costa, donde nadie nos reconocería al otro lado del océano Atlántico.
Habríamos desaparecido de Knoxville, de Alemania, de Europa e incluso del mundo entero, solo para ser felices juntos. Pero mi miedo e inseguridad me impidieron tomar esa decisión en ese entonces, y ahora nos encontramos en una situación difícil.
En cualquier caso, si lo pienso con autocontrol, no es algo que haría por más que quisiera. No puedo desaparecer con Iris, así como así, teniendo en cuenta que es una princesa y la futura reina de un país entero.
Le hago un gesto con la mano a mi compañero, situado al fondo del restaurante pijo donde nos encontramos. Iris y Declan se levantan de su mesa después de haber pagado con una tarjeta de crédito American Express.
Solo con ver eso te puedes hacer a la idea lo diferentes que somos.
Les abro la puerta a los dos, y cuando pasan por mi lado, Iris me repasa de la cabeza a los pies como si yo fuera su acompañante y no el hombre del que va sujeta.
Me controlo para no agarrarla y subirla al coche para llevarla de nuevo al palacio y resguardarla de su futuro marido. Porque sí, sé que tarde o temprano elegirá a Declan Whitley por lo mismo que le dije el otro día.
«— Es el más normal de tus pretendientes».
Voy detrás de ellos, vigilando mi alrededor. Hay periodistas intentando captar alguna foto para sus revistas de chismes, otros que intentan tener respuestas a preguntas dichas al viento porque los dos saben que no deben decir nada a ninguno de ellos.
